El fútbol de los miércoles y el "club de hombres": lo último en economía de género
Fue en los pasillos de una convención de empresarios, dos años atrás. Paula Bertol, entonces funcionaria del macrismo, se quejó de una costumbre semanal de sus colegas: la de los partidos de fútbol de los miércoles a la noche en la Quinta de Olivos. Según Bertol, esta instancia de complicidad entre varones excluía a las mujeres de la conversación en la cúpula del poder estatal varios días a la semana: desde el martes ya había especulaciones con la previa, y el jueves (a veces también el viernes) llegaban los comentarios y chistes sobre el partido jugado.
Hay economistas que están tratando de medir el efecto de este tipo de situaciones sobre el mercado laboral cuando se vuelven sistemáticas. En un reciente estudio, la economista Zoe Cullen y el economista argentino Ricardo Pérez Truglia accedieron a una base de datos gigantesca de un banco asiático para tratar de aproximar el impacto de las situaciones de camaradería entre hombres sobre las distintas probabilidades de ascenso entre varones y mujeres.
La investigación lleva el título de El viejo club de hombres: codearse con otros y la brecha de género (The Old Boys Club: Schmoozing and the Gender Gap). Para ello, contaron con una base de datos de una entidad financiera que abarcó el período 2015-2018, con las carreras corporativas de casi 15.000 empleados. Los economistas descubrieron que los varones que poseen jefes hombres ascienden más rápido y logran mejores aumentos que sus pares mujeres. Para el segmento femenino, las chances de ascender son las mismas si tienen una manager o un manager. "Esta ventaja en la relación entre hombres es significativa y explica un tercio de la brecha de género en promociones", explican Cullen y Pérez Truglia. Según datos de McKinsey para 2019, en las empresas de los Estados Unidos hay un 48% de mujeres en posiciones junior, un 38% en management intermedio, un 22% en alta gerencia y solo un 5% en el nivel de CEO.
"El Viejo Club de Hombres" relevó también que este sesgo es mayor cuantas más situaciones de camaradería se dan. Para eso se preguntó en una encuesta si empleados y jefes varones pasan tiempo en los "recreos", fumando fuera de los edificios. Este factor también opera, según la investigación, como un "acelerador" de las carreras corporativas de los hombres.
"Una de las razones detrás del crecimiento de la economía de género es que la profesión se empezó a dar cuenta de que los problemas que estudia este campo están presentes en la profesión de economía misma. No es ningún secreto que hay un problema de representación femenina en los departamentos de economía de las universidades. Estos sesgos que estudiamos en economía de género como el "club de amigos", nos ayudan a entender las barreras que enfrentan las mujeres en su camino a ser economistas", cuenta a LA NACION Pérez Truglia.
Tal vez el trabajo académico más impactante sobre machismo en esta profesión haya sido el que publicó a fines de 2017 la economista de Berkeley Alice Wu, quien diseñó un algoritmo para analizar más de dos millones de comentarios en un sitio muy popular entre estudiantes y graduados de Economía, "Economic Jobs Market Rumors". Wu descubrió que los términos que mejor predecían si la persona sobre la cual se hablaba era un varón fueron "macroeconomía, supervisor, director y gay". Para las mujeres aludidas, las palabras más usadas fueron: "atractiva, casada, embarazada, linda, hermosa y tetas".
Para la economista Natsumi Shokida, integrante de Economía Femini(s)ta, 2019 fue un año de mucho crecimiento para el campo de la economía de género, que ya no se ocupa solo del mercado laboral, sino de una multiplicidad de territorios. En la Argentina hubo mediciones sobre el costo de la menstruación y el del trabajo doméstico y el de cuidado, que son factores desigualadores. "Hay una gran expectativa en la promesa de contar con una encuesta nacional de uso del tiempo, que revele a nivel país cómo usamos el tiempo las personas, lo que nos permitirá caracterizar con más detalle la necesidad del trabajo de cuidado y reproducción, su distribución actual, su impacto en el mercado de trabajo, etcétera", explica Shokida a este diario.
Plataformas desparejas
En el último año hubo también trabajos muy interesantes que cruzan el tema de género con la agenda de futuro, marca ahora Laura Ripani, economista del BID que sigue de cerca los mercados laborales. "Hubo un avance importante en el conocimiento que tenemos sobre las diferencias que existen en el impacto de la automatización sobre el empleo de mujeres y hombres", dice Ripani. Y agrega: "A nivel global, Brussevich, Dabla-Norris y Khalid (2019) nos cuentan en un estudio que cubre 30 países que las mujeres están más representadas en tareas rutinarias y por eso tienen un mayor riesgo de desplazamiento que los hombres".
Este análisis se hizo también con foco en América Latina (Bustelo, Suaya y Vioilaz, 2019) y los resultados fueron similares: la amenaza de la automatización es mayor para el empleo femenino, con el agravante regional de una mayor a nivel educativo y ocupacional por género. "Las mujeres somos un 60% de los graduados en carreras universitarias y terciarias, pero solo un 30% de las carreras CTIM (Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas)", agrega Ripani.
Otro cruce reciente entre futuro y género tiene que ver con la denominada "economía de plataformas" ("Gig Economy"), donde los estudios también están mostrando que esta cancha está inclinada a favor de los hombres. "Hay varias investigaciones económicas que revelan que las mujeres participan menos que los hombres en las plataformas digitales, están segregadas en ocupaciones y tareas similares a las que realizan en el mercado laboral tradicional y tienen salarios inferiores a los de los hombres", explica la economista del BID.
La cuantificación económica de "micromachismos" registró un aumento de contribuciones en el último año. Los economistas Amanda Pallais, Leonardo Bursztyn y Thomas Fujiwara escribieron un trabajo en el cual muestran el "trade off" (relación negativa entre variables) que se da entre la ambición en el mercado laboral y en el "mercado de parejas estables" (los hombres tienden a preferir mujeres menos ambiciosas y la probabilidad de divorcio en una pareja sube cuando ascienden a la mujer, pero no cuando pasa lo mismo con un varón, de acuerdo con un estudio de 2016 de Folke y Rickne).
Para la revista Wired, el mejor libro sobre género del año fue La Mujer Invisible, de la periodista y activista Caroline Criado-Pérez. El ensayo arranca contando cómo una discusión sobre la política pública de remoción de nieve en el pequeño pueblo sueco de Karlskoga echó luz sobre un sesgo de género: se priorizaba despejar primero las calles, que proporcionalmente usaban más los hombres con autos, en tanto que las mujeres caminan más y usan trasporte público.
Criado-Pérez repasa en su libro infinidad de estas microdinámicas, que siempre inclinan la cancha a favor de los varones. ¿Algunos ejemplos? El tamaño de los celulares está adaptado al tamaño promedio de mano masculina; la temperatura regulada en los edificios de oficina según el metabolismo de los hombre, o bien trajes espaciales (en la NASA) que enfermaron a las astronautas mujeres por estar adaptados a sus pares masculinos. Como el "fulbito de los miércoles" del primer párrafo, diseños a veces invisibles que hablan de un contexto sesgado.
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