El odio en el lugar menos pensado: una plegaria contra Cristina
Historia de un extraño mensaje encontrado en una iglesia porteña
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El mensaje era patético y, en el amplio sentido de la palabra, desubicado. Estaba escrito en imprenta, mayúsculas y birome colorada. El color del aplazo. En el otoño de 2019, ya bien adentrada la crisis económica de Macri y en año electoral, yo participaba ese domingo por la tarde de una misa en Las Esclavas, frente a la plaza Vicente López. Me había acercado al costado del altar, bien adelante, intentando sin éxito que uno de mis hijos, entonces con 4 años, no se distrajera. Imposible: él deambulaba por los bancos y los escalones, iba y venía. De repente vi que se detenía frente al Sagrario y, del pie tallado que todavía lo sostiene, sacaba un rollito de papel que alguien había empotrado entre las hendijas de la madera, como en el Muro de los Lamentos. Lo empezó a abrir. Yo lo seguía de reojo, pero decidí sacárselo de la mano al advertir que había en el papel un breve texto y, en particular, un nombre que me llamaba la atención desde lejos. Decía así, con faltas de ortografía: “SEÑOR JESUCRISTO LLEVATELA A CRISTINA ELIZABET FERNANDEZ DE KIRNER [SIC]”.
Lo leí rápido, incómodo y con la sensación de que alguien me estaba mirando. Mi primera reacción fue de desconcierto. No sabía si había hecho bien en abrirlo; se suponía que era algo privado de un anónimo. “Viva el cáncer”: recordé en ese momento. Aquel agravio callejero a Eva Perón. ¿Qué debía hacer con el papel? ¿Devolverlo a la hendija? No es una costumbre católica esa de dejar mensajes en las iglesias, menos en los sagrarios y menos que menos andar rezando para que alguien se muera. Y aunque tampoco era ese lugar de tentaciones, yo sentí una muy fuerte, la de dar vuelta el papel para ver si tenía algo más. Consentí y leí. El segundo texto, también con errores y sin puntuación, decía así: “FUERA PERONISMO KIRCNERISMO LIBRNOS SEÑOR DE TODOS LOS CRIMINALES SUELTOS AMEN [SIC]”. Lo guardé en el bolsillo y seguí escuchando la celebración. Lo analizaría en casa.
Al llegar se me sumaron dudas. ¿Cuál podría ser el perfil de feligrés que, desoyendo no ya la democracia, sino la doctrina cristiana entera, se toma el trabajo de elevar una plegaria para que alguien se muera? ¿En qué clase de Dios creerá? ¿Confiará en ser escuchado? ¿Será un hombre, una mujer? ¿Podría ser un loco? ¿Un rico, un pobre? Hay un cuento de Chéjov en el que un tímido oficial del ejército invitado a un banquete recibe, por error, en un cuarto oscuro al que entró perdido en medio de la casa, el beso de una novia ajena que lo ha confundido con otro y que sale rápidamente, nerviosa y sin darse a conocer. Cuando vuelve al salón principal, el oficial se dedica durante la comida a recorrer las caras de las invitadas, mientras teje conjeturas sobre quién pudo haber sido la anónima que le dio el beso, algo que nunca descubre y que ocupará sus pensamientos durante un verano entero. Admito que, cada tanto, arraigado en mis prejuicios, me detengo en las caras de mis vecinos imaginando posibles autores del rezo contra Cristina Kirchner.
Pero son elucubraciones absurdas, imposibles de resolver porque el mensaje, que guardé durante un tiempo en una mochila y se me terminó de arruinar un día de tormenta sin paraguas, pero al que ya le había sacado por las dudas una foto, tiene cabos sueltos. ¿Habrá sido la travesura de un adolescente? ¿Los adultos de Recoleta no saben escribir el apellido Kirchner? El episodio sirve al menos para mostrar la peor parte de una fractura social que los dirigentes de la Argentina prometen siempre saldar pero que, al mismo tiempo, utilizan en tiempos electorales. Y, en un análisis más de consorcio, para exponer la extraña convivencia entre una líder y un barrio que en general no la vota y la resiste. Ningún vecino de Angela Merkel, Biden o Piñera será nunca noticia: nos atraen los de Cristina Kirchner por la enorme influencia que ejerce sobre la política entera una ex presidenta que ha tenido resultados económicos muy discutibles en sus tres gobiernos, que acumula causas en la Justicia y que incluso acaba de perder en su principal bastión electoral, pero cuyos silencios terminan siendo más gravitantes que todos los discursos. Cada vez que decide callar por unos días sentimos que, para bien o para mal, el rumbo del Gobierno es todavía más incierto. ¿Es sólo carisma? ¿Incapacidad del resto de la dirigencia?
Son los misterios de “La Señora del 5°”, como le decía alguien del edificio que ella eligió para vivir pese a que podría hacerlo en cualquier otro lado y que, por ejemplo, éste no tiene estacionamiento y la obliga a bajar desde el auto a la vereda. Tal vez Cristina Kirchner sea también en cierto modo la expresión de una Argentina difícil de entender. Ambas parecen moverse más por impulsos emotivos que bajo los lineamientos de un plan. A tientas, como las manos de mi hijo antes del rollito de papel. Después de todo, además de una canallada, rezar por la muerte es también un contrasentido.
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