El potencial riesgo sistémico que encierran los fondos del mercado de capitales
Siempre son los más discretos. Se supone que los fondos del mercado de capitales —fondos de inversión en Estados Unidos que compran deuda a corto plazo emitida por empresas, bancos y gobiernos— son inversiones seguras y similares al efectivo que llevan una vida tranquila en las escalas inferiores del sistema financiero.
En épocas normales, estos fondos, que en conjunto gestionan más de US$2,5 billones (millones de millones), deberían guardarse en un cajón y olvidarse.
Pero los últimos años no han tenido nada de normales. Esto ha dado pie a un torbellino de actividad regulatoria, encabezada por la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU., que podría cambiar de forma fundamental la naturaleza de este gigantesco sector.
El asunto es muy simple, aunque aterrador: los fondos del mercado de capitales se han vuelto instituciones "sistémicas", cuyo tamaño, interconexión y comportamiento tienen el potencial de causar un perjuicio serio a compañías, inversionistas y la economía en general.
La primera evidencia se produjo en septiembre de 2008. Después de que Lehman Brothers Holdings Inc. colapsara, la cuasi quiebra del Reserve Primary Fund de US$62.000 millones precipitó un inesperado efecto dominó que paralizó los mercados financieros y la economía global. Los mercados de capitales fueron fuertemente golpeados y el gobierno estadounidense tuvo que intervenir con rescates.
La segunda evidencia se vio recientemente. En los últimos meses, los inversionistas han expresado preocupación por la exposición de estos fondos al volátil sector bancario de Europa. Por otro lado, el temor de un repliegue de estos fondos ha asustado a los accionistas de los prestamistas europeos, que dependen de ellos para suplir sus necesidades de financiación.
Cualquier reestructuración debería abordar tres errores de percepción integrados en el actual sistema.
Primero, los inversionistas individuales y las compañías perciben los fondos del mercado de capitales como "seguros" y los tratan como cuentas corrientes, de las que retiran dinero cuando quieren. Esta actitud pasa por alto el hecho de que, a diferencia de los bancos, estos depósitos no están garantizados por el gobierno estadounidense, de modo que los inversionistas corren el riesgo de perder dinero.
Segundo, estos fondos mantienen su valor de activos netos a una tasa fija de US$1 por acción, independientemente de los movimientos del mercado. Este factor se justifica desde el punto de vista tributario y contable, en parte porque cambios en los precios diarios de esas inversiones a corto plazo son minúsculos, pero refuerza la idea equivocada de que los mercados de capital son estables y no implican riesgos.
De hecho, la estampida de Reserve Fund ocurrió precisamente porque sus pérdidas ligadas a Lehman lo habían obligado a admitir que el valor de sus activos netos había bajado por debajo de US$1.
El tercer asunto se centra en los bancos no estadounidenses. Debido a que la mayoría de ellos no tienen depósitos en EE.UU., financian los préstamos en dólares al emitir deuda que es comprada por estos fondos del mercado de capitales.
Pero hay una trampa: al pedir prestado fondos a corto plazo que luego distribuyen en créditos por años, los bancos se quedan muy expuestos a los cambios en las tasas de interés, los mercados de crédito y las condiciones económicas.
La opción para los reguladores sería eliminar la valuación fija de los activos netos de los fondos del mercado de capitales, y dejarla flotar, como en el caso de otros fondos de inversión. Esto les permitiría a los inversionistas saber exactamente cuánto dinero está generando cierto fondo y saber cuándo abstenerse de tomar una posición arriesgada.
El único problema es que podría acabar con toda la industria. Tal como me dijo Karrie McMillan, abogada del Investment Company Institute, una asociación de los fondos de inversión, "dejar flotar el valor de los activos netos es la peor opción sobre la mesa".
Una solución más viable sería requerir a los fondos del mercado de capitales que mantengan una reserva de capital, como el colchón requerido para los bancos, para pagarles a los inversionistas durante una crisis.
La SEC está considerando seriamente esta posibilidad, pero aún no ha decidido el tamaño de la reserva. Algunos opinan que debería ser 3% de los activos de un fondo, un nivel que exigiría que la industria recaude US$75.000 millones en capital nuevo.
Los fondos están haciendo presión para que el colchón sea de 1%, argumentando que apenas dos fondos han registrado problemas. Sólo hay que recordar que no ponerle cuidado a los más callados puede llevar a peligros inesperados.
The Wall Street Journal