El huevo o la gallina: ¿déficit cero o dolarización?
El debate divide aguas entre economistas, empresarios y banqueros, que defienden una u otra opción; en tanto, en menos de un mes Massa deberá enviar al Congreso el proyecto de presupuesto para 2024
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Sobre llovido mojado. El sorprendente resultado de las PASO acentuó la incertidumbre sobre el futuro político y económico de la Argentina en el cortísimo plazo (octubre o noviembre), que a su vez marcará el rumbo de los próximos cuatro años.
Todo se aceleró esta semana como si el proceso político siguiera el ritmo de la inflación, que acaba de iniciar un ciclo de aumentos de dos dígitos mensuales sin otro precio de referencia que el dólar paralelo.
Sergio Massa, que meses atrás se había autodefinido como “plomero” del Titanic, parece haber extraviado su caja de herramientas y actuar a tientas.
Por más que ahora haya afirmado que no abandonará el deteriorado timón de la economía, su decisión de disponer sin un plan previo el salto de 22% en el tipo de cambio oficial –tantas veces negado–, ya tiene impacto directo en los precios del bimestre agosto-septiembre y complica sus chances como candidato presidencial. Y el simultáneo aumento de la tasa de interés a 9,8% mensual en plazos fijos junto con los operativos policiales para frenar la demanda de dólares, no impidieron que la brecha cambiaria se ubicara ayer entre 88% (MEP), 108% (Blue) y casi 113% (CCL), en los niveles pre-PASO.
La inmediata ola de remarcaciones de precios que siguió a estas medidas se refleja en el ticket de la canasta fija de 30 productos que monitorea esta columna en la misma sucursal de una cadena de supermercados y a mitad de esta semana registró un aumento de 10% ($42.900 vs. $38.900 a fin de julio), con alzas de 20% en pan, lácteos, carnes, fiambres, artículos de tocador y papel higiénico. Y en que llegó tarde la previsible prórroga del programa de Precios Justos hasta fin de octubre con topes de aumento de 5% mensual, a cambio de beneficios impositivos a fabricantes y cadenas de supermercados bajo la amenaza de controles y multas. Además, el “acuerdo” con las petroleras para subir 12% los precios de los combustibles y congelarlos hasta las elecciones, no sólo impacta en el costo de fletes, sino que queda corto frente a la inflación esperada (25% acumulado en agosto-septiembre).
La dinámica de mayor incertidumbre económica y política (el camporista Andrés Larroque llegó a decir que la opción electoral es “Unión por la Patria o disolución nacional”) también se trasladó al staff técnico del FMI, que ayer mantuvo contactos por zoom con economistas de Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza, antes de que el board del organismo apruebe el próximo miércoles en Washington, con la presencia de Massa, el desembolso a la Argentina. Se trata de US$7500 millones, que en gran medida cancelarán los préstamos puente de la CAF y Qatar conseguidos de apuro hace dos semanas para evitar atrasos con el organismo.
La preocupación del Fondo se basa en que, después de su triunfo en las PASO, Javier Milei está hablando en los medios como futuro presidente. Y, aunque faltan dos meses para las elecciones, enarbola como un hecho consumado su propuesta fundamentalista de dolarizar la economía para estabilizar drásticamente.
Así presentada, la dolarización se asemeja a coserse la boca para bajar de peso: puede funcionar pero debilita al cuerpo y genera otros problemas. Además, debe ser respaldada por leyes para asegurar la gobernabilidad, pese a que LLA estará en minoría en las dos cámaras del Congreso.
El debate divide aguas entre economistas, empresarios y banqueros. Como en el dilema del huevo y la gallina, una mayoría se inclina por una regla de déficit fiscal cero, con independencia del BCRA y prohibición de emitir para financiar al Tesoro, mientras que los partidarios de la dolarización privilegian su rapidez para bajar la inflación.
También están quienes advierten que Milei tiene un discurso para su electorado masivo y otro para públicos especializados a cargo de su equipo. Por caso, Diana Mondino aclaró que la propuesta de romper relaciones con China se trata en realidad de transparentarlas sin cláusulas secretas. Y Darío Epstein acaba de precisar que habría un período de transición para dolarizar, ya que el punto de partida es conseguir dólares en un plazo que estimó entre 6 y 12 meses y fijar prioridades para el gasto público como paso previo a otras reformas.
Las limitaciones de la propuesta de Milei quedaron expuestas esta semana en un intenso –pero respetuoso– debate entre dos economistas de LLA y dos de JxC, en la segunda conferencia anual de FIEL, bajo el título “Peso, dólar o real”.
Emilio Ocampo abrió el fuego al señalar que entre 1998 y 2022 –una generación– la Argentina tuvo más de 10 años de inflación superior a 10% anual, a diferencia de cualquier otro país comparable en el mundo. “Hay varias maneras de dolarizar, pero hay que asumir que estamos en el fin de una era, como en 1989. La economía está dolarizada de facto y pagamos todos los costos sin ningún beneficio. Es el second best para que resista a un mal gobierno en el futuro y juegue un papel como la Convertibilidad en los ‘90. El BCRA debe ser independiente, pero también competente. Hay que permitir que la gente y los bancos usen la moneda que quieran y el dólar sea voluntario. Los problemas estructurales requieren soluciones estructurales. No hay margen para otro fracaso”, afirmó.
En cambio, Martín Tetaz cree que dolarizar no es el mejor camino “pese al gran beneficio de una estabilización rápida, que también puede lograrse con un BCRA independiente y un presupuesto equilibrado”. A su juicio, sería más lógica una coordinación monetaria con el real brasileño con dos países que sufran consecuencias externas similares y no adoptar la moneda estadounidense para quedar más expuestos a shocks de Estados Unidos. “No somos Ecuador ni El Salvador”, dijo, para agregar que la Argentina y Brasil tienen una evolución de (muy baja) productividad y que con una convertibilidad con el real brasileño no se habría producido la crisis de 2001. También se preguntó con qué dólares, tipo de cambio y apoyo parlamentario se aplicaría, ya que la dolarización es unilateral, no tiene cláusulas de escape y la Argentina no va a ser parte del Nafta (el tratado de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México)”, completó.
Para Ricardo López Murphy el problema central es la dominancia fiscal que el déficit del sector público no financiero impone a la política monetaria. “Si fuéramos capaces de establecer una regla (de equilibrio) fiscal con apoyo del Congreso y que éste apruebe el endeudamiento, estaremos cumpliendo la Constitución, pese a que nunca se aplicó. También la conducción del BCRA debería tener la misma estabilidad institucional que la Corte Suprema de Justicia. Sin estos requisitos, congruentes con los de nuestros países vecinos, todo lo demás no sirve. Iríamos a nuevas confiscaciones, reformas previsionales, subsidios y mecanismos de representación política incapaces de afrontar la escasez de recursos sin endeudarse”, advirtió.
Diana Mondino coincidió con este punto, para resaltar luego que el déficit primario, financiero y cuasifiscal es monumental, que existe una gigantesca distorsión de precios relativos entre dólar, jubilaciones, salarios y que una tasa de interés del BCRA de 200% anual agranda el problema aún con equilibrio fiscal. “El déficit total de la Argentina se ubica entre 8 y 10% del PBI. La dolarización es la vía más rápida para estabilizar con crecimiento. Se necesita un esfuerzo fiscal de una sola vez, para no hacerlo nunca más. También flexibilidad económica y terminar con el mito de ‘vivir con lo nuestro’. La mejor forma es insertarse en el mundo con independencia del BCRA, igualar reglas entre bancos públicos y privados y volver a tener acceso al crédito externo”, afirmó.
Por lo pronto, en menos de un mes el ministro Massa deberá enviar al Congreso el proyecto de presupuesto para 2024 (para este año había previsto una inflación de 60% casi duplicada en siete meses), que nadie cree que sea tratado antes del probable balotaje del 19 de noviembre.
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