Batakis: el Presidente entregó una señal sin mirar al mercado
La ministra designada tiene una visión de la economía cercana a lo que piensa Cristina Kirchner; tarifas, déficit, dólar e inflación son los principales desafíos que debe enfrentar desde que asuma
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El presidente Alberto Fernández tenía que dar una señal al momento de reemplazar a Martín Guzmán. Y después de 30 horas sin definiciones, finalmente la dio. El tema es no fue para tranquilizar los mercados sino que parece destinada a satisfacer al ala dura del oficialismo.
Silvina Batakis, la nueva titular del Palacio de Hacienda, mira la economía con una lupa similar a la que utiliza el Instituto Patria y particularmente, Cristina Kirchner. Es posible que muchas de las recetas de la vicepresidenta y sus funcionarios ya no tengan, siquiera, la tenue resistencia que opuso Guzmán. Justamente, ese era el meollo por el cual muchos candidatos no aceptaron. Esbozaban las primeras medidas a tomar y se preguntaban de quién emanaría el poder para avanzar con ellas. Sin respuestas claras, prefirieron pasar de largo con la oferta.
La ministra designada fue quien manejó el Ministerio de Economía bonaerense entre 2011 y 2015, en épocas de Daniel Scioli como gobernador. Aquella gestión terminó con números rojos. Los funcionarios de cambiemos que los sucedieron se encontraron con que el 92% de presupuesto se iba en gastos operativos. El resto, apenas el 8%, terminaba en algo más que pago de sueldos e insumos. A la infraestructura bonaerense no le quedaron buenos recuerdos de esos cuatro años
Pero más allá del nombre, el gran desafío que tendrá Alberto Fernández es reconstruir el poder presidencial, imprescindible para ungir a la nueva gestión económica de Batakis. Lo que viene por delante son largos meses de inestabilidad. Para avanzar calmos es necesario un fuerte apoyo político. Quién debería entregar ese instrumental es el Presidente, pero su traje está deslucido después de haber sometido durante meses la investidura del mandatario a una demolición certera.
Los agentes económicos quedaron expectantes después de conocer que el Palacio de Hacienda quedará en manos de una funcionaria que está en el centro de la gestión del Ministerio del Interior que conduce Eduardo “Wado” De Pedro. Se trata del representante más importante que tiene Cristina Kirchner en el gabinete nacional.
Desde su despacho, la Secretaría de Provincias, es la que maneja las transferencias discrecionales a los gobernadores. En ese lugar clave para la política, tejió lazos con el mandatario bonaerense, Axel Kicillof. Un ejemplo para entender la relación con la vicepresidenta: las transferencias corrientes no automáticas de la Nación a la provincia saltaron de $26.333 millones en el primer cuatrimestre de 2021 a $78.626 en el mismo período de este año. Un 300% más, muy por encima de la inflación.
De acuerdo a un informe privado del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) que publicó LA NACION, si se observa el reparto de las transferencias discrecionales entre las provincias –es decir, las que son a criterio del gobierno nacional– Buenos Aires pasaron del 30% de participación en el total en el primer cuatrimestre del 2021 al 46% en igual período de 2022.
Los números arrojan una tasa positiva, en términos reales, del 68% que la ubica al tope del ranking, junto con Tierra del Fuego. En abril, cuando eclosionó la alianza oficialista, la tendencia se sostuvo: de 34% al 48% interanual. Esos números podrían explicar el nombramiento de una de las gestoras de eses anticipos que financian la expansión del gasto en la provincia de Buenos Aires.
Las incógnitas a despejar
Si se revisan sus declaraciones y sus posturas, empiezan a surgir interrogantes respecto de la expansión del gasto público. La mayoría de los agentes del mercado consideran que emitir para gastar más genera inflación. Pero desde el Instituto Patria pregonan lo contrario ¿De qué lado se posicionará Batakis? Los que creen que caminará al hemisferio del Patria ya empiezan a agregar una cifra al dato anual de inflación.
Lo que sucedió en estas 30 horas es ni más ni menos que lo que logró esta forma de gobernar, en la que cada uno intenta instalarse lo mejor que puede en su pequeña parcela. El Presidente no tiene el poder necesario como para imponer su política económica, si es que alguna vez la tuvo. Y en ese punto, es lógico que cada uno de los candidatos que fueron tentados pidieron una condición imposible de conseguir en horas: apoyo político como para emprender una tarea muy dura.
La situación lleva a un laberinto del que es difícil salir. A la falta de liderazgo del Presidente se suma otro elemento que complica. El propio Alberto Fernández se encargó de devaluar su palabra presidencial. Hace poco tiempo, en un diálogo con un industrial, este cronista le preguntó qué significaba llevarse de una reunión un “sí” del mandatario. El hombre, un peso pesado de la agroindustria, pensó y, luego, contesto. “Poco. Mejor dicho, casi nada”, amplió.
La palabra parece algo menor. Pero el mercado, los empresarios, los ahorristas o cada uno de los argentinos que tiene su plata en pesos y debe decidir qué hacer, necesitan creer. La desconfianza es nociva para la economía.
A esta palabra devaluada se suma otra a la que ya se le cree poco: la de Cristina Kirchner. Los sectores políticos, los económicos y los sindicales consideran que, finalmente, los antecedentes la condenan. Sucede que, por más que prometa apoyo irrestricto, todos especulan con que ella decidirá de acuerdo a lo que le convenga. Es una mujer que no acepta los no, que no perdona y que recuerda.
Los candidatos que escucharon la oferta por teléfono pidieron, justamente, eso: certezas. Nadie puede entregarlas. Al Presidente le resulta imposible reconstruir la confianza en su persona y en la investidura que representa en tan poco tiempo. Si esto fuera un sistema parlamentario, y no presidencialista, pues en estas horas debería formar Gobierno. Para eso se necesitan acuerdos profundos y duraderos y coaliciones que los sostengan. Cuando algo falla, pues se debe ejecutar el mismo proceso. La fallida tarde de Olivos se parece a una de esas jornadas.
Ahora bien, si finalmente se logró no solo acordar un nombre sino también un plan de acción, pues alguien se atrevería a estampar la firma en un documento que diga “coalición gobernante reconstruida”. Las fibras se han dañado con mucha profundidad. Sería algo así como querer curar un desgarro en una noche. La cicatrización exige un sus tiempos y la economía tiene cada vez menos para empezar a resolver los problemas profundos.
Batakis tendrá algunos temas inmediatos y otros que podrá postergar. La inflación que corre en un rango de 80% necesita un ancla. Los primeros pasos de la funcionaria determinarán si tiene combustible o agua para apagar las brasas calientes que dejó su predecesor.
La energía es otro de los temas que no pueden esperar. Esta semana deberá empezar a definir si aquel postergado y polémico cuadro tarifario, que prevé que los que mas ingresos tienen no tengan subsidios, avanza o si se congela.
En el último tiempo, la energía se tornó un problema que sobrepasó las facturas de gas y electricidad y se volvió una cuestión de política fiscal grave. Pese a los compromisos que asumió con el FMI, Guzmán no paraba de anotar números en rojo. Según la Asociación Argentina de Presupuesto, ASAP, en mayo pasado “el nivel de gastos devengados de la Administración Pública Nacional resultó superior al de los de recursos percibidos, lo que derivó en un resultado financiero mensual deficitario de $310.506,8 millones”. En el mismo mes de 2021, el déficit financiero había ascendido a $79.642,9 millones”, publicó la ASAP.
Para el final, el tiempo. Guzmán estampó su renuncia en redes sociales un sábado. Sólo esa circunstancia evitó que empezara una apuesta de inversores, pequeños o grandes, corran a sus refugios. Pero ese tiempo se agota con la llegada del lunes hábil. Las definiciones llegaron tarde y no lograron despejar las incógnitas cambiarias.
En medio de la crisis, la Argentina se dio el lujo de no tener un ministro de Economía por un día. Por ahora, se conoce apenas el nombre de quién tendrá las riendas, pero debajo de esa certeza, todas son incógnitas ya no sólo económicas, financieras o cambiarias. Falta conocer qué respaldo político tendrá Batakis para hacer frente a meses complejos y determinantes.
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