Jim Clark revolucionó el mundo del automovilismo y fue único en una época en que la ductilidad del piloto era más importante que la tecnología del auto o las asistencias externas. Se ganó el apodo de "El escocés volador" y aún hoy es calificado por muchos como el mejor de todos los tiempos, pero perdió su vida con la misma velocidad con la que andaba en las pistas y todo quedó trunco.
James Clark, tal su verdadero nombre, había nacido el 4 de marzo de 1936, en Kilmany, en el condado escocés de Fife. Hijo de granjeros, era el único varón y el menor de cinco hermanos, por lo que estaba predestinado a hacerse cargo de la granja familiar.
Dueño de un carácter retraído y de pocas palabras, Clark ayudaba a su papá a esquilar ovejas en su granja. "No conocía las grandes urbes del Reino Unido y aprendió a manejar en un tractor, por lo que nadie supo jamás cómo consiguió los conocimientos y la ductilidad para manejar una máquina de alta competición", comenta Daniel Meissner, periodista de la revista Campeones y una de las personas que más sabe de Fórmula 1 en el país.
A pesar de la negativa de sus padres, desde muy joven compitió en rallys y en otras carreras locales, usando un seudónimo. Su primera carrera en Fórmula 1, la única escudería para la que correría, fue en 1960 en el Gran Premio de los Países Bajos: iba quinto cuando debió abandonar por problemas en la caja de cambios. Pero en su segunda carrera, en Spa, Bélgica , ya salió quinto. Eso anticipaba lo que se vendría.
La carrera profesional de Clark en Fórmula 1 fue en su totalidad con el equipo Lotus, para quien condujo desde 1960 hasta 1967 y con el que alcanzó la gloria. De los 47 Grandes Premios con puntos para el campeonato mundial que se disputaron entre 1961 y 1965, ganó 19, casi el 40 por ciento. Conquistó de manera aplastante sus dos títulos mundiales, en 1963 y 1965, y pudo haber ganado otros tres, en 1962, 1964 y 1967. Ganaría en total 25 grandes premios.
Pero lo que hizo en el Mundial de F1 de 1965 fue extraordinario. Había descarte de puntos y sólo contaban los seis mejores resultados sobre diez carreras. "Clark lo resolvió fácil: de los primeros siete grandes premios ganó seis y liquidó el campeonato tres fechas antes", recordó Meissner.
¿Por qué esa vez ganó seis grandes premios y no los siete? Simplemente, porque no fue a Mónaco, ya que ese Grand Prix (GP) coincidía con las 500 Millas de Indianápolis del torneo de Indy Car. "Clark quería probar suerte en la mítica prueba americana, así que no fue a Montecarlo, cruzó el Atlántico y ganó también en el célebre óvalo de los Estados Unidos , siendo el primer europeo en lograrlo", relata Meissner.
Aunque consiguió decenas de victorias épicas en diferentes circuitos, Meissner afirma que la mejor actuación de Clark fue en una competencia en la que concluyó tercero: el Gran Premio de Italia de 1967. "Lideraba cómodamente, pero perdió una vuelta respecto del líder al parar en boxes para corregir una fuerte vibración en su Lotus. Salió justo detrás de los dos punteros y los superó para ponerse en el mismo giro y a partir de entonces, limó segundo tras segundo en los 6000 metros de Monza hasta ponerse otra vez a espaldas de ellos. Cuando superó nuevamente a John Surtees se colocó primero, algo que nadie podía creer", destaca el especialista.
Si bien ese día el excesivo consumo de combustible lo llevó a tener que levantar en el final y fue superado por Surtees y Jack Brabham, pero en el podio todos los aplausos fueron para Clark. Fue una tarea titánica que nunca nadie pudo repetir.
Además de los Mundiales de F1 y de las 500 Millas de Indianápolis, Clark ganó en todo lo que corrió y en todas partes del mundo, acreditándose victorias en la F2, la Fórmula Junior, la Copa Tasmania, el Turismo Británico, el USAC (United States Auto Club) y el Gran Turismo internacional.
¿Qué tuvo Clark para ser el mejor? Tenía todo. Velocidad, serenidad, eficacia. Dominó su época en la Fórmula 1 con autoridad completa. Fue el mejor en tiempo en el que la habilidad nata y genialidad para conducir del piloto eran mucho más importantes que la tecnología y las asistencias externas. Sus récords de pole positions fueron inalcanzables incluso para monstruos posteriores, como el inglés Nigel Mansell o el francés Alain Prost .
Por su capacidad para volar por las pistas, sin miedo a nada, se lo conoció como "El escocés volador". Elogiado por el gran Juan Manuel Fangio como lo mejor que vio en su vida sobre un auto, ganador absoluto y candidato seguro a obtener antes que nadie siete campeonatos mundiales, Clark estaba en su mejor momento y con toda una carrera exitosa por delante. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
El domingo de ramos del 7 de abril de 1968, decidió participar de una carrera sin ninguna trascendencia: él, que era el rey absoluto de la Fórmula 1, fue a correr en Fórmula 2, en Hockenheim, Alemania . Según Meissner, esto se debió a que en esos tiempos había pocas carreras puntuables de F1 al año y los pilotos muchas veces despuntaban el vicio casi todos los domingos en categorías menores como para mantenerse en forma.
Ese aciago domingo de abril, Clark no tuvo, como en anteriores oportunidades, quién le marcara que una goma se estaba desinflando. El Lotus 48 se salió de pista, golpeó de costado contra un árbol y ya todo se tiñó de negro: "El escocés volador" murió instantáneamente a causa de la fractura de la base del cráneo. Así, a las 12.45 PM, en medio de la Selva Negra, se terminó la carrera del que para muchos fue el más grande piloto de todos los tiempos.
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