El plan Massa viene en 30 cuotas y por TV
El margen de maniobra del ministro de Economia es limitado y lo será aún más a medida que se aproxime el calendario electoral del año próximo
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De buen diálogo con el empresariado, el ministro Sergio Massa suele pinponear su “plan de estabilización” con algunos de sus más antiguos conocidos. Con el correr de las semanas, lo que a muchos de ellos les queda claro es que ese plan muta. Las limitaciones políticas y de la propia macroeconomía son mayores que las que el ministro vislumbró en sus comienzos. Massa es pragmatismo puro.
Con el Mundial de Qatar como telón de fondo, en el equipo económico consideran que, en noviembre, hay terreno fértil para avanzar con algunas medidas antipáticas y hasta apuntalar, de ser necesario, algún salto en el tipo de cambio. Sin embargo, esta última idea empieza a perder fuerza. Por ahora, sólo se está terminando de delinear el nuevo “Ahora 30″, un plan de financiamiento de TV en 30 cuotas, a una tasa de interés subsidiada por el Gobierno (habrá que ver a cuántos argentinos les queda resto en la tarjeta de crédito para aprovecharlo). Niegan cerca de Massa que se esté pensando nuevamente en convocar a un acuerdo de precios y salarios. Aunque hubo llamados a empresas para coordinar una nueva canasta de precios congelados por cuatro meses. Tampoco se descarta que el presidente Alberto Fernández, un líbero dentro de su propio gobierno, una vez más, vuelva a plantear la idea del acuerdo.
Todo indica que el margen de maniobra de Massa es limitado. Y lo será aún más a medida que se aproxime el calendario electoral. El kirchnerismo deja hacer, pero también exige. Como buen equilibrista, Massa ya tendría asignado los fondos para avanzar con un bono de fin de año para los beneficiarios de los planes sociales. En Hacienda estiman que serán unos $30.000 millones en total. Gracias a los ingresos extraordinarios que dejó el dólar soja, así y todo, no habría problemas para cumplir con la meta fiscal consensuada con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El mayor desafío del Gobierno pasa por preservar los dólares que se adelantaron de la soja hasta por lo menos marzo. Desde que arrancó octubre, el Banco Central (BCRA) no deja de perder reservas. Finalizada la oferta extraordinaria de los productores de soja, el mercado de cambios volvió a ser deficitario. Habrá múltiples tipos de cambio disponibles, pero el oficial sigue siendo el menos sostenible de todos. Pese a que el titular del BCRA, Miguel Pesce, acelera cada mes el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial, sigue corriéndole de atrás a la inflación.
Para compensar la escasa oferta de divisas privada, Massa, es cierto, avanza con velocidad en la agenda internacional: esta semana logró destrabar el desembolso de US$700 millones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y comenzó formalmente las negociaciones con el Club de París para refinanciar la deuda de US$2400 millones. Todo indica que las negociaciones con el Club llegarán a buen puerto siempre y cuando la Argentina se comprometa a pagarles a los países acreedores en la misma proporción en la que se vayan cancelando las deudas que hay con China. Tanto Japón como Estados Unidos y Alemania –algunos de los países con mayor ponderación dentro del comité de acreedores– vienen advirtiendo que no hay acuerdo si esa condición no se cumple. La geopolítica pesa por estos días más que las finanzas. Menos relevante en esta negociación es la tasa, en donde sí habría buena predisposición de los acreedores para aceptar una quita. (Aún con la suba a nivel internacional, la tasa del 9% que había pactado Axel Kicillof en su momento con el Club de París luce altísima).
También la próxima revisión del FMI parece estar semicocinada. “Mientras la Argentina muestre que está haciendo un esfuerzo por cumplir las metas, hay vocación de acompañar. No hay intención de provocar un estrés político –confía una fuente con llegada a los burócratas del organismo–. Pero, al mismo tiempo, es un país de ingresos medios sería injusto para cualquier país africano ver que recibe semejante ayuda sin hacer esfuerzos”, subrayó.
Fuera de la agenda internacional, la oferta local de dólares podría hacerse rogar bastante más de lo que espera el Gobierno. En el BCRA ruegan porque la suba de tasas –y el encarecimiento del financiamiento en pesos– obligue a los productores de trigo y maíz, para los cuales no hubo un “dólar premio”, a liquidar sus divisas para financiar sus gastos. Pero no parece tan evidente que vaya a suceder. Lo mismo que el anuncio de Massa de avanzar con la licitación del espectro 5G, en febrero próximo, para recaudar otros US$1400 millones. ¿Qué empresa de telecomunicaciones estaría dispuesta a hundir semejante capital en la Argentina mientras las tarifas actuales todavía se encuentran judicializadas? “En 2014 –recuerda un hombre de la industria–, por el 4G se pagaron US$1200 millones. Pero era otro contexto, las empresas eran otras, valían mucho más de lo que valen hoy, y además, en pleno kirchnerismo, había gobierno, había un rumbo, guste o no, pero era un rumbo más claro que el que hay hoy”, se sinceró.
Tampoco parece muy evidente que las amenazas de Massa de un acuerdo de intercambio automático de información entre la AFIP y su par en los Estados Unidos, la Internal Revenue Service (IRS), vayan a surtir efecto entre los cientos de miles de argentinos que tienen dólares no declarados en el exterior. Por lo pronto, porque quienes están detrás de estos temas saben que todavía el trámite no está siquiera avanzado. Y no habría altas chances de que suceda en el mediano plazo tampoco.
Así las cosas, todo indica que en las próximas semanas la política cambiaria pasará por habilitar algún nuevo tipo de cambio para algún sector determinado –”siempre y cuando no tenga impacto en el índice de precios o en la mesa de los argentinos”, subraya la fuente– y por controlar con mayor firmeza la demanda de divisas para la importación. En los pasillos del 58° Coloquio de IDEA, en Mar del Plata, más que figuritas, los ejecutivos de grandes compañías se dedicaron a intercambiar sus penurias en materia aduanera: algunos tienen frenados autos de alta gama; otros, buses eléctricos –que se pensaban usar para trasladar a los alcaldes que vienen la a Cumbre Mundial de Alcaldes, C40, la semana que viene a Buenos Aires–; otros, autopartes, insumos, y otros, hasta arbolitos de Navidad para las fiestas. “No están habilitando nada”, resumió el CEO de una multinacional.
Los problemas para importar y los conflictos sindicales dominaban las conversaciones de pasillo de la principal convención empresaria de la Argentina. Las empresas que están en el corredor Norte del Conurbano bonaerense y en algunos distritos de la zona Sur ya se están anticipando a una mayor conflictividad. “La izquierda siempre lo hace en tiempos de elección. Y el problema es que no busca negociar, porque solo le interesa el conflicto; mostrarse para ganar visibilidad de cara a la elección”, explicó un ejecutivo con amplísima experiencia sindical. El problema no es exclusivo del sindicato de los neumáticos. Ya quedó claro con el paro que la UOM –metalúrgicos– decretó en los últimos días en la planta de Techint en Valentín Alsina, que estaba operando con turnos extra para poder avanzar en la fabricación de los tubos para el gasoducto Néstor Kirchner, tal vez, la obra de infraestructura más importante del momento. A pocas cuadras, en la planta de electrodomésticos Pilisar –que fabrica productos LG y Whirpool, entre otros– se logró desactivar un conflicto que apuntaba en la misma dirección.
“Nosotros dimos la orden de no tomar gente”, dijo, resignado, un ejecutivo de una multinacional en una situación similar. “Preferimos pagar horas extra, que aumentar el personal temporario, porque en la Argentina de un día para el otro te cae la demanda 10% y quieres achicar y te paran todo”, explicó. No por nada, pese a que todavía muchas empresas ganan dinero, el empleo privado no crece. Mario Casasco, director ejecutivo de Centro de Desarrollo de Pymes del CEMA, convalida el fenómeno también entre las empresas de menor porte: las empresas tienen miedo de aumentar su plantilla en blanco.
Sin mucho más rumbo que el de un Gobierno que sólo aspira a navegar hasta las elecciones, entre las multinacionales también están quienes esperan el momento oportuno para salir. Es el caso de la italiana Enel, con su inversión en Central Puerto, o del fondo norteamericano Orazul, responsable de la hidroeléctrica Planicie Banderita. Hace meses que hay sondeos entre players del sector en búsqueda de interesados. Por ahora, sólo responden los mismos de siempre, como Marcelo Mindlin o Carlos Miguens, entre otros empresarios nacionales. Historias de una Argentina paralizada.
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