Son cinco minutos y medio de video. La voz del suboficial Eduardo Enrique Tavano se oye entrecortada por el viento y la emoción. Le habla a Mauricio Macri , a quien supone, dice, patriota como él. Es mayo de 2018 y está en Río Gallegos, frente a las instalaciones de Austral Construcciones, ya entonces convertida en cementerio por la prisión preventiva de Lázaro Báez . Tavano graba con su teléfono: hace un paneo de las máquinas, de los camiones inmóviles, y le pide al Presidente que interceda para conseguir que esos equipos puedan ser utilizados por la Fuerza Aérea, el trabajo gracias al que hace tres décadas dejó de ser un homeless. Reclama algo que, después de meses de trámites, la Justicia finalmente le autoriza: convertirse en depositario judicial de todos esos bienes.
Este mes, una pala mecánica y un camión de Lázaro llegaron a la base Marambio, donde Tavano tiene destino hasta diciembre. Otra pala y una motoniveladora esperan viajar en pocas semanas. Misión cumplida.
Macri nunca vio el video. Fue el juez Néstor Guillermo Costabel el que firmó el 3 de octubre pasado la resolución que le permitió al suboficial, encargado del Grupo Logístico del Estado Mayor de Adiestramiento y Alistamiento de la Fuerza Aérea, disponer de unos 50 equipos que, por haber estado tres años en desuso, necesitarán reparación. Pero Tavano es mecánico, y está convencido de que podrá recuperar, dice, cerca de 500 máquinas entre camionetas, camiones, motoniveladoras y palas mecánicas.
Le costó conseguirlo. Porque algunos de los jefes con los que se cruzó desde que tuvo la idea juzgaron imprudente la iniciativa y porque la Fuerza Aérea no tiene el presupuesto que requeriría la reparación de todo lo incautado. A fines del año pasado, la 1a Brigada Aérea, de El Palomar, no sabía cómo pagar una factura de luz que orillaba el millón y medio de pesos. Desde la Antártida, en comunicación con LA NACION, Tavano dice que lo recuperado hasta ahora para el Estado equivale a unos US$10 millones.
Son detalles para un suboficial habituado a las inclemencias, que describe la Antártida, destino que a los 47 años lo mantiene alejado de sus seis hijos, como el sueño de su vida. Tuvo una existencia difícil. Catamarqueño, hijo de "un policía y una hippie", como describe a sus padres, se escapó a los 11 años de su casa y vivió durante mucho tiempo en la plaza Colón, en la capital de Córdoba. Dormía debajo de un monumento: una fuente con una estatua de animal que él cree recordar con forma de león. Se bañaba a pocas cuadras de ahí, en el río Primero, debajo del puente Avellaneda, y los viernes y los sábados lavaba copas en la peña El Coyuyo. Esa pulpería fundada por don Bini le permitía ganar alguna moneda e interactuar con artistas del espectáculo como Cacho Buenaventura, el Negro Álvarez o Elvio "Modesto" Tisera. También lustró botas. "No tengo vergüenza de mi pasado", dice, y recuerda otro gesto de ese universo callejero: el parrillero de un restaurant que quedaba a la vuelta le guiñaba un ojo mientras tiraba algo en el tacho de basura y él sabía que era comida limpia, no sobras, y retiraba entonces su plato principal.
Hizo hasta séptimo grado del colegio. Se metió en 1988 en la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea, en Córdoba, donde terminó la secundaria y aprendió mecánica. En 1990, dos meses antes de recibirse de suboficial, volvió a tener contacto con sus padres, que se acercaron al predio para informar que el aspirante había entrado sin consentimiento y que no estaban de acuerdo con que fuera militar. Dice Tavano que el comodoro que dirigía la Escuela los atendió, le preguntó a él si quería recibirse y, ante la respuesta afirmativa, volvió a dirigirse a los padres con una amenaza: "¿Y ahora vienen a preocuparse por su hijo? Váyanse o los denuncio por abandono de persona".
Así empezó su carrera militar. Conoció destinos como Reconquista, Mendoza, Tandil, Buenos Aires, Morón, Mar del Plata y Comodoro Rivadavia, donde años después llegó a tener a cargo el transporte de los 23 aeropuertos de la Patagonia, debajo del paralelo 42. Fue el trabajo que le sirvió para armar el alambrado perimetral de la terminal aérea de Río Gallegos, de 22 kilómetros, y desde donde veía el galpón de su vecino, Austral Construcciones, crecer sin parar hasta fines de 2015. De esas instalaciones ya lleva incautados 14 módulos habitacionales, 15 máquinas viales, 15 camionetas Chevrolet S10, una ambulancia, dos minibuses, seis camiones, dos semirremolques para carga general, un furgón Peugeot Partner y un utilitario Volkswagen Saveiro. Parte de lo que muestra en el video que grabó en mayo. "De acá salían los aviones a Malvinas hace 36 años", le dice a Macri. "Todo esto que está acá es inmenso: es un peso de cada argentino. Le pido que me ayude a armar un taller de reparación para la flota de la Fuerza Aérea Argentina. Si alguna vez le llega este video, me gustaría decirle: ayúdeme a engrandecer a la Patria. Nuestro país es tan rico, que no lo pudieron fundir".
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