El Gobierno, entre el FMI y más medidas para controlar al dólar
Las expectativas de que haya un cambio de rumbo o un shock de confianza en la economía son nulas; nadie imagina ya a un Martín Guzmán liderando una transformación económica ni atacando los problemas de fondo que desde hace años arrastra la Argentina
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Es una cuestión de días. En el Gobierno saben que, tarde o temprano, deberán aplicar más restricciones en el mercado cambiario. Hay una batería de medidas en carpeta, ya listas, solo que quienes deben aplicarlas temen que estas terminen haciendo más ruido en un momento de extrema sensibilidad. En la Argentina del corto plazo, probablemente no hay mercado que viva más al día que el cambiario.
No se descarta que sea la Comisión Nacional de Valores (CNV) la que contribuya a reforzar el torniquete. Pese a la insistencia del Banco Central para que Economía también suba las tasas de interés que paga por sus bonos –y así reduzca su demanda de financiamiento directo de la autoridad monetaria–, en Finanzas no están seguros de que una suba mayor de tasas resulte en una mejora significativa en su capacidad de financiamiento.
Tanto en el BCRA como en Economía saben que antes de una elección no hay margen para sobresaltos cambiarios. Si bien en la entidad que preside Miguel Ángel Pesce intentan enviar mensajes de calma y repiten que la pérdida de reservas fue en septiembre mucho menor que la registrada otros años –fue por esta misma época que en 2020 la entidad empujó a muchas empresas a reprogramar forzosamente deudas en dólares–, la realidad es que la crisis política que se desató después de las elecciones primarias exacerbó la fragilidad del mercado del dólar.
Tampoco esperan en el Gobierno un alivio por el lado del Fondo Monetario Internacional (FMI) antes de fin de año. En el equipo económico descuentan que habrá que pagar con reservas los dos vencimientos pendientes con el organismo de crédito: son US$400 millones en noviembre y otros US$1880 millones el 22 de diciembre. Con suerte, el acuerdo se sellará para marzo, tal como se comprometió Guzmán con el Club de París.
Los funcionarios de línea del FMI no se muestran demasiado apurados por su parte por avanzar en un nuevo acuerdo. “Nadie se va a jugar su puesto por la Argentina, y hay un convencimiento de que cualquier cosa que se firme con el país no se va a cumplir, incluso si se acuerda algo light”, confió una fuente. La maldición argentina es más que un mito dentro del FMI. Se sabe que quien lleve adelante las negociaciones ocupa una silla caliente. Sobran los ejemplos de burócratas que han debido dejar su puesto en el organismo después de fracasar en acuerdos con la Argentina: el último caso fue el de Alejandro Werner, pero tampoco duraron en sus puestos Roberto Cardarelli, Claudio Loser o, incluso más atrás en el tiempo, Anoop Singh.
La llave del acuerdo, admiten quienes conocen de cerca el funcionamiento del FMI, estará una vez más en poder del gobierno de los Estados Unidos. Cerca de Fernández esperan que subirse a la agenda de cambio climático de Joe Biden ayude, pero podría no ser suficiente. “Estados Unidos pedirá a cambio algunas cosas de política exterior, y se irá hacia un acuerdo light, de rolleo (refinanciación) de deuda y solo pagos de intereses. Pero no tiene sentido comprometerse a algo de largo plazo con este gobierno. Los funcionarios de la línea tienen menos que perder hoy con un default de la Argentina que comprometiéndose a algo más profundo”, aseguró una fuente de diálogo permanente con la burocracia financiera internacional. La semana del 11 de este mes se desarrollará en Washington la Asamblea Anual del FMI y del Banco Mundial. Está previsto que el encuentro combine presencialidad con virtualidad. Pero ya algunos funcionarios prevén hacer las valijas para asistir. Se anotaron Pesce y Guzmán, aunque cerca del ministro todavía no lo confirman. Sí aseguran su presencia en Washington algunos días después, para la reunión de ministros de Hacienda y Bancos Centrales del G20. No ayuda a los objetivos del Gobierno que la directora del FMI, Kristalina Georgieva, esté tambaleante en su puesto.
Inconsistencia
Después de las PASO existe entre los inversores una doble certeza: no solo los números que hacen sus economistas reflejan la inconsistencia de tener un dólar casi anclado, con una inflación que no baja –salvo excepciones–del 3% mensual y reservas internacionales cada vez más finitas. Sino que las expectativas de que haya un cambio de rumbo o un shock de confianza en la economía son nulas. Nadie imagina ya a un Martín Guzmán liderando una transformación económica ni atacando los problemas de fondo que desde hace años arrastra la Argentina. Y mucho menos que pueda hacerlo bajo la tutela de un desgastado Alberto Fernández, y con un oficialismo que poco puede disimular sus internas.
Algunos ejemplos bien recientes que atañen al mundo económico: por tercera vez, Fernández anunció que envió al Congreso una nueva ley de Hidrocarburos –ya lo había hecho en enero de 2020 y luego en la apertura de las sesiones legislativas–, sin embargo, ya desde el kirchnerismo anticiparon que será difícil que el proyecto avance así como está. Lo mismo sucede con el Presupuesto 2022 que hizo llegar Martín Guzmán al Congreso. Será interesante ver también qué termina pasando con el proyecto de ley de etiquetado frontal de alimentos, que espera ser votado en Diputados, tras haber sido impulsado en el Senado por la protegida de Cristina Kirchner, la mendocina Anabel Fernández Sagasti. Se sabe que es una iniciativa resistida por las empresas del sector. No pocos recuerdan que fue gracias a las gestiones del ahora jefe de Gabinete Juan Manzur que en 2017 el macrismo dio marcha atrás con la idea de subirles impuestos internos a las gaseosas.
“A Guzmán ya no le cree nadie –admite el presidente de una empresa líder–. Los empresarios lo escuchamos poner el cassette, hablar de normalización de la economía y no le creemos. No cambia de discurso ni en privado”, sentencia. Muchos dan por hecho que si no hubo más cambios dentro del gabinete, fue porque la vicepresidenta, Cristina Kirchner, decidió guardarse fusibles para después de las elecciones. Es difícil pensar que en noviembre el resultado será muy distinto del que se vio en las PASO. Manzur podrá encomendarse a Dios, pero no todos son tan creyentes. En las últimas tres elecciones, Juntos por el Cambio mejoró siempre su performance entre las PASO y las generales.
El problema por estos días entre el empresariado reside en que si bien todos coinciden en que el equipo económico ya perdió prácticamente todo su capital político, para muchos son garantía de que todavía habrá dentro de la gestión de Fernández cierta razonabilidad. Nunca más acertada la frase: mejor malo conocido, que bueno por conocer. No hay indicios de que un eventual reemplazante de Guzmán sea una figura amigable para el sector privado, como lo podría haber sido Martín Redrado, uno de los nombres que más fuerte sonó hace algunas semanas.
Amenazado, el equipo económico sabe que tiene que mostrarse en estos días más activo que nunca. Después de anunciar la rebaja de las retenciones para la exportación de servicios, y ayer haber participado del lanzamiento de un proyecto de ley para fomentar la agroindustria –una propuesta que por cuestiones fiscales Economía venía cajoneando–, hoy los ministros Matías Kulfas y Martín Guzmán anunciarán un plan de rebaja de aranceles para promover la exportación de la industria automotriz. La idea es que cuanto más exporten las terminales, menos impuestos paguen. Son pequeños parches para intentar pavimentar el incierto camino hasta los comicios. Lo que vaya a suceder después del 14 de noviembre es una incógnita. En el Gobierno nadie se anima siquiera a pensar tan lejos.
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