El Gobierno entregó varios alfiles para salvar las sospechas de corrupción
La consolidación de los números le da al escándalo de la compra de comida un tono miserable. El Estado compró 5,78 millones unidades repartidas en paquetes de arroz, lentejas, fideos y azúcar, además de 680.000 botellas de aceite. El ticket de la compra sumó $737,5 millones. Si, al menos, hubiese pagado el precio que cualquier argentino abona en el almacén de la esquina, el importe estampado en el último renglón sería de $436,8 millones, poco más de 300 millones menos.
La pregunta inexorable es cuál es el Estado que compra: el bobo o el cómplice. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, fue el paladín de la explicación del "bobismo estatal". A poco de conocida la noticia, quiso establecer el primer contrafuego al incendio. "Pedimos descuentos. Pero los proveedores se plantaron", dijo el funcionario. Siguieron las explicaciones. Pero no hubo caso, pocos minutos después reconoció que cualquier almacén de barrio tiene precios más baratos. El calor de las llamas empezó a calentar.
Unas horas después, el presidente Alberto Fernández empezó a abonar otra teoría. Ahí no había un bobo, sino un cómplice ¿Cómplice de quién? Se podría preguntar. En principio, de los empresarios que, según el mandatario, se cartelizan para sacar provecho, incluso en medio de la emergencia.
Ya quedó claro que no hay bobos cuando de compras de 700 millones de pesos se trata. Arroyo entregó un alfil y dejó rodar la cabeza de Gonzalo Calvo. Después, con él se fueron 14 más. Entre ellos, un hombre al que todos miraban ayer por la tarde. Se trata de Carlos Montaña, uno de los vicepresidentes de Independiente, cercano a Hugo Moyano y estrecho colaborador de Sergio Berni cuando el ahora hombre de la seguridad bonaerense era en número dos de Alicia Kirchner en Desarrollo Social.
Vale la pena detenerse en Calvo. A poco de indagar surge una palabra cara al paladar del poderoso peronismo bonaerense. "Es un cuadro", lo defendió un colega que también forma parte del gobierno nacional.
"Un cuadro", para ese mundo, es un personaje encolumnado en una causa y dispuesto a todo por el verticalismo que impone el líder. Dispuesto a inmolarse por la causa, ese parece ser el destino de Calvo. A los "cuadros" se los suele encontrar agazapados en los pliegues del frondoso organigrama del Estado. Arropados por un cargo grandilocuente, van y vienen con la llave que les entrega la tarjeta de presentación. Para un hombre del peronismo bonaerense, el cargo de secretario de Articulación de la Política Social casi que parece creado a medida.
La caída de Calvo y 14 más significó arrumbar la teoría de un Estado bobo. Si las explicaciones de Arroyo hubiesen tenido sustento y si los procedimientos se siguieron de manera transparente, no parece muy prudente descabezar la estructura del Ministerio. Pero alguna trapisonda se esconde detrás de la millonaria compra de alimentos de la canasta básica. O hay delito o bien hubo que entregar poco más de una docena de cabezas para maquillar la torpeza.
Las preguntas se suceden. Según el Presidente, los empresarios se cartelizan y son tan malos que ni siquiera se conmueven por la emergencia. Su gobierno, que sí se conmueve ante la pandemia, optó por comprar alimentos antes que ahorrar dinero.
Quizás haya algo de verdad en esa extravagante explicación. Pero Fernández no es un comentarista de la realidad. Siempre alude al poder que las urnas le entregaron para actuar. Y actuar no solo es referirse a los cartelizados que él conoce bien desde épocas de jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, sino también denunciarlos.
Pocas cosas exigen una explicación clara y transparente como esta ida al supermercado más caro de la Argentina. Robar el dinero destinado a comprar alimentos para quienes necesitan debe ser una de las conductas más deplorables de un funcionario público.
El Presidente se rodeó de famosos para afrontar el hambre. Solo quedan fotos de aquella colorida mesa; la mayoría de aquellos partisanos permaneció en silencio ante los sobreprecios en productos de la canasta básica.
"Nos hará bien recordar que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, del que tiene hambre". Lo dijo el papa Francisco el 13 de junio de 2016. Con algunos retoques, se podría aplicar a la escandalosa compra.
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