El Gobierno admite que el acuerdo con el Fondo se demorará
En el Ejecutivo confirmaron que la soja ofrece aire para extender las tratativas sin fecha clara; las negociaciones priorizan hoy reclamos del cristinismo
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Más alineado que nunca con el liderazgo político del Frente de Todos, Martín Guzmán volvió a retomar protagonismo en las últimas horas mientras continúa con el objetivo máximo que le impuso el presidente Alberto Fernández: arreglar el problema de la deuda.
Sin embargo, en el Gobierno admiten que –gracias al “aire” que otorgan los precios de las commodities– y a algunos obstáculos que surgieron en la negociación, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se demorará más que lo que el ministro de Economía prometía de manera pública y privada. Esas trabas, que originariamente no tenían el peso que tienen en la actualidad, tienen contactos con los reclamos que realizó Cristina Kirchner el 24 de marzo pasado en Las Flores. Simple: más plazo y mejores tasas.
Para explicar el retraso, algo que ya estaba descontado en los mercados y en el propio organismo internacional que conduce Kristalina Georgieva, hay una fórmula. “Preferimos un acuerdo que sea bueno a uno rápido”, cuentan fuentes oficiales al tanto de las negociaciones.
Las mismas explican que la magnitud y el nivel de detalle del acuerdo que estaba listo para cerrarse en mayo o junio es hoy inconmensurable. Sin embargo, actualmente –dicen– existen dos temas mayores que traban los avances. Uno es la Política de Límites de Acceso y Recargos del FMI (una sobretasa que pagan los países que acceden a préstamos de carácter excepcional, cuyo monto supera el máximo posible según la cuota). “Es inaceptable desde el punto de vista ético. Que se puedan eliminar es central”, explican en el Gobierno. El otro es el pedido del Ministerio de Economía de una cláusula a firmar en el acuerdo con el FMI que permita al país saltar luego a un programa mejor en el caso de que –tras sellar el actual– el Fondo ofrezca en el futuro un nuevo formato en la góndola de posibilidades. “Esa cláusula todavía no está”, dicen.
Ambos temas surgieron tibiamente luego del acto en las Flores, cuando el cristinismo materializó que no le parecían convenientes los diez años que otorgaban el formato del programa de Facilidades Extendidas elegido por Guzmán. En cambio, pedía 20 años para pagar la deuda de US$44.000 millones en un diseño que hoy no tiene la arquitectura financiera internacional, como explicó el propio ministro públicamente. En ese mismo acto, Cristina también cuestionó las tasas que enfrentará el país.
La metamorfosis es más política que económica. Esos dos temas, que no aparecían como prioridades previamente, estuvieron presentes en el primer viaje de Guzmán a Europa para buscar apoyo de los socios del FMI. Tras el “affaire Basualdo” se convirtieron hoy en el principal obstáculo para enhebrar un acuerdo con el FMI.
“Queremos cerrar, pero no estamos igual que en enero. Hay mucha más liquidez”, explican en el Gobierno, sobre las liquidaciones récord del campo gracias a la mayor demanda de soja, pero sobre todo al aumento de los precios. Esto permitió al Banco Central (BCRA) comprar dólares durante el primer semestre. Pero esa situación cambiará tras el fin de la llamada temporada alta. “Las liquidaciones de divisas del agro sumaron US$13.301 millones en los primeros cinco meses del año y le permitieron al BCRA comprar divisas en el mercado por US$5728 millones, de los que estimamos utilizó US$700 millones para intervenir en los mercados de dólar financieros”, analiza un informe de la economista en jefe de Equilibra, Lorena Giorgio.
¿Qué puede suceder sin dólares y con más inflación? “En mayo, los depósitos a plazo en pesos del sector privado cayeron por primera vez en el año medidos en términos reales (-1%). El 80% de los $2,9 billones de depósitos del sector privado está colocado a menos de 90 días y un desarme del 10% de estas colocaciones volcándose al mercado de dólar financiero implicaría una demanda adicional de US$1400 millones al CCL”, advierte. Más pesos en la economía; más presión sobre el dólar en tiempos de elecciones. Ya lo dijo Guzmán alguna vez sobre los congelamiento de tarifas de Federico Basualdo. Menos tarifas es más emisión o más deuda. Esos pesos pueden volar al dólar, y de ahí a los precios de los alimentos.
La preocupación por la inflación es palpable. En el Gobierno reconocen que en el primer cuatrimestre el desvío de la pauta inflacionaria de Guzmán fue de 3,4 puntos. En los pasillos del Palacio de Hacienda dicen que es consecuencia de los precios internacionales. “Marzo fue el mes más alto del año”, prometen. Allí avalan la medida de cerrar las exportaciones de carne con el mismo argumento que sale del Ministerio de Desarrollo Productivo. El problema son los traders, la subfacturación y las triangulaciones.
“Venimos bien”, afirman sobre la negociación con el Club de París. Son palabras calcadas a las dichas a mediados de mayo sin precisiones sobre el puente para sortear el default el 31 de julio. Quizás, tras casi veinte prórrogas, Axel Kicillof termine cerrando antes. “Están a 30 centavos”, cuentan.
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