El genio de la geometría que hizo millones invirtiendo en base a la matemática
James Simons tiene 79 años y ocupa el puesto N° 25 en la lista de personas más ricas del mundo de la revista Forbes, con una fortuna que alcanza los 18.500 millones de dólares. Sus conocimientos en matemática fueron la clave del éxito de la empresa con la que edificó su patrimonio, Renaissance Technologies, dedicada a la inversión de riesgo.
Según el diario El País, su pasión por los números comenzó en 1955, cuando ingresó al MIT para estudiar la carrera de matemáticas. Con tan solo 23 años terminó su doctorado en la Universidad de California, en Berkeley, y entró a trabajar en el Instituto para Análisis de Defensa, un grupo de criptografía de élite situado en la Universidad de Princeton. Tras ser despedido por haber realizado unas declaraciones contrarias a la Guerra de Vietnam, se trasladó a la Universidad de Stony Brook, donde lo contrataron para dirigir el entonces mediocre departamento de matemáticas. En tan solo unos años, se convirtió en un referente internacional y él, en uno de los grandes matemáticos de su tiempo.
"En aquella época realizó importantes contribuciones a la geometría y la topología, por las que la Sociedad Estadounidense de Matemática le concedió el prestigioso Premio Veblen en 1976", dice una nota de El País. Pero poco tiempo después decidió abandonar el ámbito académico. Llevaba tiempo atascado en un problema matemático y necesitaba un descanso.
A finales de la década de los 70 creó su entonces pequeña empresa de inversión, Renaissance Technologies, que acabaría convirtiéndose en uno de los mayores fondos de inversión de riesgo del mundo. Su éxito se basó en encontrar patrones en los cambios de los precios de las acciones, que le permitieron diseñar modelos y así, hacer predicciones sobre la evolución de los mercados. Para ello, en vez de contratar a un equipo de economistas, se rodeó de matemáticos, físicos y astrónomos, que trabajaban en colaboración y con un alto grado de libertad.
Con 71 años consideró que se "estaba haciendo demasiado viejo para llevar un fondo de inversión y era el momento de ceder ese puesto a la gente joven", y decidió jubilarse y dedicarse a la filantropía a través de la Fundación Simons, centrada en lapromoción de la ciencia básica.
Actualmente el proyecto estrella de la Fundación es el Instituto Flatiron, dedicado al análisis de datos, a la simulación numérica y modelización de procesos físicos. El proyecto surgió de la propuesta de Ingrid Daubechies, catedrática de la Universidad de Duke y entonces presidenta de la Unión Matemática Internacional: en lugar de financiar nueva ciencia, la Fundación podría invertir en crear mejores herramientas para interpretar los datos que ya existen y que sobrepasan la capacidad de análisis de los investigadores, obtenidos de la secuenciación del genoma humano o de mediciones del universo, por ejemplo.
Pese a todos estos grandes logros, a punto de cumplir los 80 años (que celebrará con un evento científico en Nueva York el próximo mes de abril), Simons tiene que hacer frente a acusaciones relacionadas con la evasión fiscal que oscurecen su brillante figura de matemático respetado por la academia, empresario de éxito y mecenas de la ciencia. Su nombre apareció en los llamados Paradise Papers, y el Senado de los Estados Unidos investiga ciertas maniobras, en su opinión, poco éticas, que empleó su empresa para evadir impuestos. En un reciente reportaje en The New Yorker, Simons niega haber hecho nada ilegal y trata de redirigir la atención hacia su gran historia de éxito.