El exPuma que casi se funde, exporta estufas y factura más de $40 millones al año
Ninguno de los dos lo sabía, pero esa charla íntima quedaría grabada para siempre en sus vidas. Jorge Dartiguelongue (76), un economista con experiencia en el ámbito privado (Renault, Iveco, Correo Argentino) y en la función pública, recibió una propuesta difícil de rechazar. Su hijo Marcos (42), buscaba "hacer algo diferente" y le propuso "realizar un emprendimiento juntos". Trabajaba como profesor de educación física y organizaba con éxito salidas para extranjeros, pero necesitaba un cambio de rumbo. La respuesta de Jorge fue inmediata. "Me sentí muy feliz, no lo dudé ni un minuto", recuerda.
Intuitivamente, padre e hijo se eligieron como socios aun sin saber a qué dedicarse. Jamás imaginarían que la fábrica de estufas, hornos y cocinas ecológicas que fundarían poco tiempo después les daría tantas satisfacciones. El sueño impensado se llama Ñuke y vende alrededor de 5000 unidades anuales a un costo promedio cercano a los $20.000. Emplea a 30 operarios en una fábrica ubicada en la localidad de Caseros y cerca de 10 personas en la administración. En 2018 tuvieron una facturación de $42 millones y US$400.000 en exportaciones (a Uruguay, Bolivia, Paraguay y, desde el año pasado, a Estados Unidos).
Entre otras cosas, Marcos heredó de su padre el fanatismo por el rugby y creció escuchando infinidad de sus anécdotas deportivas. En 1965, Jorge participó de la primera gira del seleccionado nacional de rugby a Sudáfrica que daría nacimiento a Los Pumas. "Nunca había trabajado con él, pero me parecía alguien piola para emprender algo juntos", explica Marcos Dartiguelongue en diálogo con LA NACION. Interiormente confiaba en la histórica capacidad de trabajo en equipo de su "viejo", que en esa época asesoraba a las autoridades del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
Así, comenzaron a buscar diferentes proyectos desde un restaurante o un bar, hasta montar un taller o una fábrica "de algo". Y, casi de casualidad, dieron el primer paso. Se les presentó la oportunidad de comprar una fábrica de iluminación casi fundida, ubicada en Ciudadela, con una inversión inicial de US$30.000 acorde al presupuesto que manejaban. Era el año 2004 y el país comenzaba lentamente a mostrar síntomas de recuperación tras la crisis de 2001 y la posterior salida de la convertibilidad.
Un arranque complicado
Aun sin orientación precisa, empezaron fabricando reposeras de playa, artículos de iluminación y realizando trabajos de pintura para terceros. Pese al entusiasmo inicial, padecieron los primeros y lógicos fracasos: "Todas derrotas", asegura tajante Marcos. "Nos llamaban para quejarse porque se doblaban los caños de las sillas y se les salía la pintura", recuerda entre risas los primeros intentos fallidos.
"Funcionábamos solo con cuatro operarios, que a veces teníamos que suspender porque no había trabajo. Pasamos algunas amarguras, muchos proyectos salieron mal", rememora Jorge que se declara "incapaz de poner bien un tornillo". Además del pequeño plantel de operarios, la pyme familiar estaba integrada por Marcos, Jorge y su hermano Carlos. Menos de 10 personas, con escasas ideas que pudieran funcionar y en un galpón de 300 metros cuadrados con máquinas que de poco les servían.
La primera oportunidad que comenzaría a cambiar la historia llegó en 2005 de la mano del departamento de energía del INTI. Les propusieron desarrollar estufas ecológicas para comunidades mapuches de la Patagonia, que se calefaccionaban con braseros peligrosos para la salud. "Diseñamos el primer equipo multifunción estufa, cocina y horno. Le pusimos como nombre Ñuke -madre en lengua mapuche- porque la madre da calor, alimento y es fecunda", describe Jorge.
La provincia de Neuquén les compró las primeras 300 unidades, cuando todavía no habían vendido ni uno solo de sus productos. "Cuando subimos las estufas al camión abracé a Claudia, mi mujer, y me puse a llorar", recuerda Jorge. "Pero fue muy difícil; cobramos a los premios y era un momento en el que la estábamos peleando. Pagamos un derecho de piso importante y casi nos fundimos", reconoce Marcos con un gesto de perplejidad. Más allá de las dificultades ese primer envío fue un impulso, la señal de que podían estar en el ansiado camino correcto. Al año siguiente, las cosas comenzaron a mejorar y lograron vender 80 unidades.
Momento de despegue
Tras algunos años con pocos resultados y varias veces "a punto de tirar la toalla", alrededor de 2010 luego de haberse mudado a Caseros, decidieron apostar por equipos de mayor tamaño, con más diseño y estética. Fue un quiebre, el cambio que necesitaban. "Finalmente empezamos a crecer, pasamos de vender 500 unidades al año a duplicar las ventas, y así llegó la etapa del crecimiento. Pasamos de una superficie de 300 metros cuadrados a cuatro galpones por un total de 3500", destaca Marcos.
En pleno enero y con una temperatura que supera los 30 grados, los operarios van y vienen trasladando estufas, hornos y cocinas. Otros, trabajan con destreza en la línea de soldadura y pulido, con mamelucos de seguridad, guantes de amianto y botas pesadas. Se puede apreciar el "clima" en las sonrisas de satisfacción en sus rostros, pese a encontrarse sofocados por el calor. "Todos los años crecemos, con menor rentabilidad, pero seguimos adelante", explica Marcos. En 2018 cerraron con una facturación total de $58.000.000 y proyectan un incremento en las ventas para 2019 del orden del 15% al 20%.
Para que siga funcionando y creciendo lo que Jorge considera "un milagro", continúan con planes de contratación de nuevos empleados, invierten en maquinaria para evitar la tercerización de tareas, bajar costos y mejorar la calidad de sus productos. Pero como todas las pymes, en un escenario de crisis y recesión, encuentran dificultades en la presión impositiva y en el nuevo impuesto a las exportaciones. "Pero no nos quejamos, es algo obvio que afecta a todos los que exportamos", afirma Jorge con una mezcla de optimismo y resignación.
Le pusimos como nombre Ñuke -madre en lengua mapuche- porque la madre da calor, alimento y es fecunda
Los productos que comercializan (calefactores, estufas, hornos) poseen dos cámaras de combustión independientes, que les permite alcanzar el máximo rendimiento, no contaminar el medio ambiente, y utilizar leña en forma renovable y ecológica, generando calefacción con bajo consumo. También fabrican parrilas, discos de arado y fogoneros. Entre los nuevos proyectos se encuentran termotanques solares que vienen de China, pero estudian realizar parte del desarrollo en su fábrica y ya comenzaron a trabajar con energía fotovoltaica. "Nos enfocamos en la ecología, apostamos a las energías renovables", detalla Marcos.
Como parte del "trabajo en equipo" que pregonan los Dartiguelongue bajan las persianas 3 o 4 viernes al año, para agasajar a los obreros y empleados, con quienes comparten hasta tarde la sobremesa. "Mi sueño es que dentro de 100 años una Ñuke pueda estar dando calor en un hogar", cierra Jorge emocionado.
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