Primera semana de Milei-Caputo: el mal trago que viene y los consejos de otro “Toto” a la clase media
El impacto de la segunda tanda del sinceramiento de precios va a llegar a través de aumentos en las tarifas de luz y gas, por quita de subsidios, y en otros servicios privados; el riesgo de que el “plan no hay plata” impacte en las expectativas
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En una de las entrevistas televisivas que dio antes del triunfo electoral que lo consagró presidente, Javier Milei se autodefinió como “pragmático”. Hasta la semana pasada, nadie había podido comprobar si la afirmación era cierta; ahora ya no quedan dudas.
Las medidas previsibles con las que inauguró su mandato, como el recorte de ministerios, la suspensión de obra pública y la fuerte devaluación del peso, fueron acompañadas por otras iniciativas menos anunciadas, como la fuerte suba del impuesto PAIS a las importaciones, el aumento de retenciones al campo y a la industria, el proyecto para reponer el impuesto a las ganancias tal como estaba antes de que lo modificara el el gobierno anterior, y cambios en jubilaciones y Bienes Personales.
El comentario más mordaz sobre los anuncios del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, vino del lugar menos esperado: “El impuestazo liberal”, lo bautizó el banco de inversión Barclays, para aclarar rápidamente que “los primeros pasos van en la dirección correcta”, aunque acechados por riesgos de corto plazo: aceleración de la inflación, recesión y dudas sobre la gobernabilidad, potencialmente amenazada por este escenario económico complejo. La firma norteamericana consideró además que estamos ante un “paquete fiscal pragmático”. No aclaró si lo calificaba de esa manera por entender que varios de sus componentes entran en contradicción con algunas promesas de campaña o con la ortodoxia liberal.
El economista Jorge Vasconcelos, de la Fundación Mediterránea, lo pone en otros términos: “Es un sinceramiento de una parte de los precios más un ajuste fiscal rústico basado en recaudación con más impuestos a las exportaciones y a las importaciones. En el largo plazo no son buenos, pero en el corto son muy efectivos porque recaudan al instante. No tienen ninguna demora, mientras que los otros recaudan con algún rezago. Además, tienen otra virtud desde el punto de vista del plan que son impuestos que no se coparticipan. Tanto las retenciones como el impuesto PAÍS son plata del Tesoro”.
El “último mal trago” que Milei le prometió a la sociedad que deberá tomar para poder ver la luz al final del túnel se sirve en vaso de trago largo y el de la semana pasada apenas fue el primer sorbo. En los primeros días de diciembre hubo una sensación de vacío de poder muy propicia para una ola de aumentos preventivos. La carne, la leche, los alimentos en general, los combustibles, ajustaron muy rápidamente, primero con el dólar supuesto y después con el nuevo tipo de cambio oficial ya confirmado en $800.
En el massismo niegan haber bajado la guardia con los controles de precios, pero lo cierto es que las subas en consumo masivo y en medicamentos no encontraron resistencia ni en la administración saliente ni en la entrante. Los rumores de un supuesto pacto entre Sergio Massa y Milei no tardaron en circular al conocerse una reunión entre ambos. La llegada del dólar oficial minorista a $400 en las pantallas del Banco Nación, el último día de mercados previo a la asunción presidencial, alimentó aún más las sospechas. Las partes dicen que solo fue un encuentro para facilitar la transición.
La buena noticia para el Gobierno es que luego de la devaluación los dólares libres no solo no se dispararon, sino que se estabilizaron en torno de los $1000 e incluso menos.
Próximamente habrá que volver a empinar la copa y no precisamente por las fiestas. El impacto de la segunda tanda del sinceramiento de precios va a llegar a través de aumentos en las tarifas de servicios públicos (por quita de subsidios), de las cuotas de colegios privados y prepagas, y de otros servicios como telecomunicaciones. El esfuerzo fiscal, en tanto, esta vez no se le pediría al campo o a los importadores. Con la reversión de la suba del piso de ingresos para pagar Ganancias, si es que prospera en el Congreso la iniciativa oficialista, la carga fiscal recaería sobre trabajadores formales, jubilados y pensionados. El próximo sorbo del mal trago.
Caputo dijo que lo piden las provincias, pero los gobernadores dudan en quedar pegados a una medida impopular. Será un tema central en el encuentro que tendrán el martes con el Presidente. En el peronismo se relamen. “¿Ahora, después de que no nos votaron, nos piden a los orcos que los paremos? ¿Por qué deberíamos? Sergio avisó en la campaña”, ironiza un exfuncionario del gobierno anterior.
Disipada la fantasía de que el ajuste solo lo pagaría la “casta”, ahora el mensaje es “todos ponen”. Milei será nuevo en la política argentina, pero en esto no es original. Hace 40 años que sus antecesores vienen hablando de la pesada herencia, de que la crisis es terminal y exige sacrificios. Se entiende la estrategia de ir a fondo cuando aún está fresco el respaldo popular que las urnas le dieron al libertario, pero enfrente está una sociedad a la que ya se le han pedido demasiados esfuerzos. Si los resultados se demoran, la desconfianza irá en aumento.
Milei, Caputo y el vocero presidencial, Manuel Adorni, martillaron toda la semana con un mensaje: el país muestra algunos síntomas de hiperinflación y para frenar la dinámica se necesitan medidas duras que harán que los próximos meses sean muy difíciles, casi un infierno. Del “plan platita” al “plan no hay plata” sin escalas. El riesgo de exagerar a corto plazo lo que puede suceder es, como señaló Juan Carlos de Pablo en su última columna en LA NACION, que se termine desanimando al sector privado y a la clase media, cuando en realidad el Gobierno debería tratar de entusiasmar a ambos para que, los que puedan, inviertan o gasten. Se sabe: en la economía las expectativas juegan un rol clave.
Es lo que le sucedió al gobierno de Fernando De la Rúa apenas asumió, en diciembre de 1999, con el “impuestazo” de su ministro de Economía, José Luis Machinea, que impulsó una reforma tributaria que bajaba el piso a partir del cual los trabajadores pagaban Ganancias y limitaba las deducciones del impuesto. La medida enturbió el humor social y abortó la incipiente recuperación que insinuaba la economía luego de un año recesivo. Fue entonces cuando otro “Toto” se hizo famoso antes que Caputo: Abel Viglione, el economista de FIEL fallecido en 2012, escribió en una ya célebre columna sus recomendaciones a la clase media: recortar gastos, regatear, ahorrar, postergar consumos todo lo posible hasta que la recesión hiciera bajar los precios. Pocos meses más tarde, Machinea imploraba que la población gastara. Pasaron el 2000 y el 2001. El resto es historia.
De vuelta al presente, Vasconcelos advierte que “el telón de fondo de las medidas anunciadas por Caputo es una economía que no crece desde 2011; las restricciones para acceder a servicios y bienes de calidad operarán para toda la clase media con pocas excepciones”. Para el economista, a diferencia de otras crisis del pasado a esta se llega con los ingresos de los asalariados, las jubilaciones y las pensiones por el piso en términos reales. “Que el Gobierno no piense que va a frenar la inflación porque ajusta aún más el poder adquisitivo”, advierte, y considera que la clave es poder compensar la pérdida de ingresos con bonos mensuales o pagos por única vez para desindexar la economía y no entrar en un espiral peligroso de precios, salarios y tipo de cambio.
Complaciendo al capital
En su primera semana, el Gobierno buscó dar señales de tranquilidad al establishment. Consignas de campaña como los proyectos de dolarización, que Caputo dice que sigue en pie, o de solución a la bola de Leliqs habían puesto nerviosos a gran parte de los empresarios, que no ocultaban sus preferencias por Massa en el balotaje.
El presidente del Banco Central, Santiago Bausili, recibió a los banqueros para escuchar sus inquietudes y explicar los planes de la entidad; el ministro de Infraestructura, Guillermo Ferraro, se juntó con el Grupo de los 6, que reúne a las principales cámaras empresariales del país, para explayarse sobre el nuevo modelo de obra pública.
A esas reuniones se le sumó otra para abordar cara a cara el tema que más les interesa a las empresas en estos momentos: el futuro de sus deudas con el exterior por importaciones impagas, otra bola como las de las Leliqs, en este caso, estimada en US$65.000 millones. Bausili ya se había referido a ella en el encuentro con los banqueros, cuando describió su plan para canjear ese pasivo por un bono, el Bopreal. Un día más tarde, los anfitriones fueron el secretario de Comercio, Pablo Lavigne, el vicepresidente segundo del BCRA, Alejandro Lew, y el secretario general de Coordinación del Ministerio de Economía, Juan Pazo. Por el sector empresario concurrieron Jaime Campos, presidente de AEA; Alejandro Díaz, de Amcham, la cámara de comercio de EE.UU. en la Argentina; Fernando Rodríguez Canedo, de ADEFA, la entidad que nuclea a las automotrices; Jorge Belluzzo y Eduardo Franciosi, de Cilfa (laboratorios nacionales), el presidente de Newsan, Luis Galli, y Juan Cantarella, de la asociación de autopartistas, entre otros. Los hombres de negocios escucharon la propuesta de canje de deuda por bonos y luego los funcionarios quisieron conocer sus opiniones acerca de qué requisitos deberían reunir esos títulos para ser exitosos. Quedaron en entregar a las autoridades una contrapropuesta por escrito. “Sepan entendernos y tengan paciencia para esperarnos”, pidieron los anfitriones.
“Todo va a depender de la fecha de cancelación. Si el bono originalmente previsto de largo plazo es octubre del 2027 significa que para una empresa, si no obtiene una paridad que justifique la venta en un mercado secundario, los tiempos de espera son absolutamente descabellados, de casi cuatro años. Imagino que en los próximos 15 días va a haber algo más definitivo al respecto”, dice a LA NACION uno de los asistentes al encuentro. El Gobierno analiza usar como endulzante la posibilidad de aplicar los bonos al pago de impuestos. “Si resultan apetecibles para el mercado se puede pensar en ampliar a ese uso”, dice una fuente oficial.
Otro destacó que a menos de cuatro días de haber asumido los hubieran recibido. ¿Qué opina de la propuesta? “La vamos a estudiar, ¿qué otra cosa podemos hacer?”, resumió, y valoró: “Me transmitieron compromiso y decisión para solucionarles el tema a los importadores”. Eso sí, no pasó por alto un detalle que simboliza estos tiempos de austeridad extrema. No hubo café ni agua para los invitados.
La cabeza de los empresarios se concentra en lo urgente, pero esta semana empezará a ocuparse de cuestiones de fondo que vienen reclamando largamente y que estarán contempladas en el paquete de decretos y leyes que impulsarán la desregulación de la economía en materia laboral, previsional y comercial, además de cambios en empresas públicas para propiciar privatizaciones. Un nuevo régimen de despidos; la suspensión de la fórmula jubilatoria; la derogación de las leyes de alquiler y abastecimiento, y la transformación de empresas públicas en sociedades anónimas, son algunas de las herramientas con las que el Gobierno intentará compensar las malas noticias que llegarán en materia de inflación y caída de la actividad económica. Habrá que empezar a mirar al Congreso, pero también a la calle.
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