El FMI y el Banco Mundial buscan rearmarse ante las crisis geopolíticas y climáticas
La guerra en Israel y Gaza le daría un nuevo golpe a la economía global; las entidades buscan más recursos para contener los problemas que sufren, sobre todo, los países empobrecidos, y también para frenar a China
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MARRAKECH.– El estallido de la guerra en Gaza amenaza con asestarle un nuevo golpe a la economía global. En cuatro años, los conflictos geopolíticos, las crisis por el cambio climático y una pandemia debilitaron la actividad a lo largo y ancho del mundo. “Los shocks severos son la nueva normalidad”, dijo días atrás la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. Los países, en especial los más empobrecidos, necesitan más recursos para protegerse y cambiar de rumbo, cuando el costo de la deuda pone al límite sus finanzas. Ese horizonte llevó al FMI y al Banco Mundial a rearmarse y buscar más fondos, para no perder su condición de ancla financiera ante la creciente influencia de China en África, Asia o América Latina.
La crisis de deuda atravesadas por Sri Lanka o Zambia han puesto de manifiesto el ascendente de China en varias regiones del planeta. Pekín no logra ganar aún influencia dentro del FMI, pero sí intenta competir con ese organismo con préstamos y ayudas comerciales. Washington ve a las instituciones nacidas en Bretton Woods como contrapesos a China, pero también como las únicas con la potencia de fuego necesaria para liderar la batalla contra el cambio climático y dar estabilidad al sistema monetario internacional.
“Los desafíos globales hacen que lograr un progreso sostenido sea aún más difícil. Pero tenemos una salida: realizar reformas audaces en la arquitectura financiera global y usarla plenamente”, afirmó la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, en el arranque de las reuniones del FMI y el Banco Mundial, celebradas en Marrakech.
En el Banco Mundial, presidido por Ajay Banga, se dio luz verde a impulsar el financiamiento de la lucha contra el cambio climático. “No podemos lograr suficientes avances en salud pública mientras la suba de las temperaturas cambie los patrones de las enfermedades infecciosas y genere pandemias”, dijo Banga. En septiembre, los líderes del G-20 habían urgido a ampliar ese mandato ante la etapa que se abría con la llegada de Banga. Su antecesor, David Malpass –propuesto por Donald Trump– se resistió a dar el paso. “No soy un científico”, dijo cuando se le preguntó si creía en el cambio climático.
El mundo necesitará alrededor de cuatro billones de dólares anuales hasta 2030 para combatir el cambio climático, según evaluó para el G-20 un grupo de expertos. Por ahora, el Banco Mundial ha actuado para movilizar 157.000 millones adicionales en una década y ha cerrado un acuerdo con nueve bancos multilaterales regionales para lograr 400.000 más. “Hay un acuerdo entre los líderes mundiales sobre el hecho de que reformar las instituciones financieras internacionales es vital para alcanzar los objetivos de desarrollo y cambio climático. Esas instituciones son la mejor fuerza multiplicadora de capital que existe”, dice Rishikesh Ram Bhandary, del Centro de Políticas de Desarrollo Global de la Universidad de Boston.
A Kenneth Rogoff, profesor de Economía de la Universidad de Harvard, no le convence que sea el Banco Mundial el que lidere esas políticas. “El objetivo es loable, pero para que sea eficaz se necesitan subvenciones directas y no préstamos, especialmente ahora que los tipos de interés han subido significativamente. Mi opinión es que el Banco Mundial no está preparado para tomar la iniciativa en esto, está demasiado disperso y no tiene el enfoque ni la experiencia necesarios. Yo propongo la creación de un Banco Mundial del Carbono”, afirma.
El FMI también busca reivindicarse ante un mundo que se resigna a ir encadenando shocks. Las tensiones de la guerra de Ucrania agitan desde dentro el organismo, que no fue capaz de hallar el consenso para emitir un comunicado conjunto.
Los cálculos del FMI apuntan a que el mundo cerrará esta década con una deuda equivalente al 100% del PBI. Esas obligaciones ahogarán sobre todo a los países con bajos ingresos. De hecho, el 60% de esos Estados están en riesgo de sobreendeudamiento. Esas necesidades pueden abrir la puerta a nuevos prestamistas globales, como China o India, que aumentarían su influencia. Esa irrupción es vista por Occidente como una amenaza al sistema global.
El FMI viene reclamando más recursos, en especial mediante una ampliación de las cuotas de sus miembros, que no se revisan desde 2010, y ya suponen menos del 50% de los recursos de la institución. En parte, esos aportes estuvieron congelados porque Pekín pugna por tener un peso en el Fondo más acorde a su participación en la economía mundial. Ahora tiene unos derechos de voto del 6,09%, y su peso en la economía global es del 18%. Washington, con una participación en la institución que le da derecho a veto, frena esas aspiraciones. Pero Calviño anunció, sin detalles, que se ha pactado un “aumento significativo” de las cuotas, aunque de forma proporcional al actual reparto.
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, sí afirmó haber logrado que 40 países aporten 3000 millones de dólares para el fondo fiduciario contra la pobreza. Ese instrumento movilizó desde el inicio de la pandemia 30.000 millones. © El País
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