Por qué los paneles solares para hogares no terminan de despegar
La falta de una normativa unificada y un modelo de gestión inmaduroestán frenando el desarrollo de la industria en los Estados Unidos
A los estadounidenses les encanta el concepto de los paneles solares en el techo. Y tienen por qué. Las grandes granjas solares pueden ser el modo más eficiente de cosechar energía del sol en términos de costos, pero el argumento en favor de que los dueños de casas pongan paneles en sus techos parece convincente. Los paneles no lanzan nubes de dióxido de carbono. La energía se genera donde se consume, lo que alivia las líneas de transmisión y las plantas generadoras. Por más que el presidente Donald Trump haya impuesto aranceles a los paneles solares importados este año, el precio promedio de un sistema de energía solar residencial es menos de la mitad que el de 2010.
Esta combinación de algo positivo para el medio ambiente y barato tiene su atractivo. Paul McMaster, propietario de una vivienda en Florida, ha alquilado paneles solares a una compañía llamada Sunrun desde el verano boreal. En agosto la cuenta de electricidad de McMaster fue de US$100 aproximadamente. Dos meses después era de US$15. En 2017 las instalaciones de paneles solares en techos en Estados Unidos, medidas por capacidad en gigavatios, fueron casi diez veces las de 2010.
Aun así, lo de McMaster sigue siendo algo inusual. Los paneles solares hogareños aún generan menos del 1% de la electricidad total en Estados Unidos. Aunque casi 2 millones de hogares ahora tienen paneles en el techo, el crecimiento en los últimos tiempos ha sido anémico. La consultora especializada en energía Wood Mackenzie Power and Renewables prevé que las instalaciones de paneles solares en techos habrán cerrado 2018 sin crecimiento. Eso de todos modos sería un avance en términos relativos, ya que en 2017 los volúmenes se hundieron un 15%.
Los partidarios de los paneles solares en el techo están acostumbrados a las alzas y bajas. El presidente Jimmy Carter, ansioso por promover la energía alternativa luego del embargo petrolero árabe instaló paneles solares en la Casa Blanca en 1979. Su sucesor, Ronald Reagan, los quitó siete años más tarde y liquidó el presupuesto solar de Carter. Aun así, el lento progreso actual es llamativo. Se debe a dos factores: la incertidumbre regulatoria y los modelos de negocios poco confiables de las firmas solares.
Comenzando por la regulación, parece ser favorable para la energía solar. En diciembre, por ejemplo, funcionarios en California sostuvieron un mandato de requerir paneles en los techos de casas nuevas a partir de 2020, lo que aumentaría la demanda. Subsidios generosos, incluyendo una reducción del 30% de impuestos federales, hacen aún más atractiva la energía solar. Bajo una política llamada medición neta, una distribuidora de energía tiene que pagar a un dueño de una vivienda las tarifas minoristas por energía extra generada que, en el caso de los McMaster, puede reducir sustancialmente la cuenta mensual del hogar.
Pero estos subsidios también son responsables por alzas y bajas de la demanda. La incertidumbre respecto de como afectarían la reforma fiscal los proyectos solares pesó en contra del crecimiento, dice Michael Weinstein, del banco Credit Suisse.
Una cuestión crítica es cómo fijar el precio de energía producida en el hogar. En un tiempo la energía fluía en una dirección, de las plantas productoras de electricidad propiedad de compañías a los clientes, que simplemente pagaban más por consumir más energía. Pero McMaster y su cuenta de la electricidad en reducción son una pesadilla para esas empresas. Los gigantes de la energía soportan costos fijos para el mantenimiento de la red, pero, bajo la medición neta, ganan menos que los clientes con paneles solares. Por lo que las empresas dicen que tienen que elevar la tarifa para los clientes, afectando de modo desproporcionado a la gente que no tiene paneles, lo que lleva a más gente a usar energía solar.
Al incorporar más clientes baterías junto con los paneles solares, pueden guardar la electricidad que generan en vez de venderla a las empresas. Pero David Frankel, de la consultora McKinsey, señala que la mayoría de los hogares siguen conectados a la red "esencialmente como una batería gigante de respaldo". Los costos fijos de las empresas así se mantendrán. Y a la larga, cuanto menos demanda haya para la electricidad de las empresas, tanto menos necesidad habrá de grandes inversiones en infraestructura, por las que las empresas de servicios reguladas históricamente han recibido una tasa de ganancia garantizada por comisiones estatales.
Si la medición neta es imperfecta, tampoco hay demasiado acuerdo respecto de qué debe reemplazarla. "Todos están experimentando aún", dice Frankel. En algunos estados, como Nueva York, los reguladores están considerando nuevas maneras de valuar la electricidad que generan los paneles en los techos, como parte del esfuerzo por modernizar la red. California está pasando más clientes a tarifas por "tiempo de uso", que aumentan con la demanda.
En otros estados las empresas han hecho lobby por cambios que podrían sofocar los paneles solares en los techos. Kansas, por ejemplo, aprobó en septiembre nuevas tarifas para clientes con paneles solares en sus techos; una empresa de servicios en Montana ha propuesto algo similar. "Muchos de estos debates tienen que ver con bloquear la competencia", sostiene Lynn Jurich, CEO de Sunrun.
Navegar este panorama cambiante sería difícil para los modelos de negocios más robustos. Pero la industria solar ha tenido dificultades para producir ganancias de modo confiable a gran escala. En 2014 SolarCity, dirigida por Elon Musk, fue el mayor instalador de paneles hogareños solares en Estados Unidos. Esta empresa y Vivint Solar, su competidor más cercano, invirtieron para expandirse rápidamente. Pero al mismo tiempo que se disputaban el dominio, el éxito siguió dependiendo de factores locales, incluyendo las tarifas eléctricas, disponibilidad de luz solar, incentivos estatales y tarifas de instalación. El costo de un sistema solar hogareño puede variar hasta un 20%, dependiendo de cosas tales como el costo de permisos. Estados Unidos tiene 18.000 jurisdicciones locales; las reglas de permisos varían mucho entre ellas.
Lo que es más importante, la venta de sistemas solares es mano de obra intensiva. Los vendedores llaman a la puerta y explican contratos complicados. En total el servicio y otros costos "blandos" representan casi el 70% del precio de un sistema solar hogareño.
Pero sigue habiendo desafíos para la escala y la rentabilidad, sostiene Cory Honeyman de la firma Wood Mackenzie Power and Renewables, en particular al buscar las firmas ganar clientes más allá de la gente acostumbrada a adoptar tecnologías tempranamente. Se intensificarán las presiones por bajar los costos de venta, al aproximarse la fecha de expiración de la exención impositiva federal para proyectos residenciales en 2022.
Los precios en caída de las baterías puede ser lo que dé impulso hacia adelante a la industria. McMaster ahora no solo alquila paneles a Sunrun, sino también una batería. Eso lo ayuda a usar energía solar por la noche o cuando se interrumpe el suministro de la red, cosa que sucede demasiado a menudo en Florida, proclive a las tormentas. Jurich prevé que en cinco años prácticamente todas las instalaciones de Sunrun incluirán baterías. "Las baterías harán irresistible la energía solar para mucha gente", sostiene Weinstein.
Hasta entonces hay que prever que las condiciones seguirán variables.
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