El regalo del campo a Cristina Kirchner para frenar el precio de la carne
No hay celebración de la buena noticia. Todo lo contrario. Hay castigo aplicado por que es necesario convertir al campo en un enemigo político. Necesidades del Instituto Patria. Pero el dato es indiscutible: este año, el campo va proporcionar unos US$10.000 millones extra al Gobierno. Además del shock de demanda, esas exportaciones suman dólares cuando no hay: es un win-win.
¿Qué hace el Gobierno con esos dólares extra? En medio de una pandemia y cuando se acercan las elecciones, la opción obvia es aumentar el consumo y usar las divisas para sostenerlo (el consumo requiere importaciones). Hay justificación: la OCDE situó al país como el que más tardará –unos seis años– en el G20 en recuperar lo perdido durante lo peor de la cuarentena.
Pero los incendios a apagar son otros: el precio de los alimentos y el impacto en la pobreza. Así, el principal objetivo después del blue a $195 y de la experiencia macrista es mantener la estabilidad cambiaria. En mayo se registró la menor depreciación en 14 meses. El dólar quieto y la brecha tranquila es la apuesta para frenar los precios y el surgimiento de nuevos pobres cuando se licúan salarios. Macri usó la deuda para suavizar la salida de los capitales del país y el impacto sobre en el dólar; Fernández usa a la soja y el cepo. Asterisco: atención con el recalentamiento del contado con liquidación (CCL) en las últimas semanas.
Sin la ayuda de la soja y de sus derivados. muchas veces tan degradados por el oficialismo, es probable que el tipo de cambio volara por un cielo más alto que en la actualidad, y que la inflación corriera un piso más elevado, a pesar de que ese nivel ya pasó de 2,5% a 4% mensual. Los precios internacionales que contienen en este movimiento tienen como contraparte negativa que agregan algo más de nafta a la mesa de los argentinos. La apuesta por la estabilidad lleva al oficialismo a trabar importaciones, pero el costo de reposición de muchas empresas comienza a ajustar entonces al CCL para evitar descapitalizaciones. Más nafta al fuego, pero esta vez sin una contracara virtuosa más allá de la ventaja a algún industrial.
El plan de Martín Guzmán parecía simple, sin La Cámpora. La inflación ajustaba las cuentas fiscales en el primer trimestre; así era más fácil acordar con el Fondo Monetario Internacional (FMI); ese shock de confianza sostenía un dólar con menos intervenciones con bonos del Banco Central y sin pagar deudas con el Club de París (US$2400 millones) y con el Fondo (US$3800 millones) este año. Los dólares iban a apalancar el consumo sobre todo entre julio y noviembre. No pudo ser. El FMI es un enemigo político en tiempos de unidad deshilachada en la coalición del Frente de Todos. Como el campo. Es el costo del campo simbólico.
“Guzmán parece López Murphy si mirás el primer trimestre”, bromeó un avezado economista. Ieral lo puso en números. En el primer cuatrimestre de 2020, el gasto público subió 12,1% en términos reales. En el mismo período de 2021 cayó un 6%. El déficit primario resultó del 1,4% y 0,2% del PBI en esos períodos. Con el impuesto a la riqueza, se llegó incluso a un superávit este año. Esta austeridad, en pandemia, sumado el “affaire Basualdo” potenciaron las críticas del cristinismo. Guzmán salió a agradecer una ley de Máximo Kirchner. Celicia Todesca prometió gastar más para ayudar a quienes están en crisis.
Pero esa manta es corta si los dólares se usan para sostener el tipo de cambio y con una inflación que muchos sitúan a fin de año en 45%. Rápidos y furiosos, esa imagen se refleja en los espejos que adelantan de aliados pragmáticos, como Hugo y Pablo Moyano.
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