El Gobierno y sus negociaciones de cara a la gran batalla por el cepo
En Economía no abandonan la idea de acelerar el levantamiento de las restricciones en este trimestre; hay conversaciones con exportadores para que adelanten el ingreso de dólares, con organismos multilaterales y bancos; algunos ven el riesgo de que este modelo sea un “massismo con superávit fiscal”
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Javier Milei tiene varias batallas ganadas en su corto mandato. Pero hay una, que es clave, que obsesiona tanto al equipo económico como al mercado, aunque no todos lo admitan con la misma franqueza: la cambiaria.
En el equipo económico no abandonan la idea de acelerar el levantamiento del cepo en este trimestre. Al menos, así lo refleja una serie de negociaciones que en paralelo se están llevando a cabo para poder hacerse de varios miles de millones de dólares que puedan amortiguar cualquier cimbronazo del tipo de cambio, ante una eventual relajación de los controles. Por un lado, en Economía tendrían el visto bueno de varios organismos internacionales como el Banco Mundial, la CAF o el BID para adelantar desembolsos –ya el BID comunicó esta semana un préstamo de US$675 millones–; por el otro, siguen vigentes las negociaciones con bancos internacionales –se habla de Nomura, Goldman Sachs, entre otros– para avanzar en un “repo”, como se conoce en la jerga financiera un préstamo contra garantía ya sea de oro o de bonos, por unos US$3000 millones.
Pero, además, hay desde hace algunos días conversaciones avanzadas con empresas exportadoras internacionales para que adelanten el ingreso de sus dólares a cambio de una letra, que luego podrían ir canjeando en el tiempo a medida que tengan necesidad de pesos. En su momento, algo similar había negociado la administración Macri con las empresas cerealeras para poder tener un colchón de dólares mientras se levantaba el cepo. “El FMI pide no ser el único que aporte fondos y acá se están tocando todas las puertas”, reconoce una fuente al tanto de algunas de estas conversaciones. “Las intervenciones en el mercado cambiario de los últimos días también tienen que ver con la expectativa de que algo viene; nadie gasta por adelantado si no cree que después va a recibir un cheque”, ilustró.
Habrá que esperar a ver si las conversaciones redundan en anuncios concretos. Todavía están en el terreno de lo posible. Está claro que el equipo económico sabe que tiene que mover las fichas. El mercado hoy está dividido entre quienes siguen optimistas y quienes empiezan a desconfiar del plan Milei. Los precios lo dicen todo. Los bonos parecen haber encontrado un piso, pero todavía no levantan cabeza.
El verano boreal, entretanto, hace que las negociaciones con el FMI avancen sin premura. Se descuenta, de todas maneras, que el Gobierno sobrecumplirá en septiembre la novena revisión del programa heredado del massismo y recibirá en las próximas semanas una nueva misión. Caputo anticipó en sus conversaciones con operadores del mercado bursátil que el Estado también cerró julio con superávit fiscal, aunque no financiero (el resultado de los ingresos menos los egresos, después del pago de la deuda), pero que en agosto volverá a obtener un doble resultado positivo, tal cual sucedió en todos los otros meses en lo que va del año. Todavía no está claro cómo piensa compensar en septiembre la eventual baja de 10 puntos del impuesto PAIS que anunció el presidente Milei. Hay gran expectativa en el Gobierno frente a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, que serán en noviembre. La administración Milei –o al menos el Presidente– no oculta sus cartas: la apuesta a una victoria de Donald Trump es indisimulable.
Para el levantamiento de las restricciones cambiarias –nadie cree que vayan a levantar todas juntas al mismo tiempo, no lo hizo Macri tampoco en su momento– también será clave que la brecha entre los dólares financieros y el oficial siga achicándose. Aunque el contexto internacional podría complicar aún más la tarea. Caputo, de todas formas, especula con que la menor demanda de divisas para el pago de importaciones de energía, estacionalmente alta en el invierno argentino, ayude a revertir la balanza cambiaria. “El problema para Bausili va a ser que el dólar no baje de 1100 pesos”, bromeó entre los bolseros en la reunión que se hizo el lunes último.
Pero también el BCRA le prende una vela al ingreso de dólares del blanqueo. La norma que aprobó ayer el directorio de la autoridad monetaria para facilitar a los bancos la toma de depósitos en dólares –sin importar que sean cara chica, cara grande o algo deteriorados- busca alentar a los blanqueadores, pero también a que quienes hoy tienen sus dólares rindiendo cero en caja de seguridad –una caja mediana en un banco puede salir hoy unos $700.000 mensuales– los depositen en el sistema financiero. La idea es que los bancos, al poder darle una aplicación a esos dólares billete que captan del público, tengan luego incentivos para pagarles algo de tasa por sus depósitos. Hoy no hay banco que aliente la toma de depósitos en moneda extranjera. Son solo un dolor de cabeza. Sería un win- win para los bancos y para el BCRA: más negocio para el primero, más reservas (porque los depósitos en moneda extranjera suben), para el segundo.
La cambiaria es la gran batalla que deberá dominar el Gobierno en los próximos meses, si quiere terminar de posicionarse para las elecciones de medio término como la fuerza más competitiva, por lejos. La sensibilidad es grande y el Gobierno no comunica demasiado bien: en ningún momento se preocupó por aclarar esta semana que la fuerte baja de reservas de fin de mes se debió a un movimiento contable habitual de la banca extranjera, que saca sus dólares el último día hábil del mes, para volver a depositarlos en el BCRA el 1ro del mes siguiente (de ahí la recuperación de más de US$600 millones de ayer).
Ya Milei dio sobradas muestras de que la disciplina fiscal –con o sin contabilidad creativa– es innegociable. Lo mismo el objetivo de bajar la inflación núcleo -la que no contempla precios regulados, como tarifas, que pueden subir eventualmente, o movimientos estacionales – al 2% mensual (o menos) para fin de año.
La baja de la inflación le está permitiendo al Gobierno con esfuerzo administrar otro frente, que siempre desveló a las administraciones no peronistas, como es el frente sindical. Segunda batalla en la que el Gobierno está arriba. Ya las negociaciones paritarias no parecen tener la misma fuerza de hace algunos meses.Y los grandes líderes sindicales parecen cada vez más deslegitimados ante una sociedad que los identifica como la casta más recalcitrante. Los grandes gremios se encuentran algo desconcertados ante una administración que además no opera con la misma lógica de sus antecesores, ya que no cede ante la amenaza de paro, porque cree que la medida de fuerza sólo mejora la imagen que la sociedad tiene del Gobierno en contraposición con la de la casta sindical. Si la macro acompaña, la estrategia seguirá siendo la de mantener paritarias lo más cortas posibles, con aumentos salariales que no superen el 4 o 5% mensual. En el corto plazo, también se buscará cuidar especialmente aquellos sectores estratégicos con los que el Gobierno espera impulsar la actividad. En esa línea, el secretario de Trabajo, Julio Cordero, tendría previsto citar la semana que viene a Manuel Arévalo, líder de los petroleros jerárquicos, hoy en conflicto. Nada debería enturbiar el clima en Vaca Muerta. Ya ayer no fueron de lo más felices para el Gobierno las declaraciones de Paolo Rocca, número uno de Techint, en diálogo con inversores: “Probablemente todos fuimos demasiado optimistas al pensar que esto podría hacerse en el corto plazo”, dijo. Parece que aunque en las encuestas la imagen de Milei sigue intacta, para los empresarios el reloj ya está corriendo hace rato.
“La calle”, otro fantasma eterno para los gobiernos no peronistas, también parece estar por ahora bajo control. La embestida del Gobierno y de la Justicia contra algunos líderes de movimientos sociales parece estar surtiendo efecto. La deslegitimación de líderes piqueteros como Eduardo Belliboni es total. Tercera batalla con resultado favorable.
“Ni Camioneros ni los líderes sociales tienen legitimidad frente a Milei”, sentencia el economista y exministro de Producción y Trabajo macrista Dante Sica. Según dice, hay una combinación de convicción y pragmatismo en esta administración que es mejor de la esperada. “Convicción en lo fiscal y pragmatismo para ir ajustando los aumentos de tarifas en función de la inflación de bienes. Ahora hay que licuar los pesos, de modo tal de que cuando se abra el cepo, si hay un acomodamiento cambiario, no impacte sobre la inflación”, dice Sica, que se inscribe por estas horas entre los optimistas.
De la mano de lo cambiario, sin embargo, también está el nivel de actividad. Y esa es otra batalla que el Gobierno no puede dominar. La administración Milei apuesta en las próximas semanas a relanzar el Monotributo Promovido -a diferencia del monotributista tradicional, está eximido del pago mensual del componente impositivo-, que había lanzado Sergio Massa en 2023, en pos de avanzar en un blanqueo de los trabajadores que hoy están en la informalidad. Nadie espera en el corto plazo que crezca demasiado el empleo en relación de dependencia. La mayoría de las empresas pide ver más cambios antes de arriesgar. Hay quienes ven el riesgo de que este modelo sea el de un “massismo con superávit fiscal”. Es el gobierno el que debe ahora mover las fichas si quiere seguir ganando batallas. No puede cantar victoria antes de tiempo.
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