El repunte de la economía brasileña sufre por la crisis de sus firmas líderes
RIO DE JANEIRO—A medida que Brasil sale de una recesión brutal, el país enfrenta un reto adicional: sus principales empresas.
Las firmas brasileñas más conocidas —como Petrobras, Vale y Odebrecht— prosperaron durante la expansión económica del país de la pasada década, impulsando un aumento del crecimiento, las inversiones y el empleo.
Ahora, muchas de esas compañías están en problemas, contaminadas por el destape de la corrupción, abrumadas por su deuda y resistiendo la bancarrota; a veces luchan contra estas tres cosas al mismo tiempo. Los escándalos trascienden fronteras y sectores de actividad y abarcan firmas de capital cerrado, empresas controladas por el Estado y compañías que cotizan en bolsa.
Lo que estas empresas tienen en común es el daño que han infligido colectivamente a Brasil y a la reputación mundial del país. “Los segmentos del sector corporativo son vistos como radiactivos”, dice Gustavo Franco, presidente de la junta de la gestora de activos Rio Bravo y ex presidente del banco central de Brasil.
En los últimos dos años, los escándalos de corrupción han ahuyentado a los inversionistas y enlodado el sistema político de Brasil, llevando a la economía a su peor caída en al menos un siglo. El Producto Interno Bruto probablemente se contrajo 7,1%, y los economistas redujeron el lunes la proyección de crecimiento para 2017 a un escuálido 0,7%.
“Lo que Brasil realmente necesita en este momento es una transformación en términos de gobierno corporativo, en términos de ética empresarial y valores”, dice Cassia Carvalho, directora ejecutiva del Consejo Empresarial Brasileño-Estadounidense.
Las perspectivas de recuperación de Brasil permanecen nubladas por los problemas de sus gigantes corporativos. Petróleo Brasileiro SA, o Petrobras, es un buen ejemplo. En 2014, los fiscales descubrieron una red de manipulación de licitaciones y sobornos que saqueó miles de millones de reales del gigante petrolero a lo largo de una década.
A cambio de recibir contratos con precios inflados, los contratistas canalizaban pagos de comisiones a ejecutivos de Petrobras y a políticos. Varios cientos de millones de reales han sido devueltos a la empresa desde las cuentas bancarias suizas de varios participantes del ardid.
Petrobras asegura que fue víctima de esta estratagema delictiva y que está cooperando con las autoridades.
Aun así, Petrobras ha asumido cargos contables por unos US$37.000 millones para reflejar las pérdidas relacionadas con la corrupción, la sobrevaluación de activos y la caída de los precios del petróleo. La compañía ha frenado drásticamente nuevos proyectos y lucha por vender activos para financiar una carga de deuda de US$123.000 millones, la mayor en la industria petrolera mundial.
Desde marzo de 2011, Petrobras ha perdido US$181.000 millones en capitalización de mercado, más que ninguna otra compañía en el mundo. El segundo lugar de esta clasifiación lo ocupa el gigante minero Vale SA —cuya sede está a unas cuadras de la de Petrobras—, que ha perdido US$130.000 millones, según FactSet. Vale ha sido sacudida por la volatilidad de los mercados de materias primas y está peleando en los tribunales contra una demanda de casi US$50.000 millones relacionada con la falla de una presa de relaves de Samarco —una sociedad con la australiana BHP Billiton— que provocó la muerte de 19 personas en noviembre de 2015.
Grandes constructoras, entre ellas Odebrecht S.A., han sido acusadas de formar parte de un cartel para aprovecharse de Petrobras. Actualmente tienen prohibido hacer negocios con los organismos gubernamentales de los que dependen para sus contratos. Algunas se han acogido a la bancarrota; otras están registrando una rebaja de sus calificaciones.
Odebrecht se disculpó el 1 de diciembre por “prácticas impropias en su actividad empresarial” y reconoció que “ha aprendido varias lecciones de sus errores”.
Entre las compañías involucradas en diversas investigaciones penales se encuentran la mayor eléctrica brasileña, Centrales Elétricas Brasileiras S.A., sus dos mayores bancos privados, Banco Bradesco e Itaú Unibanco, su mayor acerera, Gerdau S.A., y ejecutivos del mayor frigorífico del mundo, JBS S.A.
El fabricante de aviones Embraer S.A., que los brasileños han puesto durante mucho tiempo como ejemplo de cómo una empresa nacional puede competir a nivel mundial, acordó en octubre pagar US$205 millones para conciliar una investigación de soborno en Estados Unidos.
Eletrobras señala que colabora con las autoridades federales, que están investigando a empleados, contratistas y proveedores de la firma.
Bradesco, Itaú y Gerdau han negado irregularidades. JBS afirma que la empresa no está siendo investigada, y que sus ejecutivos han negado haber cometido irregularidades.
Embraer dice que “lamenta profundamente” la conducta de sus empleados y representantes que pagaron sobornos en varios países y crearon registros falsos para ocultar esos pagos.
La confianza en la economía brasileña se ha recuperado desde que la presidenta de izquierda Dilma Rousseff fue sometida a juicio político y reemplazada en agosto por el ex vicepresidente Michel Temer, ampliamente considerado como favorable al sector empresarial. Y los inversionistas parecen creer que las autoridades ya han identificado a todas las partes probablemente involucradas en la purga de la corrupción.
Pero reanudar el crecimiento económico de Brasil podría ser difícil sin la ayuda de sus compañías más grandes, que durante mucho tiempo han desempeñado un papel desproporcionado en la inversión. En 2013, Petrobras representó por sí sola casi 10% de la inversión total en la economía brasileña. En los años subsiguientes, a medida que la empresa redujo el gasto para detener su creciente deuda, la inversión fija bruta de Brasil disminuyó por 10 trimestres consecutivos, profundizando la recesión.
Tal carnicería tiene implicaciones negativas. La extensa burocracia brasileña, un código laboral que data de los años treinta y un sistema fiscal bizantino crean formidables barreras para la entrada de personas ajenas al sistema o de startups que no pueden permitirse el lujo de emplear ejércitos de abogados y contadores. Y las tasas de interés de dos dígitos hacen que el capital sea demasiado costoso para las empresas que no tienen la posibilidad de emitir deuda en el extranjero.
Los gigantes corporativos de Brasil han recargado al sistema bancario local con préstamos incobrables. Nadie conoce todo el alcance del problema, pero Credit Suisse estimó en septiembre la deuda “en problemas” de las grandes compañías del país en 818.000 millones de reales (US$242.000 millones), una cifra sin precedentes. Ese monto no incluye la deuda de 398.000 millones de reales (US$118.186 millones) de Petrobras.
Marcelo Telles, autor de ese informe, dice que probablemente llevará muchos años a las empresas reducir su deuda, asumiendo que la economía repunte. Si fracasan en ese intento, Brasil podría enfrentar una crisis crediticia, advirtió.
Para evitar lo peor, “la economía necesita crecer el próximo año”, dijo Telles. “Tenemos que tomar esto muy en serio.”
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