El sheriff de Standard & Poor’s
El director de crédito de la firma cree que una calificación triple A debe ser ‘sagrada’
En los últimos tres años, el director general de crédito de Standard & Poor’s ayudó a reconfigurar el proceso de calificación de la firma luego de que los gigantes de la industria fueran muy criticados por otorgar notas excesivamente optimistas a valores que se derrumbaron, lo que exacerbó la crisis financiera de 2008.
Bajo el liderazgo de Adelson, S&P ha subido el estándar para que muchos emisores reciban calificaciones triple A, su codiciado puntaje más alto. La calificación más alta debería ser "sagrada", les ha dicho el ejecutivo a colegas, y agregó que debería ser puesta a prueba con tanta rigurosidad como "los motores de un avión".
La postura más severa de S&P respecto a los emisores de deuda allanó el camino para la histórica rebaja de calificación de Estados Unidos. Las acciones entre bambalinas de Adelson revelaron cómo el conservadurismo de un hombre impregnó el intrincado y a menudo opaco proceso de asignar calificaciones en la mayor firma del rubro en el mundo.
Los esfuerzos de Adelson también ponen de relieve el delicado equilibrio que deben mantener las clasificadoras de riesgo tras la crisis de 2008. Desde entonces, autoridades y reguladores han instado a esta industria a otorgar calificaciones de triple A sólo a los créditos más seguros.
Las firmas calificadoras juegan un rol instrumental en los mercados financieros, al ayudar a los inversionistas a determinar el riesgo de un valor y cuánto deberían ser compensados por comprarlo. Sus decisiones pueden consagrar o arruinar a algunos emisores de bonos, desde empresas hasta países. Y sus notas pueden llevar a los inversionistas a exigir retornos más altos sobre ciertos bonos, lo que aumenta los costos de financiamiento para la empresa, estado, municipalidad o país emisor.
S&P rebajó casi 17% de sus valores de finanzas estructuradas con calificación triple A en 2010, casi el doble que Fitch Ratings y casi el triple que Moody’s Investors Service durante el mismo período, aunque la calificación de cada firma expresa mediciones levemente distintas sobre la seguridad de un valor. Entre los bonos soberanos de gobiernos que son calificados tanto por S&P y por Moody’s hasta septiembre, S&P tenía calificaciones más bajas en 25 casos, y Moody’s en 21.
En cierta medida, el enfoque severo de Adelson les ha dado más firmeza a las calificaciones de S&P, lo que les da a los inversionistas más confianza sobre su sistema de valoración. Pero S&P también ha perdido participación de mercado, probablemente como consecuencia de su postura que deja de lado las convenciones en una industria en la cual los emisores de bonos suelen pagar a las firmas de calificación de crédito y buscan el mayor puntaje posible.
Hace poco, la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. (SEC), le advirtió a S&P que podría enfrentar una demanda civil por supuesta violación de la ley de valores por la forma en que asignó una calificación triple A a un paquete de bonos hipotecarios por US$1.600 millones que se derrumbó durante la crisis. S&P luego rebajó ese acuerdo a basura, y los inversionistas perdieron mucho dinero. Evitar esas variaciones en las calificaciones ha sido una prioridad para Adelson durante sus tres años en la firma.
Moody’s y Fitch también han tomado medidas para endurecer las calificaciones y han cambiado a sus directores generales de crédito en los últimos años. Pero han sido ascendidos desde dentro de la empresa y no han sido tan polémicos como Adelson, un ex detractor de las firmas de calificación que fue contratado para reordenar la empresa, sostienen expertos.
Adelson "siempre quiso que las calificaciones fueran a prueba de balas", afirma Joseph Mason, profesor de finanzas de la Universidad Estatal de Luisiana. Al contratar a Adelson, sostiene, S&P demostró que es la firma de calificación más interesada en "restaurar su reputación" luego de la crisis.
Adelson, de 51 años, se deleita de ser alguien que viene de afuera y expresa su opinión sin temor de desafiar visiones ampliamente compartidas, afirman colegas actuales y previos. En declaraciones de impuestos, el oriundo de Brooklyn se declara como "periodista", un guiño a su creencia de que las calificaciones de crédito son opiniones protegidas por la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU.
Su conservadurismo fue evidente a fines de los años 90, cuando trabajaba como analista en Moody’s, supervisando calificaciones de bonos hipotecarios de viviendas.
Aunque las hipotecas tenían un buen desempeño, tomó medidas para endurecer los estándares de las calificaciones. En ese momento, el mercado demostró que su postura cautelosa fue errónea, ya que los valores hipotecarios siguieron teniendo un buen desempeño.
En 2001, Adelson aceptó el puesto de gerente de un equipo de investigación en el banco de inversión Nomura Securities. Se unió a S&P en mayo de 2008. Su postura sobre el riesgo de los bonos en aquel momento: "Cualquier idiota puede prestar dinero, pero no todos pueden conseguir que se lo devuelvan".
Quienes apoyan a Adelson afirman que es sincero y está comprometido a que las calificaciones sean correctas. Para otros, su estilo directo ha sobresaltado la cultura de S&P.
Durante discusiones, a veces golpea su puño para reforzar un argumento, afirman empleados. Adelson también les ha dicho a algunos analistas que si más bonos que hayan calificado como triple A caen en cesación de pagos, los "mataría" con sus "propias manos".
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