Mientras recogían algodón en las plantaciones que abundaban en Mississipi a mediados del siglo XIX, sus abuelos esclavos no pudieron ni siquiera imaginarlo, pero un día alguien de su propia sangre cautivaría a todos con su voz, escalaría hasta lo más alto de los rankings y se convertiría en un icono del soul. Ese prodigio musical sería Sam Cooke, un cantante que alcanzó el estrellato en los años 50, pero que una noche, cuando estaba en su mejor momento, fue misteriosamente asesinado a tiros en un motel de Los Ángeles .
Samuel Cook, tal su nombre original (la costumbre hizo que pasara a ser llamado Sam y él mismo se encargó de agregarle una "e" a su apellido), había nacido el 22 de enero de 1931, en Clarksdale, Mississipi, al sudeste de los Estados Unidos . Era hijo de Annie Mae y del reverendo Charles Cook, ministro de la iglesia evangélica.
Cuando tenía dos años, se mudó con sus padres y sus siete hermanos a Chicago . Muy pronto reveló una voz angelical, por lo que ya desde su más tierna infancia comenzó su carrera musical. Primero, junto a sus hermanos, en un cuarteto llamado The Singing Children, y más tarde, ya en su juventud, en el grupo de góspel Highway QCs.
En 1950, con tan sólo 19 años, tuvo su gran oportunidad al entrar al grupo The Soul Stirrers, con el que empezó a ganar gran fama dentro de las audiencias del góspel. Como además de cantar maravillosamente era un hombre muy atractivo, las mujeres llenaban el templo para ver, más que escuchar, al joven Sam.
No tardó mucho en ser captado por representantes que lo entusiasmaron para interpretar música secular. Para no perder audiencia góspel, que era reticente a aceptar músicos que interpretaran música profana, grabó bajo el seudónimo de Dale Cooke, y tuvo gran éxito con Lovavle. Pero todos descubrieron que esa eximia voz era la de él.
Así que, luego de idas y venidas con Art Rupe, uno de los máximos dirigentes de Specialty Records, discográficas con la que grababa The Soul Stirrers, él dijo: "La música de Dios me gusta, pero la música del diablo me hace bailar". Fue así cómo firmó contrato en 1957 con Keen Records y su primera grabación, You send me, se mantuvo durante seis semanas en el número uno. A partir de ahí, tal como puede verse en el documental "El doble asesinato de Sam Cooke", que se emite por Netflix , su carrera fue meteórica.
Por su canto fluido y su voz aterciopelada, más que "el Sinatra negro" se lo podría haber llamado "el Nat King Cole del soul", ya que fue uno de los grandes pioneros de este ritmo. Pero no son pocos los que actualmente lo llaman el "Elvis negro". Los estadounidenses se agolpaban frente al televisor para verlo y oírlo cantar. Un amigo de aquella época cuenta en el documental mencionado: "Éramos 30 o 40 personas frente al televisor esperando que saliera Sam. Era como ver a Dios".
Alejandro Lingenti, colaborador de este diario en temas de música, remarca que Cooke fue el primer músico negro en fundar su propio sello, SAR Records. "Pero además abrió una firma de publicidad y management, y una de edición de discos. Componía, cantaba y era su propio empresario, lo cual le permitía negociar los mejores contratos", comenta.
Cooke se hizo conocido por todos. El propio Elvis Presley pidió conocerlo. Se hizo amigo de un Muhammad Alí que todavía no había noqueado a Sony Liston, pero ya se consideraba a sí mismo el más grande del boxeo. Otro que se convirtió en su amigo fue Malcom X, el orador, ministro religioso y activista estadounidense que sería asesinado en 1965.
Cooke, que manejaba su imagen y su carrera con gran prudencia, comenzó a comprometerse con todo lo que tenía que ver con la identidad negra y las muestras de rebelión de los tempranos 60, pero siguió convocando a un público mixto: de blancos y negros. "Era un hombre muy comprometido con los derechos civiles de los afroamericanos", destaca Lingenti.
Apenas pasados sus 30 años, Sam Cooke, el hombre que impuso el peinado afro, era considerado el rey del soul, se había convertido a la vez en un empresario que ganaba millones de dólares y todo el mundo opinaba que su voz era mágica. El hombre estaba en su mejor momento; tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que te arruina la vida.
La noche del jueves 10 de diciembre de 1964, Sam fue a comer con unos amigos a un conocido restaurante de los Ángeles. Tal como subraya Lingenti, era una persona muy noctámbula y muy mujeriega. Tomó unas copas de más, alardeó con un fajo de dólares y se marchó del lugar del brazo de una belleza euroasiática: Lisa Boyer, una prostituta que lo había atraído desde la barra. A partir de ahí, todo fue raro.
Unas horas después, ya en la madrugada del viernes 11 de diciembre, Lisa Boyer llamó al 911 desde una cabina telefónica y denunció que Cooke la había llevado a un motel contra su voluntad y había intentado violarla. Cuando la policía llegó al lugar, encontró a Cooke muerto a tiros en el piso. "Estaba semidesnudo. Sentado, pero derrumbado hacia un lado. Sólo tenía una chaqueta puesta encima y su cabeza estaba inclinada hacia la pared de entrada de la recepción del hotel", se describe en una nota del diario español El Mundo.
La dueña motel La Hacienda, Bertha Lee Franklin, dijo que le había disparado ella misma en defensa propia. El caso nunca quedó aclarado. "Se habló mucho sobre el tema y se especuló con que lo había mandado a matar la mafia de la industria discográfica, porque el cantante había despedido a su manager, J.W Alexander, y lo había reemplazado por Allen Klein, el mismo que fue mánager de los Rolling Stones y de los Beatles ", relata Lingenti.
A casi 55 años de su muerte, la verdad sigue sin aparecer. Se terminó así, envuelta en el misterio, la vida del hombre cuyo último hit fue entonado por Barack Obama, al asumir su presidencia. Esa noche de 2008, el primer presidente negro de los Estados Unidos parafraseó la letra de letra "Un cambio va a llegar" y cantó: "Ha tardado en venir, pero esta noche, el cambio ha llegado a América".
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