El repunte global necesita una ruta sin baches
La mayoría de los economistas prevé, como suele ocurrir, que la economía mundial atravesará por algunas turbulencias este año, pero mejorará el próximo. "Las perspectivas globales han mejorado", afirmó el Fondo Monetario Internacional en su pronóstico semestral divulgado este semana, "pero el camino hacia la recuperación…seguirá teniendo baches". Los últimos acontecimientos ilustran la magnitud de esos baches.
El atentado en el Maratón de Boston es un recordatorio de que el terrorismo sigue siendo una amenaza. Los precios de las materias primas cayeron —y no estamos hablando solamente del oro; el petróleo también bajó— un recordatorio de que el vigor de la economía china tiene repercusiones globales. Tampoco olvidemos la caída de las acciones en Estados Unidos tras alcanzar máximos históricos, un recordatorio de que el ánimo del mercado puede cambiar abruptamente.
El FMI advierte "una recuperación a tres velocidades" tras una desaceleración en 2012. Los mercados emergentes y los países en desarrollo crecen con dinamismo, señaló. EE.UU. no se recupera del todo, pero mejora. La situación de Europa, en cambio, es delicada.
El FMI pronostica que el resultado combinado será una aceleración del crecimiento global de 3,2% en 2012 a 3,3% este año y 4% el próximo. Eso significa que la economía mundial se expandiría más en 2014 que en 22 de los últimos 30 años.
El problema es que para que eso ocurra casi todo tiene que salir bien. ¿Qué podría salir mal?
Europa encabeza casi todas las listas de preocupaciones. La promesa del Banco Central Europeo de hacer "lo que sea necesario" le dio tiempo a los gobiernos europeos para decidir cómo apuntalar su unión, pero parecen estar desperdiciándolo.
Hasta ahora, han impedido que cada una de las crisis que han afrontado se transforme en una catástrofe. Pero, en parte debido a su dinámica interna, los gobiernos no están haciendo lo necesario para restaurar la confianza en sus bancos o reactivar el crecimiento. El crédito no está fluyendo a las empresas en la periferia de la zona euro, un problema que el BCE no ha encontrado la forma de resolver. Sin una fuerte demanda de Alemania y Francia, los países periféricos no pueden salir de la espiral descendente de déficits fiscales, austeridad y recesión, que después se traduce en déficits fiscales más altos.
EE.UU. parece estar en una trayectoria ascendente a pesar de los decepcionantes datos de marzo. El desempleo sigue siendo alto y los sueldos están estancados, pero los precios de las viviendas y, hasta ahora, el alza de las bolsas han impulsado el gasto. El recrudecimiento de la crisis europea asestaría un duro golpe. A pesar del auge de Asia, entre una cuarta y una quinta parte de las exportaciones de bienes y servicios de EE.UU. se dirigen a la Unión Europea.
De todos modos, los mayores riesgos para la economía de EE.UU. parecen provenir del propio gobierno. El FMI advirtió sobre una reducción excesiva del déficit fiscal en este momento, implorando un ajuste de cinturón menos severo ahora y más fuerte en el futuro.
Representantes de la Reserva Federal, en tanto, han empezado a hablar en voz alta sobre sacar el pie del acelerador monetario en el transcurso del año. Es difícil escoger el momento oportuno. Si la Fed demora demasiado podría sembrar las semillas de la inestabilidad financiera, pero si se mueve muy rápido, la economía podría perder ímpetu.
A su vez, el nuevo gobierno y el banco central de Japón han mostrado una voluntad admirable para reactivar su economía y, por ende, EE.UU. y Europa han tolerado la devaluación del yen.
Hay poderosas razones para pensar que Japón necesita la política monetaria ultra expansiva que acaba de poner en práctica. Pero los efectos sobre su mercado de bonos y el tipo de cambio distan de estar garantizados.
Además, dado el alto endeudamiento de Japón, un paso en falso de la política fiscal o si los cambios regulatorios prometidos no se materializan podrían erosionar la confianza de los inversionistas en los bonos del gobierno y presionar al alza los rendimientos que el Banco de Japón intenta mantener a raya.
En otro plano, el FMI pronostica una aceleración del crecimiento en China, aunque su economista jefe, Olivier Blanchard, enfatizó que la decisión se tomó antes de conocer la desaceleración del primer trimestre. Las cifras oficiales no son fiables, pero cuesta imaginar que el gobierno haya minimizado el crecimiento. El consumo de electricidad y otros indicadores también son una señal de advertencia.
"El gobierno está preparado para aceptar un crecimiento menor al de la década pasada, siempre y cuando sea más sostenible e impulsado por el consumo privado y la inversión productiva", apunta Eswar Prasad, economista de la Universidad de Cornell y ex jefe de la oficina de China del FMI.