El fiado, llevado al extremo
Un librero de La Plata cobra con la hippie card, que no exige garantía
LA PLATA.- Uno de los primeros adagios que aprende un estudiante de cualquier carrera mercantil es que el comercio se basa en la confianza. Lo próximo que aprende son todas las formas en que cada parte de una transacción se protege de la otra: recibos, garantías, pagarés, vales firmados, cláusulas de rescisión? Algunos llegan hasta Sun Tzu y El arte de la guerra . Oscar Gallicchio, no. Se diría que aspira a vivir como si el adagio fuera cierto. Su receta no le da mucho dinero, pero sí, afirma, mucha tranquilidad: es la hippie card , algo así como el fiado llevado al extremo.
Gallicchio tiene 62 años y hace 20 que tiene el puesto más raro de la feria de plaza Italia, en el centro platense. Nadie lo conoce por su nombre: todos le dicen "Zamba", un apodo derivado del que le pusieron hace años unos monjes brasileños: "Zam-Bha", que, según le explicaron, significa "El que espera". Nada más adecuado que ese apodo para describir la filosofía de este hombre que desde hace dos décadas vende libros usados en la plaza. Gallicchio entrega el libro y, si el cliente no tiene plata, deja que se lo lleve igual y después espera.
Sistema atípico
En general, el cliente vuelve y paga, pero a veces, no. Como no hay plazos ni preguntas, es imposible el control; la transacción depende de la buena voluntad de las partes. "Si vos te llevás un libro, yo no te pregunto cómo te llamás o dónde vivís", señala Gallicchio. "La confianza no requiere datos", dice.
Su sistema de venta es tan atípico que resulta imposible arrancarle una cifra concreta. No sabe cuánto vende cada domingo ni cuánto vale la mercadería que se llevan al fiado sus clientes; mucho menos, cuál es el porcentaje de cumplimiento que tienen los que recurren a la hippie card .
El puesto de libros nació hace unos veinte años, cuando Gallicchio se instaló en La Plata luego de andar por Bariloche, Córdoba y otros parajes del interior.
Andaba escaso de dinero y decidió desprenderse de los ejemplares que componían su extensa biblioteca personal.
Después empezó a pagarles a los cartoneros por los libros que recuperaban en sus rondas. Ahora se nutre de esos aportes, de donaciones de una editorial y de particulares que le venden sus propios libros o los de parientes fallecidos.
La idea de la hippie card la tomó prestada de un amigo que la pensó, pero no la ejecutó. Con esta tarjeta, apuesta a un cambio en la manera de relacionarse de las personas.
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