El reto de Lagarde en su último año en el FMI
Cuando han transcurrido más de cuatro años desde que asumió el timón de una institución en crisis, Christine Lagarde enfrenta algunas de las condiciones más volátiles de los mercados desde la crisis financiera, un reflejo de las preocupaciones sobre el curso de la economía mundial.
Conseguir que los líderes mundiales de las finanzas coordinen una política capaz de reactivar un panorama cada vez más sombrío se ha transformado en un gran dolor de cabeza durante el último año de su mandato.
Para ayudar a la economía mundial a eludir otra crisis, Lagarde tendrá que desplegar sus poderes de persuasión durante los próximos meses para encantar, engatusar y empujar a los líderes hacia lo que considera una actualización urgente de políticas. "Hay que hacer algo ahora", enfatizó de cara a la reunión anual del FMI, que comienza a fines de esta semana en Lima.
El Fondo, que pertenece a sus 188 países miembros, lanzará serias advertencias en los próximos días de que la economía global corre el riesgo de registrar un crecimiento anémico durante años, o incluso estancarse, si las autoridades no actúan en forma concertada para estimular el crecimiento. "Mi mayor preocupación es que la combinación de factores negativos ocurran todos al mismo tiempo", manifestó en una entrevista reciente.
Después de más de una década de crecimiento estelar, los mercados emergentes están entrando en una etapa marcada por un crecimiento mediocre y turbulencias en los mercados. Los inversionistas se están retirando en masa ante una desaceleración inesperadamente rápida en China, la segunda economía del mundo.
El FMI advirtió sobre una ola de cesaciones de pagos de empresas tras cinco años de abundante crédito barato provisto por los bancos centrales. Los problemas de las economías emergentes amenazan con propagarse a los mercados estadounidenses.
Lagarde, que está en el último de sus cinco años al frente de la institución multilateral, le pide a la Reserva Federal de Estados Unidos que espere hasta el año próximo antes de realizar su primer aumento de las tasas de interés en casi una década.
También presiona a los líderes de la zona euro para que resuelvan el problema de la cartera de préstamos incobrables que socava el crecimiento. Además, exhorta a los países emergentes a que lleven a cabo las reformas económicas e inversiones en infraestructura necesarias para reavivar el crecimiento.
"Además del sufrimiento desgarrador por los conflictos y la migración forzada, la dislocación económica y la baja actividad tienen un costo humano", dijo Lagarde en un discurso pronunciado la semana pasada. Más de 200 millones de personas están desempleadas en todo el mundo, la desigualdad en ingresos y riqueza continúa en ascenso y las mujeres siguen en desventaja, alertó.
Nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, el FMI fue diseñado para ayudar a que la economía internacional evitara las crisis económicas que fomentan la inestabilidad política. Aunque se supone que sus reglas constituyen una guía de las mejores prácticas para los países miembros, Lagarde tiene pocas facultades para obligarlos a corregir las políticas dañinas a menos que soliciten préstamos de emergencia.
Puesto que la mayoría de las mayores economías del mundo no se encuentran en un programa de préstamos, el único recurso a disposición de Lagarde es la diplomacia respaldada por el arsenal de estudios económicos del FMI. "Puedo ser franca", reconoció, "pero respetuosa".
Mientras trata de persuadir a las potencias mundiales reacias a seguir las recomendaciones del FMI, Lagarde recorre el mundo para mantener la presión sobre los países que están en crisis, con una mezcla de aliento y suaves intimidaciones.
Durante una visita a Kiev el mes pasado, advirtió al gobierno de Ucrania que debe cumplir los compromisos que asumió al recibir un paquete de rescate. Un día más tarde, en Túnez, instó a la frágil coalición de gobierno a acelerar una reforma de la economía. Después de un vuelo nocturno a Monrovia, reprendió a puertas cerradas al ministro de Finanzas de Liberia, Amara Konneh, y le pidió que resolviera las discrepancias en el presupuesto en materia de contratos de infraestructura.
Sonríe a menudo para suavizar los mensajes más duros. Ser mujer en las esferas de poder dominadas por los varones ayuda, dice. "Los hombres tienden a ser un poco más territoriales, de modo que si no represento una amenaza física, los hombres no tienen necesidad de presumir".
Mientras Janet Yellen, como presidenta de la Reserva Federal de EE.UU., dirige la institución financiera más poderosa del mundo, esta parisina de 59 años, con una predilección por los pañuelos de seda y unos ojos color avellana de mirada directa, es la que capta buena parte de la atención durante las cumbres internacionales.
Lagarde es discreta respecto de si planea buscar un nuevo mandato en el FMI o si aspira a un cargo diferente: ser la primera presidenta de Francia. Dice que tomará una decisión a finales de año. "Entonces tendré que decidir realmente (...) con una agenda personal y familiar, lo que puedo hacer".