El ministro de Economía puso al país en un limbo
Faltantes en los supermercados, escasez de insumos, producción paralizada se sufren a veces en un extraño silencio; temor a quedar enfrentados al Gobierno
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Hasta que apareció Macri, dio su respaldo a Milei y provocó el cataclismo de esta semana en Juntos por el Cambio, en el comité de campaña de Massa suponían que el candidato liberal estaba muy cerca de renunciar a la segunda vuelta. Fueron unas pocas horas, durante gran parte del lunes, y mientras La Libertad Avanza intentaba recuperarse todavía de lo que había sido un resultado electoral peor que el imaginado. En el Gobierno seguirán metiendo presión. Dicen que queda mucho para el 10 de diciembre y que, si los tiempos no se aceleran, todo lo que ocurra hasta entonces será invivible. La primera curiosidad de este pronóstico es el argumento del que parte: el desastre económico es ajeno al ministro de Economía.
Vienen días con sobresaltos. Massa nunca se ha sentido tan cerca de llegar a la presidencia, algo que intentará por segunda vez. Él en persona se tomó esta semana el trabajo de convocar a varios dirigentes de la oposición a un eventual gobierno. Y esa lista de contactos en la que insiste desde el lunes no excluye ni siquiera a dirigentes del espacio de Milei. Su propósito es dejarle al libertario pocas opciones. El domingo, en el búnker ganador no descartaban ningún método disuasivo, ni siquiera archivos que lo exponen y que, sueltos de cuerpo, dicen tener en el oficialismo.
Por eso la irrupción de Macri cambió parte de la escena. “El único efecto de ese respaldo fue que confirmó que Milei no se bajaba”, evaluaron en un municipio peronista. El expresidente terminó de decidirlo en la mañana del lunes, al cabo de una reunión con sus colaboradores en sus oficinas, donde analizó el resultado de la elección. Patricia Bullrich, que no estuvo ahí porque necesitaba horas de sueño después de la trasnoche del domingo, había alcanzado a contarle los pormenores de una conversación que tuvo en el búnker con Rodríguez Larreta y los radicales y que evidentemente precipitó todo. Antes de que ella subiera al escenario a reconocer la derrota, el jefe de gobierno porteño alcanzó a pedirle que esperara a Lousteau y a Morales, que querían hacerle recomendaciones para el discurso. Macri contó ayer, en conversación con Eduardo Feinmann en Radio Mitre, algo de ese episodio. Lo que querían los radicales, a los que también se sumó Emiliano Yacobitti, era que Bullrich diera un mensaje de “neutralidad total” para la segunda vuelta y que, además, convocara para ese miércoles a una reunión del partido, pero sin Macri. Fue el encuentro que finalmente se canceló. Bullrich se alejó sin contestar, y lo que pasó después se vio delante de las cámaras. Lousteau no subió; Morales, sí, pero es el único del escenario que no aplaude en el momento en que ella se niega a felicitar a Massa.
Macri usó casi todo el lunes para armar lo que después fue una bomba. A la noche llamó a Milei y lo invitó a comer al día siguiente a su casa, donde acordaron todo. “Dejame anunciarlo a mí”, dicen que pidió Bullrich, y horas después se sumó la adhesión de Diego Santilli, que tenía desde hacía tiempo decidido despegarse de Rodríguez Larreta.
Milei se sintió reconfortado. Reunió ese miércoles por la tarde en el Hotel Libertador a sus diputados electos, les pidió una opinión sobre la elección y negó que hubiera querido en algún momento renunciar, rumor que atribuyó a “operaciones de Massa”.
Lo que queda hasta el 19 de noviembre es una transición económica ardua. Todo sería menos gravoso si hubiera al mismo tiempo un ministro velando por ella. Ya lo decía Massa en febrero: ambas funciones son incompatibles. Pero toda la administración ha entrado desde hace varias semanas en un limbo. “Aguanten hasta el 19″, les dijeron Matías Tombolini, secretario de Comercio, y Gustavo Faskowicz, subsecretario de Políticas para el Mercado Interno, a las cadenas de supermercados que necesitan trasladar parte de los aumentos que vienen recibiendo de los proveedores.
En las empresas hay hartazgo y desconcierto. Fabricantes de marcas como Pepsi, La Virgina o Danone están además urgidos por costos que, si tuvieran que incorporar al precio según la inflación acumulada, llegarían fácilmente al 40%.
La primera herencia del que viene. En el Gobierno les piden a las cadenas que se nieguen a aceptarlos o, de lo contrario, que los absorban ellas mismas. La consecuencia histórica de estas discusiones son los faltantes que se ven en las góndolas y que los empresarios intentan disimular. Nunca hubo, por ejemplo, tantos lanzamientos simulados: aparecen en el mercado productos con pequeñas variaciones en las etiquetas al solo efecto de ser vendidos a otro precio. Hace casi un año que la Secretaría de Comercio detectó este viejo ardid y, mediante la resolución 31, obliga a los fabricantes a informar cada modificación que hacen en el rotulado. La mayoría de las multas que se aplican tiene que ver con eso.
Este modo en que intenta combatir la inflación no le reporta a Massa ningún resultado, pero sí respaldo en el Instituto Patria, donde anticipan duros controles sobre las empresas de alimentos para los próximos 4 años. “Los formadores de precios”. Imaginan, por ejemplo, a la AFIP dividida en dos: un ente recaudador tradicional y otro especial para los 500 contribuyentes más grandes, que recibirán la mayor presión tributaria.
Para los empresarios es futurismo literario: ellos tienen urgencias diarias. Ya no hay dólares oficiales para nadie. El validador de la AFIP para autorizarlos no funciona desde hace dos martes. Algunos supusieron anteayer que volvía a funcionar y se ilusionaron, pero tampoco fue así. El sistema les permitía esta vez entrar, pero la pantalla los recibía con una traba nueva: “Inconsistencias”. El martes, la Cámara de la Industria Metalúrgica no Ferrosa les envió a autopartistas y a empresas de lavarropas y heladeras una carta en la que admite que está “seriamente incapacitada” para venderles lo más elemental: cables de cobre. General Motors intentará desde pasado mañana un acuerdo con sus proveedores para volver a producir en su planta de Alvear, Rosario, donde nadie trabaja desde hace dos semanas. La automotriz norteamericana atraviesa esta crisis en llamativa soledad. Anteayer, en la reunión de los jueves, directivos de la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa) le preguntaron al representante de la compañía si el problema continuaba, pero nadie amagó después siquiera a proponer un comunicado conjunto para reclamar por restricciones que padecen todas.
El silencio de algunas cámaras es extraño en este contexto. ¿Están resignadas? ¿O esperan una mejora significativa para después del 10 de diciembre? Lo más probable es que teman quedar enfrentadas con el Gobierno. Saben que Massa es quien decide a quién darle permiso para importar y que hay pocos funcionarios tan susceptibles a la crítica como él. El ministro suele reprocharles, por ejemplo, que lo cuestionen a través de los diarios. ¿Quién podrá entonces convencer a Cristiano Rattazzi, el único empresario que respaldó públicamente a Milei, de que su citación a indagatoria por presunta sobrefacturación de importaciones con la firma Módena no tiene nada que ver con sus declaraciones o su condición de fiscal de Juntos por el Cambio el domingo en Florencio Varela? Presta a desalentar sospechas, y sin que nadie se lo pidiera, la Aduana aclaró en seguida en un comunicado que la denuncia era anterior a la asunción de Guillermo Michel en el organismo.
Rattazzi niega tener que ver con el tema. Dice que hace años dejó de ser director de la empresa y atribuye todo a una persecución por lo que dijo el miércoles, la noche anterior a la citación a indagatoria, en una entrevista con Diego Sehinkman en TN. “Con Massa se hacen negocios más fácil, pero el país cambia totalmente con Milei”, había planteado. Tanta sensibilidad por las palabras no se advertía desde los tiempos de Néstor Kirchner. No hay que olvidar que a Antonio Aracre, exasesor de Alberto Fernández, hablar de más le costó el cargo.
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