Dos cosas hicieron famoso a Stanford White: su prolífica obra arquitectónica y su reconocido desenfreno amoroso. La primera de ellas lo convirtió en uno de los arquitectos más prestigiosos de su época en los Estados Unidos, mientras que la segunda provocó que un marido celoso lo asesinara y diera origen al que se conoció como el primer gran "juicio del siglo".
White había nacido el 9 de noviembre de 1853, en Nueva York, Estados Unidos. Era hijo de Richard Grant White, un destacado estudioso y ensayista de Shakespeare, que no tenía dinero, pero sí muchas conexiones con el mundo del arte en la Gran Manzana.
La formación arquitectónica de White no fue para nada formal; dicho de otro modo: se salteó la universidad. "En su adolescencia, en 1870, se unió a la oficina de Henry Hobson Richardson, el mejor arquitecto de su país por ese entonces, justo cuando éste comenzaba el proyecto de la Iglesia de la Trinidad, en Boston", relata la arquitecta Cynthia Acher Masri.
Permaneció con Richardson durante unos años, pero en 1878 se embarcó hacia Europa, donde vivió un año y medio. Cuando regresó a Nueva York, se asoció con los prestigiosos arquitectos Charles Follen McKim y William Rutherford Mead, para formar la firma arquitectónica McKim, Mead & White, que dejaría su sello en la ciudad.
En 1889, White diseñó el arco de triunfo de Washington Square y, en 1890, el segundo Madison Square Garden (ubicado entre la calle 26 y Madison Avenue). Pero esas no fueron sus únicas obras, ya que siguió construyendo edificios notables, entre los que se cuentan las lujosas casas de las acaudaladas familias de los Astors y los Vanderbilts, y varias mansiones de la Quinta Avenida.
"La arquitectura de White es recordada en todas partes y en cualquier lugar de los Estados Unidos donde hay grandes estructuras opulentas, ninguna más visible o accesible que el arco en Washington Square, el lugar central de reunión de Greenwich Village, en Nueva York", comenta Acher Masri.
Las crónicas de su tiempo lo describen como un hombre alto y algo extravagante, con pelo y bigote pelirrojos. También se dice que impresionaba por su ingenio, amabilidad y generosidad. Su estilo era el Beaux Arts, una escuela nacida en París, que tuvo gran protagonismo en los Estados Unidos, entre 1855 y 1920, y también en la Argentina, entre 1880 y 1920.
Según explica Acher Masri, el Beaux Arts, también conocido como Academicismo, tiene como características principales la simetría, la jerarquía de espacios (desde los llamados "nobles", como escalinatas y entradas, hasta otros más utilitarios), las referencias más o menos explícitas a una síntesis de estilos historicistas y de una tendencia al eclecticismo, la precisión en el diseño y ejecución de una gran profusión de detalles arquitectónicos y el sutil uso de la policromía.
Antes de cumplir los 40 años ya era considerado uno de los arquitectos más destacados de lo que se conoció como el Renacimiento estadounidense. "La fascinación de los Estados Unidos con los arquitectos como personalidades, como "arquitectos estelares", sigue siendo un fenómeno extraño hasta nuestros días. Sin embargo, la arquitectura de White con Richardson y McKim es única, tal vez una expresión tan lujosa y extravagante como su propia personalidad", opina Acher Masri.
Pero, como se dijo, White tenía otros gustos además de la arquitectura: era famosa su debilidad por jóvenes bellezas, a las que invitaba a su espléndido departamento. Allí tenía un cuarto de color verde, equipado con espejos estratégicamente ubicados y en el que se destacaba un columpio de terciopelo colorado, en el que las jóvenes, a petición de él, se balanceaban desnudas.
Su mayor conquista fue Evelyn Nesbit, una especie de "top model" de la época. White estaba obsesionado por su deslumbrante belleza, así que comenzó a enviarle flores y a cortejarla todo el tiempo. Hasta que un día la invitó a una fiesta y, cuando la chica llegó, solo estaba él: un gastado truco, incluso en esa época.
La cuestión es que inició una relación con Evelyn, de la que luego se cansó, la dejó y siguió con otras jóvenes. Pero, mientras se entretenía con sus conquistas amorosas, White, además, expandía su campo de acción profesional, ya que a los servicios de arquitectura agregó los de diseño interior, asesoramiento en la decoración y planificación de fiestas, algo que le permitía disfrutar de la misma vida que sus adinerados clientes.
Aquel joven neoyorquino que se había salteado la universidad era ahora uno de los arquitectos más exitosos de su época, había dejado su sello en Nueva York y contaba con una fortuna que le permitía darse todos los gustos. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero… siempre hay un "pincelazo" que tira todo abajo.
Como se dijo, él se había cansado de Evelyn Nesbit y la había dejado. Ella se había casado entonces con un multimillonario llamado Harry Kendall Thaw, al que le empezaron a dar celos retrospectivos por el romance que ella había tenido con el arquitecto y que además estaba furioso porque ella le había contado que White en realidad la había violado.
Thaw se obsesionó tanto con el tema, que decidió asesinar a White. La calurosa noche del 25 de junio de 1906, fue hasta el Madison Square Garden, donde White estaba viendo una obra de teatro y sin aviso alguno sacó su revólver y le disparó tres tiros a quemarropa, al grito de: "Has arruinado la vida de mi mujer". Murió así, a los 52 años, el hombre que legó a los Estados Unidos varios de sus edificios más emblemáticos.
El posterior juicio por este homicidio acaparó toda la atención y, por esa razón, se convirtió en el primero en ser llamado "juicio del siglo", una denominación que volvería a ser utilizada hasta el cansancio en futuros casos judiciales. En realidad, fue necesario hacer dos juicios, porque en el primero de ellos el jurado no logró ponerse de acuerdo.
Finalmente, Thaw alegó locura transitoria y fue condenado a encierro de por vida en el Hospital del Estado de Matteawan, pero logró salir a los siete años y murió en 1947. Nesbit, por su parte, se divorció de él en 1915, se convirtió en una estrella del cine mudo y murió en 1967. Para ese momento, el nombre de Stanford White, ya había quedado en la historia por dos cosas: por su legado arquitectónico y por el gran escándalo que desencadenó su vida amorosa.
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