El ocaso de los cortes de cinta: en campaña, los subsidios directos les ganan a las inauguraciones
Las partidas del Ministerio de Desarrollo Social para financiar la tarjeta Alimentar o el plan Potenciar Trabajo, con alto grado de ejecución, son mucho más grandes que las que se destinan a obra pública
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Hace no tantos años, los tramos finales de una campaña presidencial estaban matizados por inauguraciones. Era una romería de cinta celeste y blanca, tijera, aplausos y fotos. Pero los tiempos cambiaron y aquellos actos políticos, coloridos y sonrientes, ya son un recuerdo de otra época. Ahora mandan los subsidios y el dinero fresco. El imperio del “plan platita”.
El gobierno nacional, lleno de urgencias electorales, y a falta de un plan de infraestructura serio y con pragmatismo político al extremo, ha reemplazado ladrillos por dinero fresco. “El cemento no se come”, le gritaba el kirchnerismo a Juntos por el Cambio cuando en el final de la presidencia de Mauricio Macri se utilizaba aquella receta en la campaña.
Ahora ya no se ven demasiados actos. En principio porque ya no quedaron proyectos importantes después de que se montara la escenografía del acto de apertura de llave en el gasoducto Néstor Kirchner. Pero hay algunas otras razones más. La primera es la falta de figuras relevantes para poner en el palco.
Por caso, el presidente Alberto Fernández es poco menos que un fantasma en la campaña: no solo no lo quieren mostrar, sino que ya casi nadie lo acompaña en sus viajes. De hecho, esta semana estuvo en Asunción. A diferencia de otras épocas, en las que sus comitivas eran frondosas, ahora sólo llegó a Paraguay con el canciller Santiago Cafiero y el subsecretario para América Latina de la Cancillería, Gabriel Fucks. El ministro de Economía y candidato, Sergio Massa, está metido en los graves problemas de la economía argentina y sus negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y Cristina Kirchner apenas se mostró con temas aéreos: un simulador de Aerolíneas Argentinas y la llegada del avión recuperado que fue utilizado para los vuelos de la muerte de la ESMA.
“Lo que pasa es que no vas a comparar el tamaño de la perdigonada. Es más efectivo subir alguna partida de subsidio directo que hacer 100 casas. Son miles de personas a las que llegás de una manera y a cientos de otra. Incomparable”, dijo un conocedor de la campaña oficialista.
Los datos presupuestarios son claros respecto de las prioridades y de los cambios de época. El Ministerio de Desarrollo Social, el emporio del dinero fresco, sea por los beneficiarios de planes sociales o por las organizaciones, ya ha gastado 82,34% de los gastos que tenía asignados para todo el año. Es decir, cuando faltan cuatro meses y medio para terminar el año, la ministra y candidata a diputada nacional Victoria Tolosa Paz ya gastó gran parte de su presupuesto.
Ahora bien, siempre es bueno comparar este indicador con otros ministerios, que alguna vez fueron los íconos de los cortes de cintas y que hoy están cabizbajos. La cartera de Obras Públicas, que conduce el exintendente de San Martín Gabriel Katopodis, ha ejecutado mucho menos. De acuerdo con los datos oficiales que publica el Ministerio de Economía y que están actualizados al 16 de agosto, se gastaron el 56,79% de los recursos presupuestados para todo el año.
A su vez, el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, que tiene a su cargo el poco conocido Santiago Maggiotti, está incluso por debajo de los índices de su colega. El exintendente de Navarro utilizó menos de la mitad de lo que tiene autorizado a gastar: apenas el 46% de ejecución en una cartera vital para paliar uno de los problemas más importantes de la Argentina, como es la falta de vivienda y la crisis habitacional.
El Ministerio de Transporte, el tercero que solía tener protagonismo en otras épocas electorales, sí tiene buena ejecución, ya que exhibe índices de 76%. El punto es cuando se hace foco en las partidas que más se utilizaron. Y las que aparecen con marcado protagonismo son las referidas a subsidios al transporte más que las que se utilizan para hacer inversión en infraestructura.
El desglose
Las prioridades son claras. Dentro de Desarrollo Social, Tolosa Paz ya usó el 90,4% de las partidas destinadas a las políticas alimentarias y el 81,33% de lo que termina en el Plan Potenciar Trabajo. Las primeras suman 440.123 millones de pesos, mientras que el segundo renglón representa 479.651 millones de pesos, casi un billón de pesos entre las dos.
Katopodis está lejos de esos números. En el programa presupuestario, “Construcción de ruta nuevas y obras de repavimentación” devengó $12.275 millones, y en el llamado “Mantenimiento y rehabilitación de red por administración“ gastó $61.862 millones. Toda la Dirección Nacional de Vialidad, el principal motor de la inversión pública que puso en marcha el ministro responsable de estatizar todos los corredores viales nacionales, ejecutó $240.532 millones, un cuarto del cheque que firmó su colega Tolosa Paz para destinar a planes sociales alimentarios y al Potenciar Trabajo.
El ministerio de Hábitat se parece más a una gran inmobiliaria que a una cartera que genera acceso a la casa propia. El programa “Planificación y desarrollo territorial” apenas gastó el 27% de lo que tenía asignado: $54.500 millones de los $198.000 millones que le dieron para disponer. El “Acceso al hábitat” tuvo una ejecución de 67%, con $124.040 millones ya erogados. El “Fondo Fiduciario para la Vivienda Social” se llevó $111.843 millones y fue la partida más grande destinada a la construcción. Pero claro, es poco más del 12% del tamaño de la billetera de Tolosa Paz.
En el mismo edificio en que están Economía y Obras Públicas se encuentra el Ministerio de Transporte, que conduce el santafesino Diego Giuliano. Sus prioridades, en épocas de inflación a velocidad del rayo, es tratar de manejar la tenue tregua con los dueños de los colectivos, que intentan mantener a flote una actividad que tiene gran parte de sus costos dolarizados. Hay algunas apuestas en carpeta que no serán grandes inauguraciones, pero asoman como un amague de corte de cintas. Por caso, ya están avanzadas las pruebas de la SUBE virtual, además de la red de paradas seguras. También algún que otro paso bajo nivel y los siempre efectivos ramales ferroviarios que se ponen en marcha y que suelen correr en épocas de elecciones y no mucho más.
Pero ya no habrá grandes obras ni fotos con proyectos de obra pública importantes. Es un cambio de época notable. El crédito para jubilados a tasa real negativa, los aumentos que vendrán a la tarjeta Alimentar, la suba de Potenciar Trabajo o algunos créditos Procrear que se entregan para refacción o construcción de viviendas, pero se usan para lo que sea, muestran más efectividad electoral que la infraestructura. Además, se pagan con emisión monetaria que, según el Gobierno, no genera inflación. Todo cierra. El beneficiario recibe una aspirina monetaria y el oficialismo cree que se beneficia, aunque después el votante hace lo que quiere en el cuarto oscuro. Por ahora, la infraestructura, los planes a largo plazo, las soluciones a los problemas de vivienda y de acceso a los servicios esperan políticas públicas serias. Todo es inmediato, líquido y dura poco. Como el valor de los pesos que se depositan en millones de cuentas en épocas de campaña.
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