El Gobierno, ante el dilema del déficit y la apertura
El financiamiento del déficit fiscal nacional y provincial es indudablemente el problema serio de la actual administración. Ha heredado un déficit de proporciones que se financiaba con emisión o endeudamiento interno, y resolverlo bajando el rubro erogaciones implica perjudicar a sectores sumamente indefensos. Una política de saneamiento fiscal inmediato sería obviamente vista como una falta de sensibilidad social. Aparentemente el Gobierno ha planeado disminuir el rubro erogaciones, pero gradualmente, suavemente, tratando de no afectar a los grupos de menores ingresos. Para lograrlo recurrirá al endeudamiento externo. En forma inmediata espera que el blanqueo le aporte fondos en moneda extranjera que poseen los argentinos en el exterior. Esta entrada de dólares vía compra de deuda gubernamental más el impuesto a las sumas blanqueadas redundará en un ingreso fiscal que se espera será significativo, con destinos que beneficiarían mayormente a sectores desprotegidos.
Sería un modelo de endeudamiento público externo orientado a limitar el uso del impuesto inflacionario y del financiamiento interno con el objetivo de disminuir la tasa de inflación minimizando el costo recesivo. El problema es que si esta estrategia resultara exitosa, los dólares que ingresen se venderán en el mercado libre de cambios causando un revalúo importante e impredecible del peso. Y aquí aparece un perjuicio a la exportación, tradicional y no tradicional. Todos los exportadores deben esperar de esta estrategia un futuro para nada atractivo. Las industrias sustitutas de importaciones también sufrirían por un dólar más barato, pero la política observada en estos últimos meses indica que el Gobierno cuida a este sector impidiendo una importación totalmente libre.
Es bastante probable que esta estrategia permita disminuir la tasa de inflación lentamente con un nivel de recesión no mayor al de estos momentos y con perspectivas de una reactivación gradual durante el próximo año. El Banco Central está instrumentando una ingeniosa política monetaria que promete un buen futuro. El problema del endeudamiento externo entonces sólo sería para los exportadores, el campo y la industria y servicios que exportan o que planeaban exportar. Hoy las economías regionales están en una situación costos y precios de exportación medidos en dólares, peor que en noviembre de 2015. Pero debemos reconocer que el Gobierno políticamente hoy necesita gastar, debe ocuparse de ayudar a los más desprotegidos vía subsidios directos o indirectos. El dato de pobreza es grave. La solución a la pobreza esbozada por el Gobierno es aumentar significativamente la inversión pública y privada; de este modo se incrementará la demanda de empleo, mejorará la productividad, crecerá el salario real y así, eventualmente, se eliminaría la pobreza. La inversión es la clave. Pero si este modelo implica un desastre para los exportadores deberíamos suponer que los incentivos para invertir no son sólidos.
¿Cómo resolver este dilema? No se puede eliminar el déficit y la única posibilidad es el endeudamiento externo. Una estrategia posible es desechar el crecimiento vía exportación, rechazar el legendario camino de los "tigres asiáticos" para orientarse en un camino de economía cerrada, similar al seguido en nuestro país desde mediados del siglo pasado. El riesgo es que no imaginamos un gran entusiasmo inversor si la estrategia de crecimiento elegida para la Argentina fuera ir hacia una economía cerrada. Conclusión: la herencia de un déficit fiscal estructural políticamente inmodificable cierra las puertas a un proceso de crecimiento. Por ello, dado que las exigencias políticas no permiten disminuir rápidamente el déficit, el Gobierno debería intentar una acción en el mercado de cambios que no desaliente la exportación. El único modo de hacerlo es abrir más la economía, disminuir tarifas aduaneras, facilitar la importación, que aumente la demanda de dólares y proteger de la competencia extranjera sólo a sectores exageradamente estratégicos. Presenciamos hoy un serio dilema causado por nuestra histórica propensión al gasto público nacional y provincial irresponsable. Este es un típico ejemplo de cómo una herencia nefasta ata trágicamente las manos a una nueva administración.
El autor es contador y presidente del Partido Demócrata de Mendoza