El nuevo esquema de pago electrónico de colectivos llevará tiempo antes de que logre estar en marcha
El anuncio del vocero presidencial, Manuel Adorni, llevará tiempo ya que es necesario un tiempo, al menos, para actualizar todas las maquinas; por ahora, no hubo reuniones con las cámaras empresarias para avanzar
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No hay magia en tecnología. Para avanzar en la modernización de un sistema se necesita planificación, disponibilidad de la solución y finalmente, pero sobre todo, dinero. El Gobierno anuncio que el boleto de transporte metropolitano se va a pagar con otros medios de electrónicos que van a convivir con la SUBE. Vale preguntarse entonces, con cuántos de aquellos requisitos cumplió. Con uno, la tecnología está disponible; planificación y dinero, por ahora, son una incógnita.
“El Gobierno tomó la decisión de liberar el sistema de pago en el transporte público; esto ocurre por supuesto en otras ciudades de del mundo, donde se puede abonar con el teléfono o tarjeta de crédito”, dijo Adorni, y sumó: “La [tarjeta] SUBE no va a dejar de existir, en tal caso, va a ser una de las opciones de los usuarios. Para nosotros sigue cumpliendo un rol clave para fiscalizar los servicios que prestan las empresas de colectivos y los gastos que realicen”.
El funcionario de la administración mileísta indicó que la medida “no solo significa simplificar un servicio que se creó hace quince años y sigue dependiendo de la carga en un kiosco, sino una federalización del sistema”.
El tema no es nuevo. Desde que asumió el actual secretario de Transporte, Franco Mogetta, el proyecto empezó a moverse y de alguna manera, ya estaba anunciado. Lo distintivo de esta vez es que Adorni lo revistió de atril y fondo azul con la Casa Rosada contorneada. Ahora bien, avances concretos no ha habido. Seguramente habrá, pero nada parece indicar que sea inmediato.
Como se dijo, se necesitan varias cosas. La primera, la tecnología. Claramente, esa llave a la comodidad está disponible. En 2012, cuando el Grupo Roggio le vendió a Visa la precursora de la SUBE, la tarjeta Monedero, ya se había un tag, que dentro tenía un chip, que se podía pegar en el celular o en la billetera, apoyar y pasar. Aquella solución tenía muchas más prestaciones que las que hoy tiene la SUBE. Unos años antes, cuando se puso en marcha el sistema de pago electrónico en el transporte, el gobierno de Cristina Kirchner decidió caminar para atrás, tecnológicamente hablando, e implementó la SUBE. Además, cerró la posibilidad de que convivan otros medios de pago que ya existían, algunas empresas de colectivo habían desarrollado los propios, y unificó todo en la tarjeta “celeste Randazzo”, en obvia alusión al exministro [Florencio] que pintó todo lo que pudo en aquel color.
Durante estos años de vigencia, el camino de la SUBE fue para atrás. Cada vez hubo menos medios para cargar a tarjeta prepaga y muchas veces, se tornó imposible cumplir con el prepago. Todo quedó detenido en el tiempo y hasta llegó a haber un comercio de la venta del plástico solo.
Mientras eso le sucedía a los usuarios, el sistema de colectivos, también de trenes, se acostumbró a conta con una sola tecnología que recaba datos de toda la operación. Por caso, el SUBE no solo es un medio de pago sino que mediante las transacciones y la navegación (tienen GPS) se consolidó como la fuente primaria de información del sector, incluso necesaria para el cálculo de los susidios.
Es decir, para que ahora llegue un nuevo medio de pago más tecnológico, necesario e imperioso, por cierto, hay que estudiar mucho más allá que la manera de cancelar el boleto. Se debería avanzar en la compatibilización de todas las herramientas para poder tener el universo de datos de pasajeros, tarifas, kilómetros recorridos, colectivos que circulan, etc. Dicho de otra forma, lo que arroje la lectura del SUBE cuando haya más plataformas no será el total sino que cada una recolectará una porción.
Hay algo más: muchas de esas tecnologías requieren de buena conectividad. Y como decía un empresario dueño de un centenar de coches: “Te invito a que encuentres 4G en el 80 por ciento del recorrido de mis líneas en el conurbano. Imposible”. Hay otro bache tecnológico que es una incógnita.
Ese esquema de compatibilización lleva tiempo y, sobre todo, lleva planificación. En dos cámaras de dueños de colectivos confiaron a LA NACION que no hubo ninguna reunión por el tema. En el Gobierno contestaron con distancia: “Ya vendrán los detalles”, dijo una alta fuente oficial.
Finalmente, el dinero. En plena pelea por los fondos de los subsidios, el acople de nueva tecnología a los 18.000 colectivos que funcionan sólo por el área metropolitana requiere de un presupuesto importante. “Quién lo aporta”, es la pregunta que, por ahora, no tiene respuesta concreta. Si hasta algunos funcionarios tantearon a la principal billetera virtual argentina para ver si ellos estaban dispuestos a firmar ese cheque.
Como se dijo, un anuncio que completa la trilogía “Adorni-Atril-Azul de fondo” parece que ya es operativo. Pero falta un tiempo y mucha planificación para que este sistema esté en línea en los miles de colectivos argentinos.
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