El nuevo sistema alimentario: los desafíos de la amplia cadena que hay entre el campo y la mesa
En un encuentro organizado por LA NACION, referentes de la agricultura y de la industria alimenticia, emprendedores y ejecutivos de empresas compartieron sus visiones sobre el presente y el futuro del sector
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“El sistema alimentario está integrado por todos los componentes de la cadena que agregan valor antes de que el plato llegue a la mesa en los hogares. Desde el productor agropecuario, la distribución, la elaboración en las fábricas, el arco político que da regulaciones a esta cadena, los supermercados, el consumidor hasta el tratamiento de los desechos”, definió Axel Labourt, presidente de Corteva Agriscience de la Región Cono Sur, en el encuentro sobre “El nuevo sistema alimentario. Del campo a los hogares” organizado por LA NACION.
La visión sistémica de la cadena presenta el desafío mundial de “trabajar coordinadamente entre todos, para incorporar lo que el consumidor pide todos los días en cada uno de estos eslabones”, agregó el ejecutivo, quien dialogó con el secretario general de Redacción de LA NACION, José Del Rio.
1. La seguridad alimentaria en la región de América Latina
Del encuentro también participó Marcio Zanetti, director general de la Economist Intelligence Unit para Brasil, quien presentó el índice global de seguridad alimentaria que analiza la asequibilidad, la disponibilidad, la calidad y la seguridad de los alimentos, además de los recursos naturales y la resiliencia de 113 países.
En América Latina, según afirmó Zanetti, “la pandemia puso de manifiesto las limitaciones en la capacidad” de la red de seguridad alimentaria, además de haber agravado el aumento de los precios de los alimentos. Así, por esos y otros factores, el índice de seguridad alimentaria mundial disminuyó por segundo año consecutivo.
“Hay que redoblar esfuerzos para encontrar soluciones e integrar distintas políticas como respuesta a las agendas sociales, económicas y ambientales”, dijo por su parte Elizabeth Kleiman, responsable del área de programas de sistemas agroalimentarios sostenibles en FAO Argentina, la organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, que está haciendo trabajos en conjunto con el gobierno argentino. “El país tiene un potencial productivo inmenso y su desafío está en equilibrar distintas variables para hacerlo más inclusivo y sostenible”, comentó la especialista.
Para Mariano Bosch, CEO de Adecoagro –empresa productora de alimentos y de energías renovables– “la clave es encontrar producciones que tengan la oportunidad de ser competitivas a nivel mundial”. A partir del trabajo de genetistas, la compañía empezó a desarrollar distintas variedades de arroz y se fue centrando en mejorar las más elegidas por los consumidores.
Cuando la empresa canadiense McCain llegó hace 26 años a la Argentina, sus ejecutivos vieron la oportunidad de producir un vegetal que entonces no tenía mucho protagonismo: la papa. “Al plan se sumaba el conjunto de productores que estaba asentado en el lugar. A través del desarrollo de distintas variedades, por la tecnología, en la actualidad el sudeste de la provincia de Buenos Aires no tiene nada que envidiarle a los principales lugares que son productores de papa del mundo”, indicó Diego Peña, director general de Cono Sur de la firma McCain.
2. Las trabas que debe enfrentar el mercado
Agustín Benito, uno de los fundadores de Sueño Verde, empresa dedicada a la horticultura, opinó que esta actividad “es 80% marginal en el país”. Y lamentó que la indiferencia del Estado fuerce a las empresas a tener una estrategia de bajo costo: “En la mayoría de los casos, el precio en la góndola no tiene el costo real de la producción. Y eso se paga con el trabajo en negro, con el costo ambiental, con problemas de salud. Se debería dignificar al productor”, aseveró.
Muchos alimentos que se producen en el país están distribuidos en la mesa de las familias de todo el mundo. En el caso del maní argentino, el 90% se exporta y es una de las industrias más competitivas. Por la posición geográfica de su centro de producción, el maní argentino “tiene un mayor contenido de azúcar natural y hace que tenga un mejor sabor y una mejor textura al comerlo”, describió Ivana Cavigliasso, directora de Prodeman y presidenta de la Cámara Argentina del Maní.
Desde la empresa insisten en que el Gobierno debería bajar las retenciones del bien industrializado. “El producto crudo tiene las mismas retenciones; con esa política no se promueve el valor agregado, para que los maniceros nos animemos a transformar el maní y no lo vendamos crudo a otros países”, concluyó.
3. La adaptación necesaria frente al cambio climático
“Hoy existe una demanda global latente para que todo lo que produzcamos lo hagamos con menor huella ambiental”, sostuvo María Beatriz Giraudo, presidenta honoraria de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).
La siembra directa es, según Giraudo, la primera práctica adoptada en el país vinculada con el cambio climático y los cuidados necesarios. “Una vez instalada, nos permitió detener la erosión de los suelos, tener un uso más eficiente del agua, secuestrar más carbono en el suelo y lograr que los campos sean cada vez más fértiles y productivos”, dijo.
Fernando Vilella –director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA)– señaló que se plantea un cambio en la calidad de los productos y en la concentración de determinados nutrientes que deben tener.
“Es muy llamativo ver cómo los productores, para tomar decisiones, necesitan información climática cada vez con mayor frecuencia”, afirmó Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Es gracias a las adaptaciones que el sector logra paliar la “megasequía” que aqueja a la región y que “ha generado una enorme dinámica, en busca de nuevos períodos de cultivo o de productos, como el caso del maíz tardío”, ejemplificó.
Mercuri consideró necesario incorporar la rotación de cultivos, “evitar el monocultivo de soja, incrementar la cantidad de gramíneas en la rotación y volver en muchas zonas a las rotaciones con pasturas”.
Por su parte, Rajan Gajaría, vicepresidente ejecutivo de Plataformas de Negocios de Corteva Agriscience, comentó que hacen falta 100.000 millones de productores para alimentar a todo el mundo, que tiene una demanda de 7000 millones de bocas al día y una oferta de 500 millones de campos. Según él, el sistema atraviesa problemas diversos, incluyendo el incremento de la población, sobre todo en países de alta demanda, la dificultad de la logística para transportar alimentos a través de diferentes regiones, y la tensión geopolítica entre los países y en relación al productor.
“Es una vergüenza como humanidad que una de cada diez personas, incluso hoy, tenga menos nutrición de la que necesita”, lamentó. ¿La solución, según su opinión? El uso de la convergencia tecnológica en el campo: “Necesitamos insumos correctos, protección de los cultivos, fertilizantes, big data, máquinas autónomas, aplicación con drones”, recomendó.
A la par de los déficits, en 2020 se triplicó la ayuda brindada por el Banco de Alimentos. Pasó de asistir a 170.000 personas en 2019 a tener llegada a más de 500.000 el año pasado. Las donaciones de la industria alimentaria saltaron de cinco a siete millones de kilos de productos.
Más allá de esa ayuda recibida, la directora general del Banco de Alimentos, Marisa Giráldez, hizo un llamado de atención: “Nos encontramos con un deterioro en la situación de las personas a las que llegamos, en lo que tiene que ver con su alimentación”. Añadió que empeoraron indicadores como el de inseguridad alimentaria severa de niños, que pasó –según datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA– del 11,7% al 15,6%, entre los años 2019 y 2020.
4. Las empresas que innovaron con tecnologías
María Fernanda Bonesso fundó Agrojusto Agtech en 2018. Es una plataforma que facilita la comercialización entre pequeños productores y comercios y consumidores, implementando la trazabilidad y bajando los costos de intermediación.
En tanto, Mariana Vasconcelos es CEO de Agrosmart, una plataforma de servicios para la agricultura, que recoge datos con sensores e imágenes satelitales, y recopila así información para ayudar al productor en cuestiones del campo. Además, actúa en toda la cadena de insumos permitiendo rastrear datos. En su opinión, el agro se irá adaptando cada vez con más facilidad a la revolución digital, que le “permite mejorar la productividad y hacer eficiente y sostenible el uso de los recursos naturales”. Agregó que, con ayuda de las tecnologías, América Latina será un epicentro productivo sustentable para el mundo.
Gabriela Roberto Baró es, por su parte, una de las fundadoras de Agrotoken, una empresa nacida en plena pandemia, que creó una plataforma de tokenización de commodities y alimentos. “La tokenización es transformar un activo real en uno digital; es una moneda que por detrás tiene granos. Nuestra primer moneda fue la soja, un token que equivale a una tonelada de soja. Nos gusta llamarnos el granero digital, como única compañía del mundo que lo está haciendo. Somos un puente entre la economía digital y los agronegocios”, definió.
El desafío de introducir nuevas tecnologías para el campo tiene sus obstáculos. “Es una industria en pañales, pero hemos tomado lo mejor de la tecnología de las criptomonedas. Estamos evangelizando a productores para que entiendan de qué se trata este mundo, cómo pueden generar una nueva dimensión de negocios e ingresos en las finanzas descentralizadas”, dijo Baró.
Alentados por la pandemia, emprendimientos como estos reflejaron los beneficios y la necesidad de volcarse a la digitalización. “También trabajamos en la capacitación, acompañando a productores y cooperativas. No se trata de ir con cuestiones complejas, sino de ver cómo adaptarse y mostrar resultados”, comentó Bonesso.
Desde Frizata, su CEO, Adolfo Rouillon, dijo que buscan un equilibrio en la dieta con productos basados mayormente en plantas: “Tenemos opciones meet-free. Los beneficios son una relación 10 a 1 entre el consumo de energía para producir una proteína animal y una vegetal. No se usan antibióticos y hay menos contaminación de efecto invernadero y menos colesterol. Siendo que hay más de 50.000 plantas consumibles, hay un camino gigante por explorar nuevos cultivos en escala”, opinó.
En uno de los eslabones de la cadena alimentaria están quienes procesan la comida para su posterior distribución. Christian Petersen, uno de los chefs más reconocidos del país, compartió cómo pasó de tener una empresa de catering a ser dueño de su campo, su restaurante, su panadería y su línea de milanesas congeladas. Desde su profesión, destacó que está bueno “poder valorar toda la cadena, todo el esfuerzo que hay; cuando cortás un bife, sabés que hay tres años de trabajo detrás”, cerró.
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