El gigante hace temer, ¿qué pasará con el yuan?
Tras la devaluación de su moneda, China siembra incógnitas
La decisión del Banco Popular de China de promover la devaluación del yuan responde a varias motivaciones, en no pocos casos contradictorias. Entre ellas, el deseo de recuperar la competitividad de los sectores más perjudicados por el visible atraso del tipo de cambio real; la necesidad de moderar, cuando menos, las expectativas de depreciación nominal de la moneda local para frenar salidas de capitales que podrían debilitar la posición de reservas de la autoridad monetaria; la decisión de dar un paso hacia un tipo de cambio que se defina fundamentalmente por las fuerzas de la oferta y la demanda.
Esto último, en principio, sería un requisito para que el FMI acepte al yuan como una de las monedas "fuertes" que sirvan de respaldo a los Derechos Especiales de Giro. Esto requiere que el yuan no se deprecie de manera permanente y, a su vez, exige disciplina fiscal y monetaria. Aquí se presenta un serio problema interno: desde junio las autoridades aplican una estrategia de creciente expansión monetaria para sostener la estabilidad de los mercados financieros locales. Sin embargo, la estrategia puede reavivar la demanda de dólares y la fuga de capitales.
La devaluación del yuan fue inesperada y generó temores de depreciaciones competitivas. Esos temores vienen asociados a la expectativa de que el movimiento es la antesala de futuras depreciaciones del yuan, dado que lo observado no es suficiente para recuperar competitividad en forma significativa. Menos cuando la mayoría de las monedas del mundo se deprecian respecto del dólar.
Hay ahora quienes sostienen que las autoridades de Pekín van a cumplir con el anuncio de que no habrá nuevos saltos devaluatorios en lo que resta del año, evitando así incurrir en una suerte de guerra comercial con los Estados Unidos. Pero otros sospechan de nuevas minidevaluaciones hasta acumular una suba no inferior al 20% en lo que resta de 2015, generando roces comerciales con EE.UU. y devaluaciones competitivas de otros países.
Algunos países, preventivamente, flexibilizan sus políticas cambiarias. La situación es más complicada para los exportadores de petróleo, por la debilidad del precio del barril de crudo.
Y a las tensiones cambiarias se suma la caída de las bolsas de Shanghai y de Shenzhen de los últimos dos meses. El Shanghai Composite Index había experimentado una impactante suba de 150% entre el 12 de junio de 2014 y el 12 junio de 2015, período en el que se abrieron 40 millones de cuentas de nuevos inversores, que se sumaron a otros 50 millones. Las bajas observadas entre el 12 de junio y el 8 de julio pasado acumularon un 32,1% y forzaron medidas que lograron frenar el derrumbe por dos semanas. Pero la sucesión de noticias negativas sobre la economía real y la rentabilidad de las empresas inició el 27 de julio una serie de caídas que, ahora, se ven profundizadas.
Instituto de Investigación USAL
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