Segundos antes de levantar el pie del acelerador, Ken Miles vio pasar toda su vida delante de él. Estaba primero lejos en la carrera más importante de su vida y la gloria lo esperaba en la línea de meta, para ingresarlo en el olimpo del único piloto en triunfar en las tres competiciones de resistencia más importantes del año. Pero esa desaceleración deliberada lo cambió todo.
Kenneth Henry Miles, tal su nombre completo, había nacido el 1° de noviembre de 1918, en Sutton Coldfield, Reino Unido. Su padre, Eric Miles, y su madre, Claris Jarvis, lo criaron en esa localidad británica de fuerte vínculo con la familia real, ubicada a 13 kilómetros de Birmingham, una ciudad conocida por su producción de automóviles
Desde muy chico amó los motores y empezó a formarse de manera totalmente autodidacta, primero armando y desarmando motos, y más tarde, metiéndole mano a los autos. A los 17 años logró entrar a trabajar a Woseley Motors como aprendiz y fue ahí donde aumentó sus conocimientos de mecánica, puesto que la empresa le pagó estudios en una escuela técnica.
En esa escuela, se cuenta en el sitio especializado CJ Pony Parts, Miles se preparó para una vida de construcción de automóviles. Pero la irrupción de la Segunda Guerra Mundial interfirió con sus planes, puesto que se vio obligado a formar parte de un batallón de ingenieros de tanques. Su desempeño fue tan bueno que llegó a convertirse en sargento de ese cuerpo y finalmente participó del decisivo desembarco en Normandía.
Terminada la guerra, su obsesión por participar en carreras de autos, casi lo arruina, pero consiguió subsistir preparando motores para corredores particulares. Claro que, en una Europa devastada no había mucho trabajo, así que a principios de los 50 se mudó a California, Estados Unidos, donde combinó su carrera como piloto con tareas de mecánico en un concesionario.
"Su intento de entrar en la escena de las carreras británicas lo dejó en la indigencia, pero un amigo le ofreció a un trabajo en California. Se mudó a los Estados Unidos y comenzó a construir sus propios vehículos para correr. El Miles Special y el Flying Shingle fueron vehículos excepcionales que atrajeron la atención de muchos", se relata en el sitio mencionado.
Era tan bueno en todo lo que hacía con los coches que no tardó mucho en labrarse una excelente reputación. Fue por esos tiempos en los que sus habilidades al volante y su mano para la mecánica llamaron la atención del piloto y diseñador de autos Carroll Shelby, que lo contrató como preparador de vehículos en su nuevo negocio de preparación de motores para Ford.
En 1964, se convirtió en director de competición y piloto de pruebas de Shelby American, a la vez que se ganaba un lugar entre sus corredores más exitosos. "Shelby apreció cómo la destreza mecánica y de ingeniería de Miles ayudaban a mejorar el rendimiento de los vehículos. Tenía una mente que no parecía apagarse y una comprensión genuina de los ajustes que se podían hacer para hacer que un automóvil fuera más rápido", se describe en CJ Pony Parts.
A pesar de su irreverente forma de ser, el inglés cautivó a Shelby por su sexto sentido a la hora de saber cuáles eran los problemas concretos de cada coche y cuál era la forma de mejorarlos. En una palabra, Miles hacía hablar a los motores, tanto cuando los preparaba como cuando los exigía al máximo cada vez que tomaba el volante.
Pero su puerta a la historia grande del automovilismo aún no se había abierto del todo. Eso ocurrió cuando Henry Ford II, obsesionado por ganarle a Ferrari en las míticas 24 horas de Le Mans, puso al mando del desarrollo del Ford GT40 a Carroll Shelby, quien confió ciegamente en su hombre estrella.
Miles se puso a trabajar día y noche para mejorar al auto, con la idea de conducirlo él mismo. Pero tuvo que luchar con las mil y una trabas que le puso en el camino Leo Bebbe, responsable de Relaciones Institucionales de Ford y encargado del equipo de competición de esa marca, que le había tomado rabia y hacía lo imposible para sacarlo del proyecto.
Como Shelby sabía que Ken era el mejor, se la jugó por él y finalmente el inglés corrió con Ford en las 24 horas de Le Mans de 1965, mientras Bebbe seguía con "la sangre en el ojo". Esa primera participación no anduvo bien, por lo que nuevamente el triunfo quedó en manos de Ferrari, pero al año siguiente Miles limó todos los detalles y se preparó para su gran carrera.
Y así fue. Tal como puede apreciarse en la excelente película Ford vs. Ferrari (traducida aquí como Contra lo imposible), la madrugada anterior a la largada paseó por la pista con la serenidad de los que tienen aura de campeón. En la carrera estuvo brillante y fue haciendo abandonar uno a uno a los autos de Ferrari, que dejó su palco enfurecido. Antes de iniciar su última etapa, Miles era ya un cantado ganador y tenía al alcance de sus manos la gloria por la que tanto había trabajado.
Aquel chico que amaba los motores, estaba a punto de ganar la carrera más importante de su vida, de ser el primer piloto en lograr la triple corona en competiciones de resistencia (Daytona, Sebryng y Las 24 horas de Le Mans) y de entrar de lleno en la historia grande del automovilismo. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" lo arruina todo.
Cuando iba a encarar su última etapa, Shelby le dice a Miles que Leo Beebe, el hombre que lo odiaba, había ordenado que bajara el ritmo y esperara a su compañero, Bruce McLaren, para que ambos autos entraran a la par en la línea de meta y dieran así muestras de la superioridad absoluta de Ford con un photo final digna de Hollywood, tal como lo contó el periodista Gabriel Tomich en una nota publicada en este diario.
Luego de dudarlo mucho y cuando le llevaba una gran distancia a su compañero, Miles decidió desacelerar (en gran parte, lo hizo en honor a su amistad con Shelby). Efectivamente, los autos llegaron juntos y, cuando Miles se dirigió a la zona de los ganadores para recibir su premio, las autoridades le comunicaron que el triunfador había sido McLaren, porque había largado desde más atrás y por lo tanto había recorrido ocho metros más.
Leo Beebe, su sombra negra, lo sabía y por eso había pedido una llegada compartida. Le quitó así una gloria que Ken nunca más pudo alcanzar, porque dos meses después, probando el nuevo auto de carrera de Ford, se mató. Se terminó así, a los 47 años, la vida del hombre que varias décadas más tarde, en 2001, ingresó en Salón de la fama del motor de América.
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