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La pelea que se cuenta en los próximos párrafos relata acontecimientos que rompieron una amistad, muestra la vigencia de lealtades familiares más allá de los desencuentros y tiene como personajes a algunas de las mejores creaciones argentinas. Aunque sucede principalmente en dos juzgados norteamericanos, nació en el césped del Campo Argentino de Polo al calor de una tragedia en una jornada deportiva.
Aiken Cura era uno de los caballos preferidos de Adolfo Cambiaso, el mejor jugador de polo del mundo. Se lesionó la mano izquierda en la final del Argentino Abierto, a su vez el más importante del planeta, por encima de las competencias en Estados Unidos y el Reino Unido. Era diciembre de 2006. Dos meses después, el animal murió en San Isidro.
Antes de ser sacrificado, Cambiaso pidió a los veterinarios que tomen una muestra genética y la almacenen congelada en un laboratorio de Buenos Aires. Pensó que algún día podría hacer algo con ella. El polista había tenido una idea premonitoria.
Tres años más tarde, Alan Meeker, un petrolero texano con intereses en la clonación de especies, se acercó a Cambiaso, dueño de La Dolfina junto a su esposa María Vázquez. Les ofreció entrar en un negocio conjunto de clonaciones y venta de algunos de los mejores caballos de la marca argentina usando su material genético.
La mayor parte de ese acuerdo se discutió en Palm Beach (Florida), se firmó en 2009 y, junto a otro documento escrito una década después, son la base de dos demandas cruzadas -una de Cambiaso y La Dolfina, la otra de Meeker y sus compañías- cuya resolución podría alterar el mundo del polo como se lo conoce hasta ahora.
LA NACION reconstruyó la disputa a partir de los expedientes que tramitan en Florida, donde Cambiaso y La Dolfina demandan a Meeker, y Texas, el lugar elegido por el norteamericano para discutir los supuestos incumplimientos de su exsocio.
Cambiaso, de 46 años y ganador 17 veces del Abierto de Palermo, es una personalidad argentina conocida en el mundo. No sólo se destaca como polista, sino también como criador. Este último oficio está relacionado con el primero: en la cancha, al menos un 60% de la ventaja competitiva del jugador se debe a las condiciones del animal, que a su vez se obtiene mediante la sofisticación del linaje.
Si bien la genética de Aiken Cura condujo al acuerdo de clonación, la mayor parte de la pelea actual gira alrededor de Dolfina Cuartetera, reconocida como la mejor yegua de todos los tiempos. “Sale una en mil millones”, describió alguna vez Cambiaso.
Declaración de Cambiaso
La demanda presentada en diciembre pasado por el argentino acusa a Meeker de vender sin autorización caballos únicos e invaluables, así como material genético de su propiedad.
Demanda contra Meeker
La disputa va más allá de lo que ocurra con un puñado de caballos campeones. Si el exsocio norteamericano se desprende de ellos, creen en la Argentina, destruiría en el futuro la ventaja competitiva del multicampeón Cambiaso y de su equipo, ya que a partir de esos ejemplares se podrían clonar infinita cantidad de animales cuya genética fue perfeccionada en Cañuelas y en Córdoba a lo largo de décadas.
La desesperación de Cambiaso, a su vez, tiene que ver con el legado familiar. Su hijo, que también se llama Adolfo y es conocido como “Poroto”, de 15 años, es un joven jugador y heredero del trabajo del padre como criador.
Lealtades familiares, pese a las diferencias
El estudio Chapman Law Group, que defiende a los argentinos, presentó pruebas en Florida sobre la presunta defraudación de Meeker. Es curioso: la venta de los caballos más valiosos de Cambiaso giraron en torno de su propio círculo familiar.
Camila Cambiaso, hermana de Adolfo, reconstruye parcialmente episodios que ocurrieron a finales del año pasado en una declaración jurada. Dice que el 1 de diciembre Meeker la contactó a través del Instagram de La Natividad, el equipo de polo que ella gerencia y en el que juegan sus hijos Camilo y Bartolomé, para ofrecer caballos que le pertenecían a su hermano.
Ella está casada con Bartolomé Castagnola, viejo amigo de Cambiaso, con quien compartió equipos entre 1996 y 2010 (La Martina, Ellerstina y La Dolfina) y ganó 7 títulos en Palermo, aunque están distanciados desde hace más de una década. Una de las razones fue por la salida de Castagnola del equipo, a finales de 2010. “Es muy difícil que nuestra relación vuelva a ser lo que era, pero están los chicos de por medio. Mis hijos se llevan genial con Poroto”, dijo el año pasado Castagnola en una nota de Claudio Cerviño en LA NACION.
Las lealtades familiares parecen haber sido más fuertes que el conflicto entre ambos. Según el expediente de Florida, Meeker preguntó a través de la red social si quien respondía a su mensaje era Lolo, como llaman a Castagnola. Camila le pasó el teléfono de su marido y ambos charlaron.
Otro documento, firmado por el cuñado de Cambiaso, cuenta el capítulo siguiente de ese contacto. Relata que mantuvo una conversación con Meeker, quien presentó diversos clones como de “su propiedad”. Las copias de las capturas de pantalla de la cuenta de La Natividad muestran una conversación en la que se exhibe el ofrecimiento de clones de Lapa, Aiken Cura y Colibrí, todos caballos destacados del argentino o de su empresa, La Dolfina.
Camila le preguntó a Meeker si también tenía disponible un clon de Cuartetera. “Solamente bebés”, le respondió, porque el resto estaban “habladas”.
Castagnola descontaba que los caballos que le querían vender eran de su cuñado o de La Dolfina. El propio Lolo le advirtió a Cambiaso sobre el intento de venta. “Una vez que el material genético y los clones son liberados, de manera irrestricta, al mercado mundial, no pueden ser recuperados…”, dice la declaración jurada que Castagnola presentó en la justicia norteamericana. Es decir, sería un daño irreparable para el jugador y para el equipo.
Según el mejor polista del mundo, en esas discusiones siempre quedó claro que los clones de su cría no se destinarían a la venta y sólo podrían ser usados por los equipos de La Dolfina. “Una vez que un clon se vende, puede ser copiado una y otra vez y la unicidad de estos animales desaparecería”, insistió. Allí es cuando Cambiaso hizo su pronóstico mundial: vender un animal así “cambiaría totalmente la cría de caballos de polo y lastimaría de forma irreparable a la industria del polo”.
El camino hacia la clonación de caballos de polo en la Argentina había comenzado algunos años antes a partir de un acuerdo entre el propio Cambiaso, Meeker y Ernesto Gutiérrez, de Aeropuertos Argentina 2000, quien llegó a tener su propio equipo en el Abierto de Palermo: La Ensenada.
Gutiérrez alcanzó cierto poder de influencia en el establishment local, entre otras cosas, porque presidía una compañía importante y dialogaba con Néstor Kirchner, con quien solía cenar para discutir sobre los problemas del país. El expresidente iba con una libreta y hacía anotaciones.
Cambiaso, Meeker y Gutiérrez acordaron en Wellington crear Crestview Genetis Argentina, que debía tener un control estricto sobre los clones de La Dolfina y también podría dar servicios a terceros.
El ejecutivo de Aeropuertos se fue del país y se instaló en Bocas del Toro, Panamá. Desde allí, contó que Cambiaso le consultó en 2009 su opinión sobre una propuesta de Meeker. El final de esas tratativas derivó en la creación de una empresa argentina de clonación. Esas charlas establecían, según Gutiérrez, condiciones limitadas que nunca habilitaban la venta de clones. Gutiérrez le pagó a Meeker US$ 1,53 millones para dar de baja el acuerdo de 2009. La compañía funcionó hasta 2019, cuando se disolvió.
El principio del fin
El estudio del argentino inició la demanda en el distrito sur de Florida el 8 de diciembre pasado. Pero cinco días antes, Crestview Farm, otra empresa relacionada con Meeker, había presentado en el distrito norte de Texas una querella contra La Dolfina y Cambiaso (también hizo otra a nivel federal, que resolvió conducir la disputa a Florida). Se basa en el acuerdo de 2009, que para los argentinos caducó. Sostiene que Farm pagó U$S1 millón a quienes ahora la demandan para extraer tejido de cuatro yeguas y crear clones, de los cuales un potro de cada una sería para Cambiaso y el resto quedaría en manos de Farm.
La empresa norteamericana señala que Cambiaso o sus empresas vendieron muestras de tejidos, licencias de un caballo que no era de su propiedad e hicieron al menos dos clones de Cuartetera que fueron vendidos, algo que violaría el convenio entre ambos.
Demanda de Crestview Farm
El expediente de tas tuvo una novedad en abril pasado. El juez Reed O’Connor rechazó el pedido de Cambiaso para que el caso siguiera solo en Florida, pero otorgó un stay (una medida cautelar de no innovar, que congela la situación) a la espera de lo que ocurra en la causa en la que La Dolfina es demandante.
“Cambiaso y La Dolfina han presentado claramente sus posiciones ante la Justicia. No están de acuerdo y se oponen a las acciones de Meeker y Crestview con respecto a los clones, seguirán con el asunto y revelarán los hechos según sea necesario dentro del proceso judicial”, explicaron a LA NACION fuentes cercanas al polista. En tanto, Meeker no había respondido a las consultas antes del cierre de esta nota.
La primera Cuartetera descansa en un campo de Washington, en Córdoba. Sus clones siguen deslumbrando en la cancha, ajenas a las hojas de expedientes que se tramitan lejos de Palermo cuyo desenlace podría cambiar el sentido del juego.
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