Buster Keaton fue un actor desde la cuna, ya que, cuando apenas tenía nueve meses, sus padres lo hicieron aparecer en escena y en pocos años se convirtió en la gran atracción del espectáculo. Más tarde, se encumbró como una de las mayores estrellas del cine mudo, pero en la cima de su éxito firmó un contrato que no debía haber firmado jamás y toda su carrera se desmoronó.
Joseph Frank Keaton, tal su verdadero nombre, nació el 4 de octubre de 1895, en Piqua, Kansas, en el sur de los Estados Unidos. Era hijo de dos actores de vodevil, que, como se dijo, muy pronto lo sacaron a escena junto con ellos.
Sus padres aprovechaban la facilidad innata que Joseph tenía para caerse, doblarse y golpearse, para atraer más público y aumentar sus ganancias. A los cinco años, Buster ya se había convertido en la estrella del espectáculo familiar, que era bastante violento, ya que consistía en que lo lanzaran por el escenario e incluso al foso de la orquesta.
Tal como publicó el diario El País, de España, el propio Buster Keaton contó en sus memorias cómo había empezado su carrera. "Fue en 1899, antes de haber cumplido cuatro años, cuando me uní oficialmente al número de mis padres", recuerda. Así fue cómo asumió el rol de La Bayeta Humana. "Una de las cosas que descubrí fue que siempre que sonreía o permitía que los espectadores sospecharan lo bien que me lo estaba pasando, parecía que estos no se reían tanto como de costumbre", afirmó.
Aprendió a caer observando a sus progenitores y pronto su padre lo usó como bala humana, "bayeta, felpudo, saco de patatas o balón de fútbol", lo que provocó tanta hilaridad entre los espectadores a lo largo de los años como alguna prohibición en distintos Estados de sus actuaciones; los legisladores pensaban que aquel niño sufría con el show. Luego de recibir varias demandas, se les prohibió a sus padres continuar con lo que consideraba explotación infantil. Keaton tenía 11 años.
La publicación española señala que suele decirse que el apodo "Buster" se lo puso Houdini, el gran mago y escapista, que era amigo de los Keaton y que un día, tras verlo caer con seis meses, lo recogió y dijo: "¡Caramba, vaya un buster [porrazo]!". Nunca nadie sabrá si esto no es más que una leyenda, pero lo cierto es que el actor quedaría en la historia con ese sobrenombre.
A los 20 años, Buster se fue solo a probar suerte a Nueva York, donde empezó una carrera en el cine mudo. Hizo dupla con Roscoe Arbukle, un gordinflón divertido con el que rodó una docena de cortos, pero en 1921, la dupla se disolvió porque Roscoe fue acusado de asesinar a una actriz, y terminó suicidándose. Ese fatídico acontecimiento, considerado el primer gran escándalo del cine en California, asfaltó el camino al éxito de Keaton.
La figura de Buster, que hacía reír con solo entrar a escena, se volvió cada vez más relevante. Logró el arte de no sonreír jamás ante la cámara, por lo que lo apodaron "Cara de palo", y fue conocido porque, salvo en una ocasión, jamás dejó que lo doblaran en las escenas peligrosas.
Respecto de su cara, Keaton siempre dijo: "A lo largo de los años han llamado a mi rostro cara de asco, jeta muerta, rostro helado, el gran cara de piedra y, lo crean o no, 'máscara trágica' [...]. La gente dirá lo que le parezca, pero mi cara ha sido para mí una valiosa marca de fábrica".
La "era del jazz" fue su máxima etapa de esplendor, con films como El moderno Sherlock Holmes, Siete ocasiones y, sobre todo, El maquinista de la general, considerado uno de los mejores clásicos de la historia del cine.
Su éxito lo convirtió en uno de los comediantes más famosos del mundo. Gran parte de la crítica lo consideró el mejor cómico del cine mudo (un dato no menor, si se tiene en cuenta que eran los tiempos del genial Charles Chaplin). Al mismo tiempo, su fortuna engordaba: llegó a cobrar US$3500 por semana (el doble de lo que ganaba cualquier trabajador en su época).
Aquel hijo de artistas de vodevil, que había debutado en el espectáculo casi desde la cuna, era ahora el rey del humor físico, era considerado uno de los mejores cómicos del cine mudo y su billetera no paraba de crecer. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con sus caras de nada. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
En 1928, Keaton firmó un contrato exclusivo con la Metro Goldwyn Mayer (MGM), que le quitó todo dominio sobre sus producciones. De la noche a la mañana, Buster se vio obligado a hacer películas que él consideraba de baja calidad y jamás se adaptó al sistema de estudios que empezaba a florecer en la industria cinematográfica.
El cineasta Peter Bogdanovich, que filmó El gran Buster, una película sobre la vida de Keaton, cuenta a El País que, al firmar para la MGM, empujado por otras estrellas, el actor vendió su alma al diablo. "No le dejaron ni dirigir ni escribir sus filmes", comenta. Para colmo, a esto se le sumó la irrupción del sonido en el cine, a lo que tampoco se adaptó del todo.
Esta situación arrastró a Keaton hacia el alcoholismo, cayó en la depresión y en pocos años todo su mundo se derrumbó: pasó gran parte de la década de 1930 oculto, trabajando como escritor de gags para varias películas de los hermanos Marx. Se truncó así, a los 33 años, la carrera de uno de los mejores actores del cine mudo (muchos años después tendría revancha como director y sería homenajeado con un Oscar honorífico, pero esa es otra historia).
¿Hay hoy alguien equiparable a Buster Keaton?, se le preguntó a Bogdanovich. "No, por varias razones", responde. "El color no ayuda a la comedia, sino que distrae al espectador de lo importante: el gag. Tampoco nadie aúna tanta sapiencia en la dirección, en control exhaustivo de su físico —actualmente solo John C. Reilly es equiparable en dominio del cuerpo— e inventiva en los gags, como demostró, por ejemplo, en El moderno Sherlock Holmes, cuando rompe la cuarta pared. ¿Otro Keaton? Imposible".
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