El Macri que siempre quiso ser
Es un video editado por el Real Madrid. Les llega por WhatsApp a cada uno de los socios el día de su cumpleaños con un saludo personalizado de los principales referentes del equipo. Cosas del marketing 4.0. La pieza no es difícil de hacer: se les pide a los jugadores que miren a la cámara y vayan grabando uno por uno los nombres de pila más frecuentes y esa parte se agrega a un mensaje general. Los funcionarios de comunicación del Gobierno quedaron admirados con la estrategia. Y llegaron a analizarla como método para llegar de manera particular a potenciales votantes, pero la desecharon finalmente por un riesgo: podría ser considerada "invasiva".
El macrismo está en modo campaña. Que, por facilidades de la tecnología, será bastante más barata que en elecciones anteriores. Es lo que anticipa Marcos Peña en la intimidad del gabinete. Y para alivio de recaudadores que, después de la causa de los cuadernos, han empezado a lidiar con la indiferencia empresarial. "No tengo más negro", le contó a este diario el dueño de un grupo que acaba de ser abordado. No es solo reparo judicial o miedo a que se filtre alguna lista: los hombres de negocios más relevantes han entrado en el último blanqueo y carecen de la liquidez de otras campañas. Pese a los intentos y a las sobreactuaciones con la nueva ley, la clase política sigue financiándose como siempre.
El Gobierno tiene una sofisticación proselitista de la que carece el PJ. "Nosotros seguimos haciendo campaña como antes; ellos son más profesionales", se lamentaron el miércoles en un gremio. Lo que sí parece común a ambas fuerzas es la reconfiguración del espectro de lealtades y rechazos: Pichetto y Massa ampliaron las fronteras a uno y a otro lado. El senador empieza a ocupar en Cambiemos el rol que tuvo Emilio Monzó. "Es la primera vez que Emilio tiene razones para estar enojado conmigo", la oyeron decir a María Eugenia Vidal después del cierre de las listas. En el macrismo se jactan de esta apertura, a la que le atribuyen una mejora en las expectativas. Hace dos semanas que la brecha con Alberto Fernández y Cristina Kirchner en intención de voto empezó a achicarse en la provincia de Buenos Aires, aunque no está claro si será suficiente para que la gobernadora le gane a Kicillof, porque en ese distrito no hay ballottage. Los últimos números propios indican que el kirchnerismo estaría hoy triunfando por 38 a 34, por bastante menos que hace un mes. En la primera sección del conurbano, donde hace más pie, el Presidente ya encabeza por un punto; en la tercera, la más difícil, la diferencia sigue siendo enorme, pero mejor que en el inicio del año: 40 a 28 en contra. Anteayer, en la reunión de gabinete ampliado en el CCK, Horacio Rodríguez Larreta admitió que en un momento había llegado a dudar de las posibilidades del Gobierno, pero que finalmente se había convencido. "Estamos cabeza a cabeza y tenemos el mejor equipo de campaña", dijo el jefe de gobierno porteño, según contó a LA NACION uno de los asistentes.
Fue el primero de esos encuentros para Miguel Ángel Pichetto. "Feliz de estar acá. Quiero hacer un reconocimiento a la valentía, a la decisión del presidente de la Nación, Mauricio Macri, de confiar, de convocarme, de creer en mí, de pensar la Argentina quizá de manera bastante coincidente", agradeció él. Su incorporación a la fórmula le devolvió a Pro la esperanza en medio de la recesión. Y operó al mismo tiempo como shock de confianza en un mercado financiero con ganas de creer no tanto por cuestiones doctrinales como económicas: los activos están regalados y pagan un alto interés. Un bono emitido por Neuquén con jurisdicción en Nueva York tiene, por ejemplo, un rendimiento cercano al 20% anual en dólares. El punto de inflexión había llegado en realidad unos días antes, cuando se frenó la corrida. Cuando, por intercesión de Trump, el FMI le permitió al Banco Central argentino intervenir con mayor flexibilidad en la plaza cambiaria. Esa nueva prerrogativa, que además arrancaba con un dólar alto, sin retraso, le dio al Gobierno el respiro que necesitaba.
Pichetto agregó certidumbre. Menos en el presente, porque no aporta votos, que hacia el futuro: si gana, Macri no parecería tan impedido de hacer reformas que podrían permitirle a la Argentina volver a ser un país viable y, por lo tanto, evitar un default. La llegada del senador reforzó además el discurso oficial. "Tiene una gran virtud: dice en público lo mismo que en privado", lo elogió Macri en el CCK, según publicó la periodista Silvia Mercado en Infobae. Una facultad que sus asesores no le aconsejaban a Macri allá por 2015, cuando lo imaginaban como líder de centroizquierda. Pero la corrida del año pasado barrió con esos sueños nórdicos: el Macri real muestra coincidencias ideológicas con Paulo Guedes, ministro de Economía brasileño formado en la escuela de Chicago, y hasta una afinidad personal con Jair Bolsonaro, su gran aliado para conseguir el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, que desencadenó críticas entre los defensores de la protección industrial. "No hay un solo macrista como él", se sorprendieron en el entorno de Macri, donde recuerdan la frase que el brasileño le dijo semanas atrás a su par en Buenos Aires, en un almuerzo en el que no habló demasiado: "Lo importante es que pierda Cristina Kirchner".
Bolsonaro está igual de convencido que Trump del proyecto de Macri. Lo volvió a mostrar la semana pasada en la reunión del G-20, cuando el líder republicano le preguntó qué podía hacer por Brasil y él contestó que nada, que lo mejor sería ayudar a la Argentina para que su país viviera en un vecindario tranquilo. Ya le había dicho algo parecido en mayo a George W. Bush. "Hablamos con él sobre la situación en Venezuela, pero más importante que hacer un gol es evitar otro, y ese gol en contra sería que la Argentina regrese a las manos de Kirchner", contó entonces en Texas a periodistas brasileños.
Ahora resulta más coincidente la atención que meses atrás, cuando todavía se hablaba en Pro de la pureza del proyecto, le prestaba Durán Barba a la campaña que había llevado al triunfo al líder brasileño, pródiga en mensajes de WhatsApp y hasta de fake news. Los críticos querrán ver en las nuevas afinidades un homenaje a Steve Bannon, propagandista norteamericano que trabajó en la campaña de Trump y que le acercó en su momento consejos a Bolsonaro, pero lo más probable es que todo se funde en algo más elemental: Macri no es ideológicamente tan distante del pensamiento de esas administraciones, con las que ahora aspira a trabajar en un tratado de libre comercio con Estados Unidos y de las que solo difiere tal vez en la estética discursiva. Es entendible que celebre la incorporación de Pichetto y su autenticidad: ahora se parece más a sí mismo.
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