El problema de la Argentina y de otros mercados emergentes
La agitación financiera que en la primavera pasada afectó a las economías con mercados emergentes volvió con fuerza, a raíz de la "rabieta" de la Reserva Federal de los Estados Unidos sobre su política de relajación cuantitativa. Esta vez, hubo una confluencia de varios hechos: una crisis monetaria en la Argentina, cuyas autoridades dejaron de intervenir los mercados de cambio para prevenir la pérdida de reservas, unos datos económicos más flojos en China, y la persistencia de la incertidumbre política y los disturbios en Turquía, Ucrania y Tailandia.
Ese pequeño huracán en las economías emergentes no tardó en transmitirse, por la aversión al riesgo de los inversores internacionales, a los mercados de valores de las economías avanzadas, pero no se debe confundir el desencadenante inmediato de esas presiones con sus causas profundas: muchos mercados emergentes tienen problemas reales.
En la lista están la India, Indonesia, Brasil, Turquía y Sudáfrica, apodados los "cinco frágiles", porque tienen déficits tanto fiscales como de cuenta corriente, tasas de crecimiento que caen, una inflación superior al objetivo fijado, e incertidumbre política sobre las próximas elecciones legislativas y
o presidenciales de este año. Pero otros cinco países importantes –la Argentina, Venezuela, Ucrania, Hungría y Tailandia– son también vulnerables. En todos hay riesgos electorales o políticos; en muchos, una política fiscal poco rigurosa y en algunos, un aumento de los desequilibrios externos y del riesgo soberano.
Los países Brics van volviendo a la realidad. Brasil, Rusia y Sudáfrica crecerán este año más despacio que los Estados Unidos, pues la suba del PBI (ajustado por inflación) será inferior a 2,5%, mientras que las economías de los otros dos (China e India) se desaceleran. Brasil, India y Sudáfrica son miembros de los "cinco frágiles" y el descenso demográfico en China y Rusia socavará su crecimiento potencial.
El mayor de los Brics, China, afronta un riesgo suplementario debido al auge de la inversión impulsada por el crédito y un endeudamiento excesivo de las administraciones locales, las empresas estatales y las inmobiliarias, hecho que debilita las carteras de activos de los bancos. La mayoría de las burbujas crediticias de semejantes dimensiones han llevado a un aterrizaje económico forzoso y no es probable que la economía de China salga ilesa, en particular porque es probable que las reformas para reequilibrar el crecimiento –pasando de una gran acumulación de ahorros y una inversión fija a fomentar el consumo privado– se apliquen con mucha lentitud, por los poderosos intereses que se oponen.
Además, no desaparecieron las causas profundas de la agitación de 2013 en los países emergentes. Para empezar, el riesgo de un aterrizaje forzoso de China representa una grave amenaza para el Asia en ascenso, los exportadores de productos básicos de todo el mundo, e incluso las economías avanzadas.
Al mismo tiempo, la reducción progresiva de las compras de activos de la Reserva Federal ha comenzado en serio, por lo que los tipos de interés subirán. Y el capital que en los años de gran liquidez y bajos rendimientos en las economías avanzadas se apuró a ir a los mercados emergentes, ahora huye de muchos países en los que el dinero barato hizo que las políticas fiscal, monetaria y crediticia llegaran a ser demasiado laxas.
Otra causa de la inestabilidad es que el superciclo de los productos básicos se acabó. No sólo porque China se desacelera, sino también por que los años de precios elevados propiciaron la inversión y hay mayor oferta de los bienes. Entretanto, los países exportadores no aprovecharon en el último decenio los beneficios extraordinarios para aplicar reformas estructurales orientadas al mercado.
Los riesgos tardarán en desaparecer. Como los gobiernos de muchos de estos países no endurecieron lo suficiente la política macroeconómica, hubo otra ronda de depreciación de las divisas, que podría contribuir a una mayor inflación y hacer peligrar la capacidad de los países para financiar déficits.
No obstante la amenaza de una crisis de las divisas, la deuda soberana y de la banca sigue siendo débil, incluso en los "cinco frágiles". Esos países tienen tipos de cambio flexibles, abundantes reservas y menores desequilibrios monetarios. Además, muchos tienen sistemas bancarios más sólidos, mientras que la relación entre sus deudas pública y privada, aunque aumenta, es baja y de bajo riesgo.
Con el tiempo, el optimismo sobre los mercados emergentes probablemente sea correcto. Muchos de ellos tienen fundamentos macroeconómicos, financieros y normativos sólidos. No es justo meter en un mismo saco todos los países en ascenso. Pero las opciones que muchos afrontan en el corto plazo siguen siendo duras, pues tanto si endurecen las políticas monetaria y fiscal demasiado velozmente como si no lo hacen, tendrán problemas. Los riesgos externos y las vulnerabilidades macroeconómicas y estructurales internas que afrontan ensombrecerán sus perspectivas inmediatas. Habrá uno o dos años accidentados para muchos países, antes de que gobiernos más estables y orientados al mercado apliquen políticas que sean más racionales.
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