El peso de la economía china acentúa el riesgo de contagio para otros mercados
El derrumbe de las bolsas mundiales de la semana pasada comenzó con personas como Wu Yizhang. El jubilado de 65 años acababa de instalarse frente al tablero de operaciones en su sala de corretaje favorita de Shanghai en la mañana del jueves cuando vio la caída en picada del mercado. Wu entró en pánico y vendió acciones.
El mercado de Shanghai es pequeño y aislado. Su capitalización es menos de una cuarta parte de la de la Bolsa de Nueva York. Apenas 37% de sus acciones están disponibles para ser transadas y los inversionistas extranjeros poseen una fracción diminuta. La divisa china, el yuan, también está sujeta a estrictos controles mientras que el enorme sistema bancario de China tiene lazos relativamente débiles al del resto del mundo.
Aun así, la oleada de ventas provocada por Wu y sus compatriotas, junto con la decisión del gobierno de devaluar el yuan, causó estragos en los mercados mundiales de acciones, divisas y materias primas.
Hasta el año pasado, pocos prestaban mucha atención a lo que sucedía en la Bolsa de Shanghai, que tiene un historial de pronunciados altibajos. A mediados de 2015, una brusca caída del Índice Compuesto de Shanghai, tras de un alza de 60%, combinada con una sorpresiva devaluación del yuan, desató un derrumbe global de los mercados. La atención se disipó pronto y la Bolsa de Shanghai cerró el año con un aumento de 9,4%.
El desplome de la semana pasada volvió a demostrar el peso de China en los mercados. Para muchos, también sugirió una posibilidad más nefasta: que el gobierno no esté manejando bien la economía. Eso podría tener consecuencias desastrosas para los precios de los bienes y los commodities y, por ende, los mercados mundiales.
China representa alrededor de 11% del Producto Interno Bruto del mundo, 12% de su consumo de petróleo y cerca de la mitad de la demanda de acero. Es el principal socio comercial de numerosos países, entre ellos Australia, Brasil y Corea del Sur, y absorbe exportaciones equivalentes a más de 10% del PIB de Singapur y Taiwán.
Pese a los estrictos controles cambiarios y bancarios que aíslan a China de buena parte de lo que acontece en el sistema financiero global, su enorme presencia en el comercio la vincula en forma cada vez más estrecha al resto del mundo. Su explosivo crecimiento benefició a las bolsas occidentales, como la de Fráncfort, donde abundan empresas manufactureras que venden máquinas y equipos a China.
Ahora, tales lazos pueden ser un lastre. En Europa, cuyas empresas derivan 10% de sus ingresos de la región Asia-Pacífico, el índice Stoxx Europe 600 acumula un descenso de 7% en 2016, mientras que el DAX, de la Bolsa de Fráncfort, ha cedido 8,5%.
Europa es en particular vulnerable a la desaceleración de la economía china. Su crecimiento ha sido anémico y el continente depende de las exportaciones para llenar el vacío. Casi 10% de las exportaciones de los 28 miembros de la Unión Europea se dirigen a China.
Las compañías de Estados Unidos, en cambio, obtienen sólo 5% de sus ingresos de Asia-Pacífico y pueden aprovechar el mayor dinamismo de la economía estadounidense. El índice S&P 500 registra un retroceso de 6% este año.
De todos modos, en el caso del resto de Asia, América Latina y cualquier país que depende de las exportaciones de recursos naturales, el impacto del enfriamiento de China ha sido abrupto.
Un canal vital de influencia ha sido el yuan, que la semana pasada cayó 1,5% frente al dólar en un intento del Banco Popular de China de orquestar una devaluación ordenada de la moneda en el mercado onshore. En el mercado offshore, no obstante, la moneda, que se cotiza libremente, retrocedió en forma precipitada y redujo drásticamente el valor de las divisas de sus principales socios comerciales. El dólar australiano, por ejemplo, perdió 4,4%. El yuan cerró al alza el lunes tanto en China como en el mercado offshore.
Los controles cambiarios hacen que el volumen de transacciones en China sea relativamente modesto, al rondar los US$300.000 millones diarios en los mercados interno y offshore, para una economía de US$10 billones, según cifras del banco central y de HSBC Holdings PLC. En cambio, el volumen de transacciones del yen es de US$1,2 billones diarios a pesar de que el PIB japonés equivale a menos de la mitad del de China.
El debilitamiento del yuan abarata los productos chinos en el exterior, una mala noticia para sus competidores. Los inversionistas también resaltan que interpretaron la devaluación de la semana pasada como una señal de que la economía china se desaceleraba con más fuerza de lo previsto, lo que sembró confusión sobre los objetivos de largo plazo del gobierno. Los mercados empezaron a apostar a una devaluación de las divisas de países como Corea del Sur, el mayor exportador a China, o Malasia, cuyas ventas al gigante asiático constituyen 8% del PIB.
En su oficina de Taipéi, Jasmine Wu, gestora de fondos de Fuh Hwa Securities Investment Trust, comenzó a reducir su exposición a divisas como el ringgit malasio y el baht tailandés el lunes pasado, tras enterarse de que el Banco Popular de China había debilitado el valor del yuan. Wu administra un portafolio de bonos de países de Asia emergente en moneda local y quería protegerse del riesgo de una caída en el valor de la deuda denominada en esas divisas.
El jueves pasado, mientras el yuan se seguía depreciando, Wu tenía cobertura de hasta 70% de su exposición a monedas asiáticas y el viernes redujo sus posiciones en wones de Corea del Sur y dólares de Singapur, que acumulaban descensos de 2,7% y 1,7%, respectivamente, este año hasta el viernes.
Los inversionistas dicen que el desempeño de las divisas asiáticas ahora gira en torno al yuan, en lugar del dólar. La depreciación del yuan ayuda a las siderúrgicas chinas, que pueden reducir los precios y aumentar sus exportaciones a países como Colombia y Brasil, lo que deprime más los precios del acero y sus componentes.
Sentado en su oficina con vista al puerto en Middelfart, Dinamarca, el corredor de petróleo Michael Nielsen cuenta que recibió llamadas de clientes en estado de pánico toda la semana pasada.
China es el segundo consumidor de petróleo del mundo después de EE.UU. y su demanda empieza a flaquear. Eso ha afectado los precios del crudo así como los de las divisas de exportadores de petróleo como Rusia, que es la mayor fuente de petróleo de China.
Nielsen señala que el derrumbe de las acciones chinas la semana pasada volvió a ensombrecer el ánimo del mercado. El jueves pasado, el día en que el índice de acciones líderes de la Bolsa de Shanghai cayó 7% y las transacciones se suspen-dieron, el precio del crudo de referencia Brent retrocedió a su menor nivel en 11 años y medio y se ubicó por debajo de US$33 el barril. Nielsen ya había vendido sus posiciones en petróleo el día anterior.
En Shanghai, Wu cuenta que perdió 10.000 yuanes (unos US$1.500), alrededor de 10% de sus inversiones, la semana pasada y dejó de invertir en acciones. Los reguladores chinos han anunciado medidas para convencer a personas como él de que todo está bajo control.
Yifan Xie en Shanghai y Tommy Stubbington en Londres contribuyeron a este artículo.
The Wall Street Journal