El mundo sale al rescate de Alberto Fernández
Inversores del exterior que hasta hace no mucho habían eliminado a la Argentina de sus agendas están desempolvando algunos viejos contactos; aunque todavía golpeados por los últimos cimbronazos de la economía local, la súper liquidez que hay en el mundo invita a asumir riesgos
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Algo empezó a cambiar en las últimas semanas, no precisamente por mérito del Gobierno. Inversores del exterior que hasta hace no mucho habían eliminado a la Argentina de sus agendas están volviendo a desempolvar algunos viejos contactos. Aunque todavía golpeados por los últimos cimbronazos de la economía local, la súper liquidez que hay en el mundo invita a asumir riesgos. A mayor riesgo, mayor también será la recompensa, razonan.
El rally que vivieron en las últimas semanas las acciones y algunos bonos argentinos es una pequeña muestra de este incipiente fenómeno. “Los fondos de riesgo están volviendo a llamar”, coinciden en algunos de los bancos y mesas de dinero más grandes de la City porteña. En momentos en los que el dinero en el mundo sobra, también los inversores tienen un plafond para construir relatos que justifiquen su nueva incursión por territorio financiero argentino. En Wall Street hay expertos narradores. Entre otras historias, se puede escuchar a quienes ya anticipan que en 2023 habrá un cambio de signo político o a quienes creen que podría haber una continuidad del Frente de Todos, pero ya de la mano de Sergio Massa, una figura más amigable a la vista de los mercados. Todo vale en tanto y en cuanto todavía es demasiado pronto para que las teorías realmente se materialicen.
Un informe reservado de AR Partners, la compañía de servicios financieros comandada por Eduardo Tapia, uno de los hombres de más experiencia –y más bajo perfil de la City– reconoce que ser inversor de largo plazo en la Argentina no fue buen negocio, al menos en el último medio siglo. El que invirtió US$100 en la Bolsa argentina hace 55 años tendría hoy el equivalente a US$ 75, mientras que hubiera obtenido US$3200 si hubiera colocado el mismo dinero en la bolsa norteamericana (S&P500); US$2600 en la de Londres (FTSE); US$2000 en la de Japón (Topix) o US$1400 en la de Alemania (DAX). No obstante ello, la altísima volatilidad del mercado argentino ofrece retornos altos en el cortísimo plazo. Es cuestión de tener el timing adecuado. Y, en ese sentido, asevera que la historia demuestra que siempre que se invirtió en momentos como el actual –con las acciones valiendo 80% menos que en su pico de 2018– hay altas chances de duplicar y hasta triplicar el dinero en un periodo de cinco años. Para quien tiene dinero para arriesgar, y algo de agallas, es una promesa atractiva.
En cualquier caso, nadie desconoce los desequilibrios macroeconómicos que hay en la Argentina, pero la sensación generalizada ahora es que, pese a la no gestión de Alberto Fernández, una vez más el peronismo logrará este año sostener un “estable desequilibrio”. Las condiciones externas son demasiado buenas como para que la economía argentina implosione antes de las elecciones.
No sólo las bajas tasas de interés en el mundo aseguran un flujo de capitales financiero que –aunque por goteo– también derrama en la Argentina, sino que garantiza que este nuevo ciclo de commodities fuertes podría mantenerse al menos hasta el año que viene. El gobierno de Joe Biden puede no estar siendo demasiado condescendiente con la Argentina en el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero de forma indirecta se está transformando en uno de sus principales sostenes. Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, instó la semana pasada a los ministros de Economía del G7 a mantener los planes de estímulo, pese a la aceleración que en algunos casos está mostrando la inflación (la variación interanual del IPC en los EE.UU. fue en mayo de 3,8%, el valor más alto desde 1992). “Siga siga”, interpretan los traductores locales que usa el Gobierno.
El dato no pasa inadvertido para el ministro Martín Guzmán. En mayo pasado el agro liquidó un récord de US$3500 millones, el valor más alto de los últimos 18 años. Gracias a los mayores ingresos por derechos de exportación, en el Gobierno creen que podrán sostener hasta las elecciones los subsidios a la energía sin alejarse demasiado del plan fiscal original. En Hacienda estiman que recién este mes las cuentas públicas empezarán a mostrar un rojo más notable. Los cálculos preliminares de Guzmán prevén para este mes un déficit primario de poco más de $250.000 millones, una cifra en términos nominales similar a la registrada en igual periodo de 2020, pero mucho más baja en términos reales. El rojo no sólo estará explicado por los aguinaldos del sector público, sino que se espera que, estacionalmente, los subsidios energéticos también piquen en punta.
Se espera que, en las próximas semanas, el Gobierno también ponga en marcha el gasto electoral. Habrá más partidas destinadas a obra pública y no se descarta que la Anses anuncie una moratoria para las madres con hijos. El anuncio de la Anses tendría después de todo más impacto discursivo que fiscal, según estiman dentro de la entidad que conduce Fernanda Raverta. Dado que contemplaría en principio unos 150.000 casos, que no ingresarían todos al sistema todos juntos. Lo recaudado con el impuesto a la Riqueza, por otro lado, serviría para incrementar los planes Progresar del Ministerio de Educación y el REPRO II, de Trabajo. Guzmán se ocupó en su cuenta de twitter de recordárselos a los respectivos ministros: son partidas que si no se ejecutan volverán a fin de año al Tesoro. Futuros anuncios que servirán para llenar la agenda del Presidente, aunque probablemente no terminen de contener la presión del kirchnerismo más duro si las encuestas siguen siéndole adversas.
Pese a los embates del Instituto Patria y de Sergio Massa, quienes frecuentan a Martín Guzmán no creen que el ministro vaya a abandonar el barco. No sólo parece haberle tomado el gusto a la política –en algún momento no muy lejano llegó a tener aspiraciones de avanzar en algún cargo electivo–, sino que entre quienes participan de las negociaciones con el Club de París y el FMI, entienden que así como el ministro originalmente llegó al Gobierno con la intención de modificar la estructura financiera internacional en los procesos de negociación de deuda –algo que al final del día no logró–, no dejará su cargo sin antes conseguir algún logro que le permita hacer de nuevo pie en la academia. Una victoria no menor sería conseguir, por ejemplo, que el directorio del FMI ceda en su pedido de eliminarle el sobrecargo de tasa para los países que tomaron deudas superiores a su cupo. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ya al menos accedió a someterlo a consideración de los accionistas del organismo.
Brasil también contribuye a maquillar los errores de gestión de Fernández. Las perspectivas de crecimiento del país vecino vienen mejorando con el correr de los meses. Difícil pensar en una crisis argentina con un socio traccionando tan fuerte.
Pero el “desequilibrio estable” del que comienzan a hablar algunos inversores de corto plazo no sólo se sostiene con el viento de cola financiero. Las desventuras ajenas también hacen que en algunas industrias la Argentina luzca más atractiva. Varias compañías mineras que habían abandonado proyectos de exploración en el país o que los habían paralizado, los reactivaron recientemente. Libero Copper and Gold Corp., Galan Lithium, International Consolidated Uranium, Hanaq Group, Lithium Energy, y Golden Mining son algunas de las empresas que están con proyectos de exploración en marcha. Empezaron a mirar a la Argentina luego de que el candidato electo en Perú, Pedro Castillo, ganara terreno en las encuestas con la amenaza de estatizar el negocio minero en las zonas donde estaba gran parte de su electorado, y que en Chile la situación política y social se complicara. Chile, por otro lado, es un mercado maduro, y con costos más altos: se estima que casi el 80% del negocio minero está explotado, mientras que en la Argentina apenas el 10% lo está.
Claro que la exploración requiere una inversión mucho menor que luego la puesta en marcha de un proyecto. Además, por cuestiones climáticas, no suele extenderse más allá del verano.
En definitiva, dependerá de que el gobierno de Alberto Fernández empiece a dar señales claras de hacia dónde va a la economía después de las elecciones para que muchas de estas pequeñas apuestas se transformen en inversiones de largo plazo. De otra forma, con todo el contexto a favor, será otra oportunidad perdida más.