El temido estrés posvacacional
No hacía falta mirarlo demasiado para darse cuenta de que el hombre estaba como abombado. Ya era viernes, pero aún tenía cara de lunes a la mañana. "Es mi primera semana después de largas vacaciones –dijo el Gurú de la cortada de la calle Estomba–. No me analice, sólo compréndame."
El momento del regreso a la rutina ha sido descripto y estudiado por la psicología. Lo llaman estrés posvacacional. Según un trabajo de la Sociedad Española de Medicina y Familia Comunitaria, los síntomas son un malestar general, que se puede verificar en cansancio, falta de apetito e imposibilidad de concentrarse, y afecta con más frecuencia a personas de entre 40 y 45 años, a las que se incorporan al trabajo sin haber disfrutado de unos días de transición y, obviamente, cuanto más largo ha sido el período vacacional, más chance hay de padecerlo.
Más allá de la clínica, las relaciones que se tejen en las empresas modernas generan variadas maneras de mostrarse frente al fenómeno.
Los que con más frecuencia afloran son los "relatores". Se caracterizan por contar al detalle las bondades de sus vacaciones con calidad HD. Siempre muestran el receso como el muro de Facebook: sonrisas, brazos abiertos en fotos de atardeceres en la playa y "torres Eiffel" o similares de fondo. A su vez, dentro de los "relatores" hay algunas subespecies que se podrían agrupar en tres grandes grupos: los "aventureros", los "burgueses" y los "pescadores de ofertas". Todos tienen algo en común: son exagerados que a veces casi pasan por mentirosos.
Los "aventureros" cuentan las travesías del verano; les encanta que los admiren por sus atrevimientos extremos. Suele ser casi una contradicción ver a ese hombre urbano de camisa celeste y pantalón caqui cuando relata que hace pocos días se parecía a Tom Hanks en Náufrago. "Para esto hay un remedio: multiplique el relato por 0,6 y tendrá la verdad", sintetiza el Gurú. Él lo denomina Índice de Zaranda de Relato Corporativo (Izreco) y lo utiliza para despejar las exageraciones.
Los "burgueses" suelen ser los menos exagerados. No les interesa más que relatar fechorías culinarias y paseos de buena vida. Reconocen los precios altos en temporada, ya que privilegian que se sepa que están en condiciones de pagar por esa vida mejor. "El Izreco les da 1. No se haga problema", indica el Gurú.
Finalmente están los "pescadores de ofertas". Es fácil reconocerlos, ya que regresan de las vacaciones enfundados en sus adquisiciones. El relato está delimitado por sus compras y es posible escuchar el precio de cada uno de los objetos que compraron. El éxtasis de esta gente llega cuando todo el conjunto que lucen ese primer día después de las vacaciones es menor al importe que el pobre interlocutor pagó por una simple remera en un local criollo. Como dato extra, suelen decir que viajan con una valija vacía para llenarla en destino. "Casi que tuve que crear el Izreco para esta gente. Es verdad que compran barato, pero no tanto. En general, mienten mucho con los precios. Multiplique cada importe por 1,5 y tendrá el valor real", explica el Gurú.
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