El Teatro Colón, una obra en la que el equipo es protagonista
Arquitectos, ingenieros, profesionales diversos y varios artesanos conviven en su restauración
"Yo soy la cuarta generación de vitralistas catalanes en la Argentina", dice Lucía Subirats con una sonrisa y un orgullo que desbordan. Junto a la mirada atenta y educadora de su padre, la joven artesana tuvo la responsabilidad de restaurar los dos vitrales del Salón Dorado del Teatro Colón. La restauración pasó por diferentes administraciones, tuvo que enfrentar embates políticos y económicos, pero hoy se encuentra en su etapa final. Dentro y fuera del teatro se trabaja contra reloj, cada movimiento ya fue pensado, estudiado y debatido entre los diferentes profesionales que participan.
No se escuchan los acordes de una orquesta sinfónica, no se puede ver una ópera o el ballet, sino andamios, obreros, cascos de protección, plásticos que protegen algunas partes, y herramientas. El ruido circundante es el de la ciudad y el de las máquinas que no descansan. Pero más allá del ambiente reinante, un grupo de profesionales se aboca con dedicación a la tarea de recobrar el espíritu con el que se construyó esta obra, emblema de la Argentina, hace más de cien años.
En el patio de casa
El Colón cuenta con diversos vitrales. Subirats y su padre participaron de la restauración de dos de ellos que, según la artesana, se encontraban en buen estado en general. El trabajo que realizaron consistió en la limpieza, el pulido de los diferentes paños y algunas reposiciones. "Los vitrales son de origen francés, de 1907 y se fabricaron en el atelier Gaudín", dice Subirats.
"Aprendí en el patio de mi casa. El taller se encuentra a pocos metros del comedor, fue algo cotidiano para mí", continúa la restauradora. Con la curiosidad normal en un niño se acercaba al taller para experimentar. Esto, que comenzó como un juego terminó siendo su oficio en la vida.
El aprendizaje le permitió trabajar en otras obras de restauración como la iglesia de Santa Catalina, la Escolástica, la embajada de Brasil o la iglesia de la Base General Belgrano.
Si bien su saber es un legado familiar, dado que no existe en la Argentina una carrera universitaria para esta especialidad, reconoce que tuvo que aprender muchas otras cosas. "Participar en diferentes obras de restauración hace que uno se pregunte por qué fueeron hechas de esta forma, o qué característica tiene un vitreaux francés o uno austríaco. Para esto es necesario buscar información y estudiar", dice Subirats. Por eso se define como autodidacta y agrega: "Las carreras universitarias dan un bagaje técnico distinto, pero cuando uno es autodidacta la motivación personal es la principal fuente de saber".
Para esta novel artesana la parte más desafiante de su trabajo es "introducirme en una pieza de un grande, animarme a tocarla y, de alguna manera, mejorarla. Esto es lo primero, los desafíos técnicos creo que uno los va superando con la enseñanza".
Si bien el uso del vitreaux no es común en la construcción moderna, Subirats aspira a que "el oficio se continúe. Que haya más gente que sepa qué es un vitreaux ".
Con la mirada al cielo
Los techos del Salón Dorado cuentan con tres marouflages , es decir, pinturas en tela que fueron adheridas al cielorraso o a los muros. Dos de diez metros y uno de veinticuatro. Ana María Fernández, junto con Gabriela Montiel, integró el equipo que trabajó en la reconstrucción bajo la dirección de Isabel Contreras para Consedil. Fernández estudió arte en la Escuela Nacional de Arte Prilidiano Pueyrredón y luego restauración en el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA).
"En mi casa no aceptaron que estudiara restauración, ya que debía hacerlo en Italia, así que hice dos años de odontología. La vida fue transcurriendo y pude cursar luego en el IUNA", dice Fernández, y agrega: "en ese momento se apuntaba a la restauración de pintura de caballete, ahora tiene un campo más amplio dado que comprende a la fotografía y otras técnicas".
Fernández participó de restauraciones en diferentes iglesias, como Esclavas de María, del Carmelo y San Francisco, entre otras. Actualmente se encuentra abocada a la restauración de los dorados de la Sala Principal del Colón.
Su trabajo, que realizó a unos trece metros de altura, exigió una minuciosa y cuidadosa limpieza de las obras, en una primera etapa. "Siempre se retocan las lagunas, las partes afectadas, uno no se extiende en toda la obra", dice. Si bien se trabaja con todos los elementos de seguridad necesarios por la altura, la posición no deja de ser complicada. "En esto se pone mucho el cuerpo y el alma, una se cansa mucho pero se cansa contenta".
Fernández define su trabajo como una "aventura", dice que se sufre el calor, el frío, la comida puede llegar a quedar abajo en el piso lejos del andamio. "A veces no se puede poner un ventilador a pesar del calor o si hace frío y se trabaja en el exterior no hay forma de protegerse, una está sola con la media sombra y el suéter". Pero a pesar de estas inclemencias afirma que "me encanta mi trabajo, es como un juego, es pura pasión".
Trabajo en equipo
La obra de restauración se licitó en seis partes que fueron adjudicadas a diferentes empresas. Cada una de ellas designó a uno o dos directores de obra. Emiliano Michelena es arquitecto egresado de la UBA, además es profesor de la materia de Planificación y Diseño en la misma carrera. Realizó un posgrado en Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid y otro de Restauración y Conservación de Monumentos en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Es el director de obra del Salón Dorado, el Foyer y el Pasaje de los Carruajes.
Desde su puesto, la mayor responsabilidad fue la de coordinar el trabajo de los diferentes profesionales que intervinieron en la obra, así como la relación con las empresas que trabajaron en otras partes del Colón, como la Sala Principal.
"La gran complejidad del director de obras es poder congeniar la restauración con la adecuación tecnológica, que significa ponerle a una obra de tanto valor instalaciones contra incendios, audio y video, cambiar el tendido eléctrico, entre otras", dice el arquitecto.
Su trabajo estuvo centrado en la búsqueda de consensos entre los diferentes profesionales a fin de obtener el mejor criterio. Para lograr esto se trabajó en equipos que contaban no sólo con los especialistas que estaban trabajando en el Primer Coliseo, sino que también se consultó a asesores especialmente convocados para cada parte de la obra.
"El teatro no tenía sistemas de seguridad, hubo que ponerlos. Esto es lo más complicado porque no se podían hacer canaletas en las paredes o techos", dice Michelena. Un ejemplo es el piso del Salón Dorado, que fue levantado y luego recolocado después de realizar el cableado.
Anteriormente, Michelena, se desempeñó en la Dirección General de Patrimonio y en el proyecto del Hotel Majestic.
La restauración de las pinturas, ornamentación y grupos escultóricos del Salón Dorado es otro ejemplo en el cual trabajaron grupos heterogéneos.
Nadia Giacoletti, que tesis mediante será licenciada en Conservación del IUNA, dice que la tarea "no se podría haber hecho solamente con artesanos o con universitarios. Es una tarea que requiere trabajo complementario en donde todos unimos cabezas para solucionar las dificultades que fueron surgiendo. Con la formación universitaria y el saber de taller logramos cosas muy buenas".
En esta relación, entre universitarios y artesanos, se conjugaron el saber de las aulas con el de años de oficio en el taller. Cada uno aportó su visión y su mejor criterio para establecer los parámetros de restauración adecuados. "Lo más difícil fue empezar a tomar las decisiones y encontrar los parámetros. Por ejemplo, en las limpiezas ¿hasta donde llegamos?. Hay un riesgo muy grande porque lo que se saca no se puede volver atrás", dice Giacoletti. Pero las diferencias de criterios fueron rápidamente salvadas.
A pesar de haber recorrido cada centímetro del Salón Dorado, Giacoletti dice que no deja de sorprenderse por el detalle de la obra y la calidad de la manufactura. "Me apasiona todo lo que tiene que ver con la cultura y el legado del hombre en la tierra, creo que es una de las cosas más importantes que tenemos. Estar en el Colón, son años de historia más todos los que vendrán. El día de mañana un descendiente mío puede venir y trabajar acá, eso te llena", finaliza.
Entre los diversos trabajos que realizó anteriormente Giacoletti se encuentran la restauración del grupo escultórico del frente de la Iglesia de San Pedro Telmo y diversos muebles.
Identidades
Toda obra de arte representa y deja para la posteridad la identidad de una sociedad. El rescate y la búsqueda de esa identidad particular en cada obra es la motivación que llevaron a la arquitecta Vanina Bucchi a realizar su posgrado en restauración. "Cuando pasaba por al lado de una casa vieja me llamaba mucho la atención y tenía la necesidad o las ganas de arreglarla".
La arquitecta, que trabajó en obras como la restauración de la fachada del Edificio Kavanagh; la Iglesia de San Ignacio; los estudios previos del Teatro Cervantes; entre otros, asegura que cada una de estos trabajos presentaron identidades diferentes, pero el Colón siempre le llamó la atención. "Yo estudié danzas y luego surgió la arquitectura, es como que se cruzaron las dos pasiones. He hecho cursos de verano en zapatillas de punta, como el cuerpo no me daba para ser bailarina me dediqué a la arquitectura y acá estoy de vuelta en el Colón desde otro lado", dice entre risas.
Para ella el mayor desafío de la restauración del Teatro es la complejidad que presenta la obra y el tamaño, "tiene desde los vitrales, los estucos, los dorados hasta obras relativamente nuevas que se hicieron en los 80 y 90. Hay muchas etapas de arquitectura diferentes y hubo que decidir qué se mantenía o qué se restauraba porque todas tienen su valor", dice Bucchi y cierra reconociendo que "después de acá (el Colón), todo parece chico".
Primera experiencia
Ana Laura García es estudiante de Conservación y Restauración del IUNA, su trabajo consistió en la restauración de los pisos del Salón Dorado y el Foyer.
Los pisos están hechos con teselas, unas pequeñas barras de gres que deben ser cortadas a mano con un formón y luego retocadas por la amoladora. De esta forma se obtienen pequeños pedazos con la forma deseada para poder formar el dibujo original. Un trabajo minucioso que demandó el calcado de parte de las guardas del piso para luego fabricarlas y colocarlas en su lugar.
"Siempre me gustó el arte pero no quería ser artista plástica, porque me gustaba la ciencia. Es por esto que hice restauración que me permitió unirlas", dice García.
Esta es la primera obra en la que participa García, que confiesa "ser estudiante de restauración y venir a trabajar al Colón es una maravilla, una experiencia riquísima".
El tesoro más preciado
La acústica es, sin lugar a dudas, uno de los rasgos característicos del Teatro Colón. Debido a su calidad es que es reconocido como el mejor teatro del mundo. "El Colón es un teatro maravilloso, no lo digo por tener la camiseta puesta. He viajado mucho y cuando uno ve la Scala de Milán frente al Colón se queda corta", dice Gustavo Basso.
Basso fue uno de los encargados de mantener la acústica de la Sala Principal. Es ingeniero en telecomunicaciones y cursó posgrados en acústica en La Plata, Alemania e Italia. "Tenía dos grandes pasiones, una era la ciencia y la otra la música. Por lógica cuando se unen las dos cosas sale la acústica, es el nexo obligado entre las dos", dice el ingeniero.
Para mantener la inmejorable acústica de la Sala, se realizaron diferentes mediciones antes de comenzar la obra de reconstrucción. "En el 2006 medimos la acústica con física en más de veinte puntos, tanto en platea como en niveles superiores y de ahí obtuvimos una matriz. Esto nos permite tener parámetros para ir midiendo en diferentes momentos de la obra".
Este ingeniero, que anteriormente se desempeñó con el Coliseo de La Plata, o en la realización de la sala próxima a inaugurase en el Correo Central para la Filarmónica de Buenos Aires, explica que las salas tienen que tener tres características. La primera es que cada sonido de cada instrumento se oiga. La segunda es la calidad del sonido, es decir que aquello que realizó el instrumentista se preserve y sea claro. Por último que el sonido sea suntuoso, "uno diría que en el Colón el sonido se puede tocar con la mano, como si tuviera un gran volumen", dice Basso.
Estas tres características están presentes en pocas salas del mundo y esperan, luego de la restauración, que se preserven. "El sonido es un hecho perceptual, no físico. El juicio sobre la calidad del Colón lo darán las personas. Debido a que la restauración no modificó las condiciones físicas de la sala no debería cambiar la percepción de la gente", finaliza el ingeniero.
Cuando se lo consulta sobre el por qué de su elección de posgrado, Basso responde "a la acústica se pude llegar de muchos lados, de hecho en la universidad (hasta hace pocos años no había en la Argentina una carrera universitaria) hay gente que viene de la física, de la ingeniería, de la música, de la medicina, la psicología, la arquitectura. Cada uno estudia partes diferentes. A mí me apasiona la música, no la acústica".
Todo listo
Falta poco, el próximo 24 de mayo el Colón reabrirá sus puertas en el marco de los festejos del Bicentenario de la Patria.
Luego de controversias, ajustes de presupuestos, marchas y contramarchas en el proyecto, problemas políticos y otros escollos, finalmente pareciera que el Primer Coliseo va a volver a deleitar las noches porteñas.
Pero más allá de todos los vaivenes, lo que no se puede dejar de resaltar es la calidad humana, las ganas y el "poner el cuerpo" de los diferentes profesionales, universitarios y artesanos, que trabajaron para que el Colón siga estando entre las mejores salas del mundo.
CUENTA REGRESIVA PARA LA REAPERTURA
Las fechas: la primera inauguración fue en 1908. La reapertura está prevista para el 24 de mayo de 2010
Cuánta gente trabajó en el proyecto: fueron 500 personas. En el sitio www.haciendoelcolon.buenosaires.gob.ar se pueden leer más testimonios de ingenieros, arquitectos y restauradores que cuentan detalles de su obra
Convenio con la UBA: la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA y el Ministerio de Desarrollo Urbano de la ciudad de Buenos Aires van a editar este año un libro de alto nivel académico y gráfico con los pormenores del teatro, desde sus inicios hasta su próxima reinauguración
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