El irreversible deterioro del modelo
La forma en que el Gobierno ha manejado desde hace diez años el tema de la deuda pública es un ejemplo más de cómo ha actuado en la mayoría de los temas, sopesando los efectos presentes de sus decisiones, pero minimizando las consecuencias futuras.
Sin embargo, las secuelas de patear los problemas para delante algún día llegan y no son gratuitas. En la cuestión energética terminó con déficit e importando carísimo. En lo cambiario y aún con boom de "agrodólares", terminó con control de cambios y con dólar paralelo.
Con la excusa de impulsar políticas contracíclicas, desempolvó la máquina de imprimir del Banco Central y terminó enquistando la inflación. Y, en el caso específico de la deuda, "festejó" una reestructuración con alevosa quita y una supuesta política de "desendeudamiento" que en vez de reabrir el crédito barato nos aisló aún más de los mercados de capitales bajo la fantasía de vivir con lo nuestro.
En la práctica, ha sido pagar innecesariamente en "cash" (con reservas e inflación) sin lograr transmitir vocación genuina de pago y manteniendo el riesgo en niveles griegos.
La verdad, en todos estos años el tema de la reestructuración definitiva de la deuda nunca se cerró. Esto, aun sabiendo que alguno de los fallos del juez Thomas Griesa iba a caer.
Además, varias de las características de los bonos –con notable influencia en las decisiones de la justicia– fueron aceptadas por el propio Gobierno en la reestructuración como, por ejemplo, la jurisdicción de tribunales externos.
Adicionalmente, otras cláusulas aceptadas, menos relevantes en este juicio, complican el cierre a futuro (por ejemplo, la cláusula rights uppon future offers, que dice que no se le puede ofrecer a un acreedor que no entró en el canje un mejor trato que el dado al 92 por ciento que sí ingresó).
Por no resolver definitivamente el tema de la deuda en default, el Gobierno ahora está metido en un brete de difícil salida, que lo aísla aún más del mundo y lo hace ir a contramano. Vale la pena recordar que junto a la irresuelta expropiación de YPF, los juicios en el Ciadi [el tribunal arbitral del Banco Mundial] y la deuda con el Club de París en default, lo que acaba de ocurrir forma parte del proceso de deterioro irreversible en que entró el "modelo".