El griego que escapó de una invasión, vino al país y creó una de las golosinas preferidas de los argentinos: la historia de Georgalos
CORDOBA.- El destino lo trajo a la Argentina y la golosina que creó se convirtió en una de las más conocidas del país. Vivía en Chios, una isla griega frente a Turquía, donde su familia tenía un negocio de ramos generales; lo mandaron a Polonia a estudiar pastelería y un mes antes de la ocupación alemana –cuando ya la situación era muy complicada- Miguel Georgalos tomó un barco con "ruta incierta". Terminó bajando en el puerto de Buenos Aires en setiembre de 1939.
Como todos los inmigrantes, conoció a otros de su mismo origen, con quienes se ayudaban mutuamente. Mientras hombreaba bolsas en el puerto, decidió aplicar lo que sabía: haría "halva", un dulce tradicional de Medio Oriente. Había un problema: en la Argentina la pasta de sésamo no existía.
"En las esquinas veía la venta de garrapiñada y empezó a investigar el maní; a ver cómo lo podía adaptar y eso fue lo que hizo. Básicamente quería vender para poder comer él", cuenta a LA NACION Katia Gounaridis, nieta de Georgalos e integrante de la tercera generación que continúa en la empresa.
Georgalos empezó a ofrecer ese dulce fraccionado, sumó algunos otros turrones que sabía hacer. Se casa con la santiagueña Marcela Brandan –"muy buena cocinera, que además aprendió todas las comidas griegas"- y en su casa de Floresta fabrican y venden.
La historia que fue atravesando la familia dice que una vecina les solía decir que las planchas del dulce que tenían papel metalizado abajo y celofán arriba se parecían a "panes de manteca". Así nació el nombre: Mantecol; terminó siendo un genérico.
De esa casa pasaron a una propiedad en Segurola y Elpidio González y después compraron la vieja cancha de All Boys en esa misma esquina. "Allí estuvo emplazada la primera planta de lo que fue primero La Greco Argentina y, después, cuando él fue trayendo de a uno a sus padres, cinco hermanos y algunos primos, Georgalos Hermanos", apunta Gounaridis.
A fines de los ’50, Georgalos empieza a buscar un campo en Córdoba para autoabastecerse de maní y avanzar en lo que hoy es la integración vertical. Río Segundo se convirtió en la sede de la empresa y él en uno de los fundadores de la Cámara Argentina del Maní. Incluso compra lo que era la antigua cervecería Río Segundo para instalar una parte de la fábrica.
Ya la marca era conocida, pero su nombre se reforzó porque Georgalos se hizo
amigo de Manuel García Ferré, el "papá" de Anteojito
y tantos otros personajes. Durante años la contratapa de la revista infantil fue para la empresa. En
2001 Mantecol –que representaba el 35% de la facturación- se vendió a Cadbury Stani
, filial argentina de la inglesa Cadbury Schweppes.
La decisión se tomó por el alto endeudamiento que tenía la empresa. En la compañía admiten que la operación –que se cerró en US$21,5 millones- fue como "cortarse un brazo". En 2009 nació una derivación de Mantecol, Nucrem .
Miguel Georgalos tuvo tres hijos y fue Ianni (Juan Miguel) quien llevó adelante durante varios años la compañía y "la sacó de varias crisis, incluso se ocupó en la etapa de la venta de la marca y del resurgimiento", repasa Gounaridis.
"El abuelo tenía en su ADN la innovación, la creación –señala-. Era un visionario. No sólo hizo el Mantecol, sino que los turrones de obleas Namur nacieron con él. Nosotros continuamos con esa idea y estamos orgullosos de muchos productos con los que somos líderes".
En la familia recuerdan que cuando Georgalos se cruzaba con alguien le "enseñaba" una palabra en griego y después decía "ves, ya hablas griego". Lo hacía consciente de que había masificado entre los argentinos un postre de su país.
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