El mayor problema en lo laboral es la pobreza de trabajo digno
Se hace imperioso construir una agenda de transformaciones estructurales que estabilicen la macroeconomía, reactiven la inversión y hagan posible la creación de más y mejores empleos
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La sociedad argentina acumula varias décadas de políticas fallidas en materia de crecimiento sostenido y distribución del ingreso, las que han ocasionado un deterioro significativo en materia de capacidades de desarrollo humano e integración social. Esto ha generado la conformación de al menos dos generaciones de nuevos pobres y de una nueva actualmente en gestación.
Ni la matriz político-ideológica “mercado-céntrica” ni la matriz “estado-céntrica” fueron virtuosas para promover un desarrollo productivo con equidad sustentable. Nuestras crisis cíclicas son más recurrentes, profundas y prolongadas que en el promedio de los países de la región, y sus repuntes, son menores en cantidad y duración que lo logrado por el resto de los países. Con cada nueva crisis, aumentan los índices de pobreza, a la vez que cada ciclo de recuperación no logra alcanzar el punto de partida. El resultado es evidente: ciclo tras ciclo, la sociedad argentina viene acumulando una pobreza estructural, crónica y persistente, con brechas de desigualdad creciente que inhiben el crecimiento y ponen barreras a los acuerdos sociales y políticos.
La causa de la pobreza ha sido y sigue siendo la falta de un crecimiento equilibrado entre sectores dinámicos y sectores tradicionales con capacidad de integrar al conjunto de las fuerzas del trabajo a un modelo desarrollo económica y socialmente sustentable.
El resultado es un aumento sostenido de los “excedentes absolutos” de población. De ahí, la importancia de una política redistributiva, en términos de capacidades productivas hacia los segmentos y regiones más rezagadas. Para lograr dicho crecimiento, resulta fundamental la multiplicación de pequeñas, medianas y grandes inversiones fundadas en el ahorro nacional, orientadas a ampliar la dotación de capital tanto productivo como humano y a la creación de nuevos puestos de trabajo.
Es cierto que la inflación incide en la dinámica de la pobreza monetaria. Por ejemplo, con una inflación menor a un dígito, se estima la incidencia de la pobreza podría bajar rápidamente entre 10 y 15 puntos porcentuales. De todos modos, tendríamos al menos 25% de tasa de pobreza. Pero como ya se ha señalado, no es el incremento de los precios lo que explica el deterioro social crónico y estructural de nuestra sociedad. Tanto la inflación como el aumento de la pobreza son emergentes de problemas mucho más cruciales.
Nuestro problema ha sido y sigue siendo la falta de creación de buenos empleos, el deterioro de los existentes y la caída de las remuneraciones, y esto debido a la falta de inversiones que multipliquen la demanda de empleos. Algo que sólo podría lograr la pequeña y mediana empresa, pero que hoy por hoy, no parece incentivada a ello. De ahí que la demanda agregada de trabajo deviene de los trabajos que sí logra autogenerar la economía informal de subsistencia o la llamada economía social. De muy baja productividad económica, pero de muy alta productividad social para los sectores más pobres.
Al analizar la composición de la población económicamente activa, es evidente que no sólo el sistema productivo es altamente heterogéneo, sino la también la estructura social del trabajo.
La participación de la suma del desempleo y las subocupaciones inestables vienen subiendo casi ininterrumpidamente, alcanzado este año al 32% de la población económicamente activa. Si a ellos les sumamos los trabajos regulares pero precarizados (28%), la suma de los problemas de empleo alcanza al 60% de la fuerza de trabajo (12 millones de trabajadores). De tal forma que sólo el 40% de la población económicamente activa cuenta con un trabajo decente o digno.
Esta fuerte segmentación laboral se vincula estrechamente con la pobreza crónica y su aumento a lo largo de más de una década. En los hogares pobres, menos de 2 de cada 10 trabajadores logran acceder a un empleo pleno, mientras que, en los hogares no pobres, aunque en descenso, más de 5 de cada 10 trabajadores lo logra. Si bien debido a la inflación crece el fenómeno de los trabajadores pobres de manera generaliza a partir de 2018, en los sectores micro informales y de la economía social, su empobrecimiento es previo, ya se inicia en 2012.
Ocupados pobres
El ciclo de estancamiento iniciado en 2013 provocó un incremento de la pobreza de ocupados, que llegó a 18,1% tras el estancamiento y el alza inflacionaria iniciada en 2016. A partir de la crisis de 2018-2019, profundizada por la pandemia de covid-19 (más de 31% si se considera a los cesanteados), la pobreza de trabajadores se ha instalado en un nuevo nivel estructural: 29,8% en 2022.
El trabajo pleno y decente, es un atributo generalizado en los sectores público y privado formal, tanto asalariados como no asalariados, a la vez que constituyen una excepción en los sectores micro informales. Las remuneraciones tanto de estos trabajadores en general como de los componentes de la economía social en particular son las más bajas en el mercado. En promedio, por debajo de una canasta familiar de indigencia de $65.000.
Durante estos años, sólo el empleo en este sector micro informal ha aumentado su participación. Actualmente, el 54% de los trabajadores ocupados: más de 10 millones de trabajadores. Al mismo tiempo que se estima que la economía social ocupa actualmente al 33% de la fuerza de trabajo, en su mayoría formando parte de este sector. En su conjunto, los sectores excluidos de la economía formal constituyen una fuerza productiva de al menos 7 millones de trabajadores, actualmente en su mayoría formando parte de una pobre economía de subsistencia.
Es un tiempo de oportunidades. Por sobre la grieta política, se hace imperioso construir una agenda de transformaciones estructurales que estabilicen la macroeconomía, reactiven la inversión y hagan posible la creación de más y mejores empleos, así como la conformación de un nuevo pacto redistributivo que integre el derecho al pleno desarrollo humano y a un trabajo digno a la seguridad social.
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