El legado de la crisis inmobiliaria enturbia la recuperación de España
BENIDORM, España— Torre Lugano, el edificio residencial más alto de España, atrajo a compradores de este país y del extranjero con folletos relucientes que prometían residencias de lujo con un ascensor de vidrio y vistas impactantes de las aguas color turquesa de este balneario del Mediterráneo.
La realidad es muy distinta. El garaje se inunda y las corrientes de aire se cuelan por las ventanas. El ascensor de vidrio nunca se materializó. Los residentes, algunos de los cuales hace poco fueron obligados a ducharse en una sala comunal porque la plomería en sus departamentos se descompuso, entablaron una querella por 28,2 millones de euros (US$36,7 millones) contra las empresas constructoras.
Torre Lugano, con sus 128 metros de altura, ilustra la brecha entre los sueños recientes de gloria económica de España y su nueva y sombría realidad. Alrededor de 1,5 millones de unidades residenciales sin terminar, sin vender o sin demanda se reparten a lo ancho y largo del país, testimonio de una burbuja inmobiliaria que aún se desinfla y que amenaza con socavar la economía española durante varios años. Es la resaca luego de una fiesta épica, un período al cual los españoles definen en cinco palabras: "cuando pensábamos que éramos ricos".
España, celebrada en su momento como una de las primeras pruebas del éxito del euro, la moneda común europea, experimentó un período de pros¬peridad desde mediados de los 90 que duró una década. Las bajas tasas de interés y su proximidad a vecinos más ricos fueron los principales detonantes.
Ahora, cuando la recuperación sigue siendo esquiva en todo el continente, la capacidad de España para reanimar el crecimiento se considera una prueba de fuego de la estabilidad del euro y la salud económica de Europa.
Con un Producto Interno Bruto (PIB) de US$1,3 billones (millones de millones) España es la cuarta economía que usa el euro y representa alrededor del 11% del producto de la zona. Grecia, Irlanda y Portugal, las otras economías tambaleantes de Europa, representan combinadas alrededor del 6%.
La incertidumbre sobre la capacidad de recuperación de España ha intensi¬ficado la presión sobre las acciones y los bonos españoles. El primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero, que ya recortó miles de millones de euros del presupuesto nacional este año, indicó que presentará en las próximas sema¬nas un presupuesto aun más austero para 2011. Hasta el rey y la reina sien¬ten el ajuste de cinturón. La Casa Real anunció esta semana que la familia real, cuyos ingresos dependen de las asignaciones del gobierno, preveía partidas más modestas para el año próximo.
Puesto que los mercados internacionales le han dado la espalda al país, los bancos españoles han recurrido al Banco Central Europeo (BCE) para mantener el flujo de crédito hacia la economía. Moody’s Investors Service, la única de las tres principales clasificadoras de riesgo que aún no ha reducido la calificación de la deuda soberana de España, afirmó en agosto que evalúa una rebaja.
Los inversionistas creen que los bancos deben ser más transparentes sobre los préstamos incobrables y otros activos en sus libros. En lugar de revelar sus carteras de créditos con problemas, muchas instituciones españolas han preferido refinanciar préstamos y contabilizar las viviendas embargadas o sin vender como activos, a menudo sin reportar la caída de su valor de mercado. Aunque muchos bancos supera¬ran las pruebas de resistencia administradas por el gobierno hace unos meses, los economistas creen que este tipo de activos aún presentan un peligro.
Un riesgo, afirma el economista del London School of Economics Luis Garicano, es que los bancos españoles sigan los pasos de los llamados bancos zombis de Japón, "al aferrarse al capital para cubrir sus pérdidas".
El Banco de España estimó en un reciente informe que los préstamos ligados a la construcción y los bienes raíces considerados "problemáticos" podrían llegar a los 165.000 millones de euros, alrededor de 37% del crédito del sistema español.
En los últimos meses, el banco central del país también empezó a exigir que las entidades financieras coloquen más de sus reservas, y que lo hagan con mayor rapidez, para préstamos incobrables y activos de bienes raíces que aún permanecen en sus libros. Los reguladores también propulsaron una rápida ronda de consolidación entre las cajas de ahorro, instituciones regiona¬les de crédito que han soportado el mayor peso de la crisis inmobiliaria. Con el respaldo de un fondo gubernamental para ayudar a refinanciar el sector, el gobierno espera que las cajas fusionadas puedan digerir mejor las pérdidas y salir de la crisis transformadas en instituciones más sólidas y competitivas.
Cualquier recuperación llevará tiempo. Los economistas calculan que, en un mercado saludable, vender todo el inventario de viviendas que se edificaron durante el auge demoraría al menos tres años.
Un repunte más amplio de la economía española llevará aun más tiempo. Con un desempleo de 20% en una era de austeridad fiscal es poco probable que los consumidores se lleven la mano al bolsillo en el corto plazo.
La torre en Benidorm, al este de Valencia, se levanta sobre una región costera que durante la última década pasó de ser una franja soleada de árboles de cítricos a ser uno de los mercados inmobiliarios más especulativos del planeta. Los españoles que disfrutaban de las hipotecas fáciles fueron acompañados por británicos, alemanes y otros compradores provenientes de climas más fríos. Ahora, hermosas colinas y vistas al mar están ocupadas por andamios vacíos, bloques de cemento sin terminar y pilas de basura que quedaron de las obras suspendidas hace meses.
Después de trabajar por más de 50 años, Vicente Villalba compró un departamento en Torre Lugano con las ganancias de su negocio de catering. Ahora cuelga su ropa en ganchos para niños para que quepan en los estrechos clósets que construyeron, en lugar de los amplios clósets que prometieron y se queja de que a veces pisos enteros se quedan sin electricidad. "Fue una estafa gigantesca", señala. "Era demasiado bueno para ser cierto".
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