El ChatGPT es el nuevo chiche tecnológico, al que se le pueden hacer preguntas que contesta a partir de la acumulación del conocimiento humano; qué pasa si se le plantean interrogantes sobre la economía argentina
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El nuevo chiche tecnológico es el ChatGPT, un modelo de lenguaje entrenado por OpenAI que responde online y de manera rápida y eficiente todas las preguntas que se le hacen, gracias al uso de la inteligencia artificial. Hasta ahora, esta tecnología no estaba fácilmente disponible para el gran público, y se usaba principalmente para jugar al Test de Turing, consistente en un evaluador que le hace preguntas a dos interlocutores a los que no puede ver, uno humano y el otro, una computadora. Si la persona no lograba distinguirlos después de algunas interacciones, entonces la máquina pasaba el test, sugiriendo que ya no es posible diferenciar un cerebro natural de uno artificial.
Con ChatGPT no hay que adivinar nada. Sabemos que es un alma artificial. Pero los humanos se empeñan en molestarla y encontrarle su costado débil. Se le plantean dilemas y paradojas y se le piden pronósticos, pero ChatGPT no se inmuta. El Bot contesta a partir de la acumulación del conocimiento humano, y lo hace con precisión y humildad. Reconoce lo que no sabe y no se arroga un saber que no tiene. Cuando se busca información concreta, ChatGPT es implacable. Es Wikipedia multiplicada por millones.
Consultamos a Fernando (Bana) Benegas, socio de Bleett y exsecretario de Innovación y Transformación Digital de CABA (donde creó el Boti de WhatsApp), sobre los impactos del Chat. Desde su perspectiva, habrá avances significativos en educación, en contenidos, en programación y en respuestas simples a cuestiones complejas, pero más interesante es la accesibilidad y también la facilidad de adopción. “Miles de usuarios ya están imaginando su aplicación y el impacto en sus negocios y en sus vidas”, explica. “Una cosa es escuchar cosas de inteligencia artificial casi como en una ciencia ficción, y otra es chatear de manera simple y sin barreras”, agrega.
Una preocupación válida refiere a los riesgos de estas nuevas tecnologías. “Claramente, despierta alertas por tareas que reemplazarían el trabajo humano, y también sobre cuestiones éticas relacionadas con posibles sesgos en las respuestas”, admite Bana. “Incluso, hay casos tenebrosos y a la vez sorprendentes, como el de los dead bots, que permiten chatear con gente que murió, y que mantienen los rasgos de personalidad de aquella persona. Y también hay asistentes virtuales de altísima calidad, con los que cuesta distinguir si estamos hablando con un experto en la materia o con un sistema. Son lógicas las preocupaciones, pero también se abre un abanico de oportunidades.” Las estrategias educativas también se ven amenazadas, porque será casi imposible identificar si una respuesta de un alumno es propia o copiada del ChatGPT. Bana propone dejar de combatir el uso de los dispositivos e incluir de manera imaginativa estos avances en la educación.
“Sabemos que ChatGPT es un alma artificial; pero los humanos se empeñan en molestarla y encontrarle su costado débil”
La capacidad del robot para hallar respuestas precisas parece insuperable en ciencias exactas, pero, ¿qué hay de la economía y, más específicamente, de la traumática economía argentina? Una pocas preguntas revelan rápidamente la táctica del Chat y otorga algunas pistas sobre el estado de nuestra profesión.
El interrogante principal es, sin dudas, nuestra obsesión con el dólar. La máquina asigna esta fascinación a la inestabilidad económica del país que, a su vez, asocia a los controles cambiarios (claro, el Bot sabe perfectamente que aquí le llamamos “cepo”). Y no cree que esta obsesión sea cultural, sino más bien una respuesta a problemas económicos recurrentes en el país. Hasta aquí, una respuesta que podríamos considerar mainstream.
A la consulta sobre el fenómeno inflacionario específico de la Argentina, se aducen varios factores, incluyendo políticas económicas poco estables, un alto endeudamiento y la dependencia de la agricultura y los recursos naturales, más una insuficiente diversificación productiva. Además, sostiene que el país ha tenido problemas para controlar su tipo de cambio, lo que ha llevado a fluctuaciones exageradas en los precios. En esta reflexión se combinan ahora ideas ortodoxas y heterodoxas, mostrando una flexibilidad ideológica interesante. A la hora de recomendar políticas para el país, se proponen las recetas tradicionales: estabilizar el tipo de cambio, controlar la inflación, llevar a cabo reformas estructurales, reducir el déficit fiscal, mejorar la gobernabilidad y propiciar una economía más diversificada.
Otro ámbito sobre el cual mucho se ha discutido en esta columna es la economía del comportamiento, la conexión entre psicología y economía. ChatGPT reconoce que él mismo puede estar sujeto a “sesgos cognitivos”, que pueden estar implícitos en los datos que forman parte de su aprendizaje. Así, el Bot no se reconoce a sí mismo como un prototipo del homo economicus, ese agente representativo que no falla, y que maximiza sin piedad sus intereses económicos personales. ¿No es sugestivo que un agente artificial que posee toda la información disponible no se reconozca como hiper-racional? ¿Quién lo sería entonces?
“La máquina asigna la obsesión de los argentinos por el dólar a la inestabilidad económica del país que, a su vez, asocia a controles cambiarios”
Al economista argentino Daniel Heymann le preocupa la capacidad de los modelos macro que son usuales para entender la economía, en especial para realizar pronósticos. Consultado sobre el porqué de estos fallos, muchas veces recurrentes, el ChatGPT los asigna, además de a la complejidad del sistema económico, al excesivo simplismo de los modelos y a posibles supuestos erróneos en su construcción. Una vez más, si los modelos asumen agentes tipo GPT en su análisis, pero estos mismos agentes consideran que los modelos que los incluyen son simplistas… ¿cómo se sale de esta paradoja? Heymann también ha puesto en duda la obligatoriedad de usar modelos formales en la macro. Para el ChatGPT, la formalización matemática es una técnica importante, pero no la única manera de abordar los problemas económicos. Y en algunos casos puede ser restrictiva, en especial teniendo en cuenta las perturbaciones observadas recientemente.
Cabe la reflexión sobre si las respuestas sobre economía del ChatGPT podrían asemejarse a las que brindaría una divinidad, si tuviera tiempo para responder sobre estas nimiedades, claro. El Bot parece ser amplio, tolerante, humilde y posee un fuerte sentido autocrítico al tratar temas difíciles. ¿Podría entonces ser útil esta herramienta para reducir las divisiones cada vez más marcadas en una sociedad agrietada? Según Bana, es un arma de doble filo. “Una vez que la herramienta es aceptada como válida, después se confía en sus respuestas como verdad absoluta a la cual ya no hace falta pasarle un filtro. Se deben seguir desarrollando habilidades de pensamiento critico por parte de quienes consumimos estas soluciones”, concluye.
“Úsese con cuidado”, podría ser un etiquetado para trabajar con el ChatGPT, en especial cuando se trata de la economía en general y de la economía argentina en particular. Aún así, por ahora lo que tenemos es un robot bastante cuidadoso, casi conservador en sus respuestas. En estos ámbitos, quizá ChatGPT sea mejor herramienta para encontrar problemas que soluciones.
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