El llamado de Dios le llegó en el momento justo a Jimmy Lee Swaggart. Recorría el sur de los Estados Unidos con un viejo Chevrolet tocando el piano, cantando góspel y predicando, cuando, según sus dichos, una voz del más allá le indicó que debía crear el ministerio mediático: a partir de ahí, creó un imperio televisivo que lo convirtió en famoso, poderoso y millonario. Pero cayó ante la debilidad de la carne y su buena estrella se desdibujó cuando fue fotografiado con una prostituta en un hotel de mala muerte en Nueva Orleans.
Swaggart nació el 15 de marzo de 1935, en Ferriday, un pequeño pueblo de 4000 habitantes en Luisiana, al sur de los Estados Unidos . Su hogar era muy humilde y su familia, ultrarreligiosa, un típico exponente de lo que se conoce como "el cinturón de la Biblia". Pese a lo que él siempre diría, su primer amor no fue la religión, sino la música.
Acompañado por su primo hermano,Jerry Lee Lewis, solía deambular por los clubes de blues. Ambos tenían en común el talento musical: los dos aprendieron a tocar el piano con bastante habilidad, aunque Jimmy siempre tuvo que admitir que su primo lo superaba con mucho, porque era el que siempre ganaba los concursos de pianistas.
En un momento, Jimmy Swaggart decidió que tenía que apartarse de aquella "pecaminosa" senda por la que lo llevaba la música "endemoniada" de su primo Jerry. Así fue cómo pronto se dio cuenta de que en el "cinturón de la Biblia" había otras formas de ganar dinero con la música: comenzó a cantar góspel.
Jimmy era carismático y sabía bien cómo había que dirigirse a un público desde el escenario. Tenía mucha facilidad de palabra, que acompañaba con una extraordinaria personalidad, así que no tardó mucho en levantarse del piano para empezar a dar sermones. De pronto, descubrió que lo hacía muy bien y que era visto como un hombre convincente y de impactante presencia.
Aún así, sus inicios no fueron un paraíso. Unido a una secta pentecostal viajó por todo el sur norteamericano alternando la música góspel con sus sermones. Por aquellos años, apuntó Alfonso Sastre en una nota publicada en el diario El País, Swaggart tenía un viejo Chevrolet y ganaba por prédica solo 40 dólares semanales. Pero todo empezaría a cambiar a partir de 1975, cuando, según él, recibió un llamado de Dios para comenzar con su ministerio mediático.
En solo cinco años construyó un imperio. En la década de 1980 su programación de televisión fue transmitida a más de 3000 estaciones y sistemas de cable cada semana. Sus transmisiones fueron vistas por más de 8 millones de personas en los Estados Unidos y más de 500 millones en todo el mundo. Su programa estrella se llamó "La hora de Jimmy Swaggart".
No solo eso. Swaggart emprendió muchas cruzadas evangélicas y conferencias en ciudades importantes de los Estados Unidos. Crónicas de la época cuentan que los fieles entraban en un estado de éxtasis durante sus sermones.
No solo encontraba un amplio público en su país natal, sino que en el resto del continente americano adquirió también un estatus de superestrella. Viajaba por países latinoamericanos y realizaba multitudinarios encuentros en los que, literalmente, llenaba estadios de fútbol, pronunciando sus sermones ante decenas de miles de creyentes, mientras era traducido del inglés al español.
En los Estados Unidos, millones de personas lo seguían por TV y muchos miles se anotaban en su escuela evangélica y otras actividades relacionadas con su congregación. En la cúspide de su reinado, Swaggart llegó a ingresar 150 millones de dólares al año, provenientes de contribuciones voluntarias o pagos de cuotas de sus fieles. Todo esto sin contar lo que ganaba gracias a la venta de sus discos y libros.
Vivía en una inmensa mansión, tenía una colección de automóviles de lujo y se había comprado un avión privado con el que se desplazaba a todas partes. Se había convertido en uno de los hombres más famosos del mundo y manejaba el medio de comunicación más amplio del Evangelio en la historia. El humilde chico de Ferriday lo había logrado y, nunca mejor dicho, ahora tocaba el Cielo con las manos. Pero, siempre hay un "pincelazo".
Su avaricia fue lo que lo llevó a la perdición. Estaba convencido de que era el "Elegido" y quería reinar solo. Por eso, destruyó la carrera de Jim Bakker y Marvin Gorman, dos promisorios predicadores que le hacían competencia. Sacó a la luz sus affaires extramatrimoniales (además de algunas cuentas poco claras) y les hizo perder sus ministerios.
Bakker y Gorman, ya sin nada que perder, le hicieron la cruz y contrataron un detective para que siguiera a Jimmy día y noche. Finalmente, encontraron su Talón de Aquiles: lo fotografiaron entrando y saliendo de un sórdido motel de Nueva Orleans con una prostituta de poca monta, llamada Debra Murphree.
En un primer momento, ante la evidencia que le mostró Gorman, Swaggart prometió contar todo en televisión, pero pasaron los días y no cumplía con su promesa. Viendo su actitud, Gorman hizo pública toda la historia de Jimmy y sus escapadas por el barrio rojo de Nueva Orleans.
Pocos días después, la prostituta dijo por TV que Jimmy era un cliente regular y el escándalo pronto se expandió por todo el mundo a gran velocidad. Así fue cómo el 21 de febrero de 1988, un balbuceante Jimmy Swaggart se plantó ante las cámaras y, en medio del llanto, reconoció públicamente haber "pecado contra el Señor", ante su esposa sentada en las gradas y frente a un numeroso.
El gran show montado por Swaggart fue su última jugada a la desesperada para "salvar la ropa", pero no funcionó. Perdió su programa de televisión, su ministerio y, por sobre todas las cosas, el respeto de sus seguidores. Aunque tiempo después rearmó su vida y puso en marcha nuevos emprendimientos televisivos que le aseguraron un buen pasar, ya nunca volvió a ser el mismo. Algo se quebró para siempre entre él y sus fieles, que no entendieron cómo el mayor guardián de la moral estadounidense pudo sucumbir ante la debilidad de la carne.
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