El Gobierno lo necesita a Rubinstein, el país también
Más allá de los discursos grandilocuentes, la política económica práctica requiere idoneidad y, sobre todo, coraje para decidir y para comunicar
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¿En qué se diferencian las aparentemente similares siguientes afirmaciones: 1) “si la hace bien es gol” y 2) “un salto devaluatorio, si sale mal, produce otro Rodrigazo”?
En que la primera es una tautología, porque cuando no se convierte el gol, el autor de la frase agrega: “lo que pasa es que la hizo mal”; mientras que la segunda explica por qué, aquí y ahora, el Poder Ejecutivo hace todo lo posible para no implementar la referida medida.
La otra diferencia fundamental es que la primera la formulan comentaristas deportivos, mientras que la segunda la planteó el viceministro de economía de la Nación. Nueva aplicación de aquello de que, en el omelet de jamón la gallina participa pero el chancho se involucra.
Gabriel Rubinstein es un economista profesional que, como número dos del ministro Sergio Massa, no se olvida de lo que aprendió en la facultad y afirmaba ante sus clientes. Mejor todavía: no lo oculta. No siendo funcionario, yo me puedo dar el lujo de ser más explícito. Desde hace años vengo diciendo que, error tipo I, error tipo II, hay que adoptar todas las decisiones sobre la base de que no habrá salto devaluatorio, sino manejo administrativo del segmento oficial del mercado de cambios. Porque, ¿qué otra cosa se puede hacer con el actual accionar de las máximas autoridades del Poder Ejecutivo?
Rubinstein puede dejar el Gobierno porque lo echen o porque se harte. En cualquiera de los casos, sería un enorme dolor de cabeza para el presidente, la vicepresidenta y el ministro de Economía, quienes cometerían un grave error prescindiendo de sus servicios. Es más, tienen que mimarlo un poco, para que no decida dejar el puesto.
Nadie es insustituible, pero esto no quiere decir que en todos los casos la sustitución resulte igualmente fácil. Ironizando, ilustraba la dificultad que tuvo Massa para encontrar quien lo acompañara en la gestión, diciendo que estuvo a punto de publicar un aviso en los diarios, con el siguiente texto: “se busca economista idóneo, que esté dispuesto a trabajar debajo de mí, por encima de De Mendiguren y Tombolini, y que no haya criticado a Alberto y a Cristina”.
La Argentina enfrenta multitud de problemas objetivos, políticos y económicos. No hay soluciones fáciles y menos aún medidas que satisfagan a todos. Más allá de los discursos grandilocuentes, la política económica práctica requiere idoneidad y, sobre todo, coraje para decidir y para comunicar.