El plan de Massa: un WhatsApp, una alarma y un informe reservado para apagar la euforia
Un diálogo amistoso con un enemigo de Cristina Kirchner, los secretos del grupo de chat por el que pasa el futuro de la Argentina y la limpieza de viejos funcionarios dominaron el desembarco de Sergio Massa; una actitud sorprendente del albertismo demora una decisión clave; el martes, día D para el relanzamiento del Gobierno
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Mañana de frenesí y apetito en el Ministerio de Economía. El último jueves, Sergio Massa convocó a su equipo al quinto piso del Palacio, horas después de sus anuncios para estabilizar la economía argentina. La primera polémica surgió a propósito de las medialunas.
Había dos bandejas hacia el centro de la mesa, pero rápidamente se las llevaron a las puntas. Los flamantes funcionarios señalaron a dos compañeros: el propio ministro y José Ignacio de Mendiguren, titular de Producción. Estaban mejor custodiadas, pensaron, al lado de Raúl Rigo, que volvió esta semana a la conducción de la Secretaría de Hacienda.
Rigo es una pieza sobresaliente en el engranaje de Massa. Por eso fue uno de los que expuso en términos más crudos. Se ganó un apodo. Lo llaman el antipático, porque mira planillas, las defiende y las discute. Dijo que todo tiene que entrar en el presupuesto. Es una sorpresa para el kirchnerismo: los números son importantes para el manejo de las cuentas nacionales.
Massa buscó imponerle ritmo a la gestión, una promesa que le hizo a Cristina Kirchner. Los acotó a que esa misma tarde cada miembro del equipo tuviera definidas cinco necesidades de sus áreas y la misma cantidad de soluciones. Es un método similar al que usa su amigo Horacio Rodríguez Larreta para gobernar la Ciudad de Buenos Aires.
Todos cumplieron. A partir de las 17 del jueves, el nuevo chat por el que pasarán los destinos del país explotó de mensajes. Se llama Mecon - Massa y los administradores son Raúl Pérez, mano derecha del ministro en su paso por Diputados, y el propio ministro. El mismo se llevó una tarea fuera del manejo de la crisis: quiere reformar las oficinas de Hacienda para hacerlas más tecnológicas.
La aceleración de los últimos días debería verse en medidas concretas a partir de pasado mañana. El martes se podría resolver el entuerto del viceministro y el jueves se conocerían los ajustes de tarifas. Son dos días de riesgo. También están en redacción decretos para premiar a las exportaciones por encima del año pasado.
La nube de algarabía que envolvió al ministro en los días previos a su asunción empezó a disiparse esa misma mañana de jueves, cuando un movimiento de pinzas comenzó a cerrarse sobre el funcionario.
A las 10, hora de Nueva York, varios bancos influyentes de Wall Street comenzaron a enviar informes con valoraciones negativas sobre los primeros pasos del nuevo ministro que se viralizaron en los teléfonos del círculo rojo en la Argentina. Hacia la tarde comenzó la contraofensiva: el entorno de Massa difundió otros reportes, más auspiciosos. El ministro lo sabe: las señales en inglés son importantes.
La oposición respiró aliviada después de escucharlo en su primera conferencia de prensa. Un brief reservado de Hernán Lacunza que circuló en la misma noche del último miércoles entre dirigentes de Juntos por el Cambio le restaba chances visibles de éxito al nuevo ministro, a menos que avanzara más allá de la frontera de lo que había dicho. Y el diputado Luciano Laspina condujo un Zoom con los integrantes del bloque con definiciones lapidarias.
Lacunza es el economista de confianza de Horacio Rodríguez Larreta y de María Eugenia Vidal, aunque también habla con Mauricio Macri y Elisa Carrió. Laspina tiene contacto con todos los anteriores, con sus compañeros de bloque y con Patricia Bullrich. El jueves por la mañana, casi todo el arco opositor tenía el mismo diagnóstico pesimista sobre el futuro de la economía, útil para apagar la inquietud electoral que había encendido el relanzamiento del Frente De Todos.
Nada de lo anterior debería incomodar demasiado a Sergio Massa, el perdedor más exitoso de la historia política reciente de la Argentina. Su llegada a Economía está enredada en una paradoja: inició el camino al ministerio que ahora maneja casi en la misma tarde en la que Cristina Kirchner y Alberto Fernández rechazaron su designación, algo que les reclamaba en las reuniones en la Quinta de Olivos.
Los integrantes de la fórmula presidencial habían elegido a Silvina Batakis, pero Massa catalizó la derrota colocando nombres propios en el equipo de la nueva ministra. Se los podría llamar dobles agentes, si no fuese por un detalle. Sorprendida por su propia designación, la efímera ministra aceptó la colaboración de quien 24 días después de su nombramiento, la desplazó.
La avanzada de Massa en Economía estuvo liderada por Lisandro Cleri, a cargo en la gestión de Batakis del estratégico comité asesor de la deuda e interlocutor preferencial con los bancos.
Cleri estuvo acompañado por otros nombres que llegaron antes que Massa. El secretario de Finanzas, Eduardo Setti, formaba parte de la gestión de la exministra, al igual que Federico D’Angelo y Pablo Carreras Mayer, todos exalumnos de la escuela de gobierno del Frente Renovador. El precursor Guillermo Michel hacía más tiempo que manejaba la Aduana.
El propio Cleri actuó como reclutador de talentos de Massa horas después de que echaran a su jefa, Batakis. El jueves 28 de julio, cuando se oficializaba el cambio de nombres, el especialista en finanzas -a quienes sus compañeros le adjudican condiciones por encima del resto para entender el funcionamiento de los mercados y una calidez humana encomiable- inició una ronda de llamados a personajes destacados de la dirigencia. Es probable que buscara llenar varios casilleros en el organigrama de Massa, pero se destacaba en particular el sillón del Banco Central, que hoy ocupa Miguel Pesce, amigo de Alberto Fernández.
Massa y Cristina Kirchner tienen miradas distintas sobre la economía, pero la misma mirada sobre algunos funcionarios. Ambos cuestionaban al exministro Martín Guzmán y creen que Pesce es el encargado de garantizar que haya más dólares en el Banco Central, algo que no ocurre.
En distintas conversaciones, Massa les pidió a Alberto Fernández y a la vicepresidenta manejar la AFIP, un lugar que quedó en manos del híper cristinista Carlos Castagneto, y el Banco Central. Fernández retuvo ese lugar para Pesce, pero Massa puso al reclutador Cleri en la vicepresidencia. Reemplazará allí a Sergio Woyecheszen, el yerno del titular de la AFI, Agustín Rossi, uno de los albertistas más entusiastas. Es probable que Pesce ni siquiera pueda estirar los brazos en su oficina sin chocarse con su nuevo compañero, Cleri. Tiene un punto a favor: tanto Guzmán como Batakis intentaron correrlo o limitarlo, pero perdieron.
Cleri manejará la mesa de operaciones del Banco Central, desde donde se compran y venden bonos. Se destaca en ese rubro, hizo hasta ahora un buen trabajo para el Gobierno en la Anses y mantiene el contacto con los bancos. Quién husmee en su pasado reciente encontrará detalles que pueden resultar sorprendentes.
La mano derecha de Massa colaboró hasta hace semanas de manera informal con el equipo top de economistas que trabajan en un plan para el próximo gobierno bajo el mando de Carlos Melconian en el Ieral, el instituto de la Fundación Mediterránea, cuna académica de Domingo Cavallo.
Cleri comenzó a tener relación con Melconian luego de varias visitas a su estudio. Desarrollaron una química recíproca. También con Rodolfo Santángelo, socio histórico de Melconian, según explicó un amigo en común de todos ellos. La valoración positiva de Cleri por parte de Melconian es tal que le aconsejó tomar la vicepresidencia del Banco Central para seguir formándose técnicamente. El economista amigo de Mauricio Macri lo tendría en consideración si le tocara en el futuro conducir el área en otro gobierno.
Cleri está llamado a hacer cosas importantes en la gestión del nuevo ministro. Un poco por capacidades propias, pero también por los problemas que tuvo Massa para conformar su equipo. Él mismo les envió mensajes a quienes pudieran torcer la voluntad de las personas que invitaba y rechazaban la propuesta. Algunos, por cuestiones personales. Otros, no.
Hay una foto delatora. El pasado martes 10 de mayo por la noche, Massa hizo un asado en su casa con su dream team de economistas para mostrar su solidez en esa área cuando los cuestionamientos a Guzmán se hacían a cielo abierto. Junto a Cleri y Marco Lavagna (Indec) estaban Martín Redrado (exBCRA), Miguel Peirano (exEconomía), Diego Bossio (exAnses) y su socio en la consultora Equilibra, Martín Rapetti.
Varios de los que aparecen en la foto están molestos, rechazaron sumarse al equipo y se sienten usados. Es parecido a lo que le pasa a Silvina Batakis, víctima de un destino cambiado. El dólar comenzó a bajar casi al mismo tiempo en el que la desplazaban. El massismo le adjudica la descompresión cambiaria al enroque de nombres, pero economistas y empresarios no le restan mérito a las medidas que se habían dispuesto en la breve gestión de la echada.
Otros eligieron estar cerca de Massa, pero lejos del Gobierno. Gabriel Delgado limitó su presencia a una unidad del Ministerio de Agricultura, cuando era el candidato a presidirlo, y Daniel Marx gravitará en un consejo consultivo -será compañero de Batakis- fuera de los ravioles del Estado. Ya comenzó a colaborar. Varios bancos lo llamaron interesados en los repos (deuda con recompra). Marx le reenvió los mensajes a Cleri.
Massa tiene problemas mayores. Relatados con el estilo de una crónica, la sucesión de hechos es contundente. Anteayer a las 9.45, una fuente incuestionable de Economía confirmó la incorporación de Gabriel Rubinstein como número dos del ministro. Massa tenía previsto tuitear la noticia a primera hora de la tarde. No ocurrió, creció la inquietud y llegó por la noche a las redacciones un mensaje distinto. El ministro se tomaría hasta el martes próximo para definir a su número dos. Massa no descarta aún a Rubinstein, quien no estaría del todo convencido a sumarse, pero está buscando por otro lado.
Otro candidato a ocupar un casillero en blanco es Federico Bernal. Está desconcertado. Cristina Kirchner lo propuso para ocupar la Secretaría de Energía, clave para avanzar en el plan de ajuste light, pero lo están vetando desde adentro. No es Massa, con quien Bernal tiene una relación amable, sino el círculo de Alberto Fernández. Es una de las escasas señales de que las adyacencias del Presidente aún tienen apetito por discutir el poder.
Bernal está recluido en el Enargas y busca alejarse de las operaciones. En su entorno hay quienes aseguran que hasta Fabián De Souza participa en la discusión por quién será el próximo titular de Energía. El dueño de C5N lo niega, aunque mantuvo en los últimos seis meses conversaciones frecuentes con Julián Leunda, jefe de asesores de Alberto Fernández, sobre la cuestión energética.
La cercanía de los tres nombres anteriores quedó retratada en un hecho histórico. Leunda estaba comiendo un asado con Alberto Fernández en la casa de De Sousa en Puerto Panal (Zárate) el día en que Martín Guzmán renunció.
Massa pisa con descuido las flores del jardín sagrado kirchnerista. Se apura para poner en marcha un aumento de tarifas que lucirá radical en comparación con la abulia que mostró en ese terreno el Gobierno hasta ahora. Será la prueba más exigente para determinar de qué aleación está hecho el pacto con Cristina Kirchner, ya que el tarifazo se le atribuirá al kirchnerismo y tensionará el humor social en un contexto de alta inflación. Ocurriría el jueves.
Será el inició de un ajedrez arriesgado que determinará las posibilidades de éxito de Massa. Es curioso: también está mencionado en los informes reservados de Juntos por el Cambio como el saldo más sustancial de los primeros anuncios del ministro. Es una herencia positiva para un eventual futuro gobierno, como dijo el propio Massa del cepo heredado de la gestión de Mauricio Macri, ya que tiende a acomodar las cuentas públicas y paga el costo político del ajuste.
Un dialogo casi inverosímil para el paladar negro kirchnerista ocurrió el jueves por la tarde. Massa tuvo un encuentro virtual con el presidente del BID, Mauricio Claver Carone para que envíe rápido cerca de US$750 millones a la Argentina. Claver Carone es un exfuncionario de Donald Trump que favoreció el préstamo de US$44.000 millones del FMI al país en la gestión de Mauricio Macri.
El senador kirchnerista José Mayans inmortalizó el nombre Claver Carone en una denuncia contra el expresidente que los legisladores del Frente de Todos presentaron el año pasado. Cristina Kirchner fue la promotora.
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