El mito de una inserción basada en el costo laboral
Hay un clásico local de las últimas décadas. Al comenzar a hablar de la competitividad de la Argentina en un café, en un programa de televisión o en una reunión empresaria, un tema emerge invariablemente: si el dólar está barato o caro, y si con ese valor se puede competir en el mundo.
El problema de esta discusión es que nos atrae como un imán a la coyuntura, y nos aparta de los temas relevantes que impulsan nuestra inserción en el mundo agregando valor y generando empleo de alta calidad.
La discusión crónica sobre el tipo de cambio nos ha hecho cortoplacistas y totalmente reactivos a lo que hagan otros fuera del ámbito empresario, apartándonos de las conversaciones importantes para nuestra inserción en el mundo.
Detengámonos por unos momentos en la tabla de las economías más competitivas del mundo preparada por el Foro Económico Mundial. En los primeros puestos están Suiza, Singapur, Estados Unidos, Alemania, Holanda, Japón. Todos países que tienen costos laborales promedio altos y una muy fuerte orientación a la innovación, la creación, el diseño y la economía del conocimiento.
Entre los diez países más competitivos del mundo no hay ninguno con una estrategia basada en mano de obra barata y lo cierto es que, conociendo el tejido social de nuestro país y las demandas de la ciudadanía, vamos claramente hacia modelos competitivos que tomen como uno de sus puntos de apoyo salarios medios y altos.
Tomemos estas dos características de los países más competitivos: salarios altos e innovación. Cuando analizamos estos dos aspectos en conjunto, nos damos cuenta de que van de la mano.
Una economía que busca atraer, desarrollar y recompensar a los mejores talentos para la innovación y el conocimiento, necesariamente debe tener un esquema de compensación competitivo a nivel mundial.
En ese sentido es necesaria una estrategia de país (empresas, gobierno, sindicatos y la sociedad en general) en la que el foco de la discusión sea cómo logramos una transición hacia una economía con salarios medios y altos que esté basada en la innovación, el talento, la educación, la inversión en investigación y desarrollo, y hasta en las leyes que defiendan las patentes, porque si no se defiende la propiedad intelectual no habrá talento ni capital local dispuesto a invertir en activos intelectuales.
Este foco incluye la discusión sobre los aspectos impositivos y logísticos anacrónicos que nos anclan en el atraso, pero el primer mito a quitarnos de encima es la visión de un país que se inserta en el mundo sobre la base de sus costos laborales en lugar de pivotear sobre la innovación, la creatividad y el ímpetu disruptivo de sus empresarios y su gente.
El autor es presidente de Accenture Argentina, Chile y Colombia