El escenario que espera a Guzmán en el FMI: refinanciación, ajuste y un plan para salir de la crisis
WASHINGTON.- La última vez que la Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI) sellaron un programa, la negociación duró apenas cuatro semanas. El 8 de mayo de 2018, Mauricio Macri anunció en la Casa Rosada la vuelta al Fondo para frenar la corrida cambiaria que marcó el inicio de la recesión, y del fin de su gobierno. El 7 de junio, el FMI y el Gobierno anunciaron el préstamo por US$50.000 millones, el más grande en la historia del organismo.
Ahora, con nuevas caras a ambos lados de la mesa, una economía mucho más deteriorada y un futuro aún inimaginable por la pandemia del coronavirus, la negociación se avizora mucho más larga –meses, en vez de semanas–, más difícil, y más compleja en busca de un acuerdo que deberá resolver más problemas que el de Macri. Pero algo no cambiará: la discusión por el ajuste y las reformas estructurales estará, otra vez, sobre la mesa. Ni el Fondo ni el Gobierno parecen muy apremiados por cerrar un nuevo acuerdo.
El nuevo programa que comenzarán a negociar el gobierno de Alberto Fernández y el staff del Fondo buscará sacar al país de la peor recesión de la historia, una pobreza en ascenso, una inflación de dos dígitos, un déficit fiscal ampliado, la brecha cambiaria, el cepo, y la emisión del Banco Central. Todo eso, en medio de la pandemia que puso al mundo a navegar a ciegas.
El Gobierno buscará además conseguir más oxígeno financiero para los próximos años, al refinanciar los vencimientos de los US$44.000 millones que recibió Macri durante la gestión de Christine Lagarde en el Fondo, más intereses. Con el nuevo acuerdo, el Gobierno cancelará el anterior.
Las negociaciones comenzarán una vez que el Gobierno solicite formalmente un nuevo programa, algo que aún no ocurrió. Hay dos opciones: puede ir por un programa corto, como un nuevo acuerdo stand-by (SBA), similar al de Macri, o por un acuerdo de facilidades extendidas, o Extended Fund Facility (EFF), diseñado para países con "desequilibrios de pagos graves" y problemas estructurales.
La segunda opción le da más oxígeno: la devolución de ese crédito comienza recién a los cuatro años y medio, y los pagos son menores porque es un acuerdo más largo, de diez años. Un acuerdo stand-by parece, ahora, menos propicio: los pagos son más altos, y están más comprimidos porque dura cinco años.
Si el Gobierno busca un EFF, deberá abrir seguramente una negociación sobre reformas estructurales. El Fondo indica que, bajo ese marco, se espera que un país asuma compromisos para corregir problemas arraigados, con condiciones específicas, y "un fuerte enfoque en las reformas estructurales para abordar las debilidades institucionales o económicas, además de las políticas para mantener la estabilidad macroeconómica".
Más allá de la visión del staff respecto de qué necesita la Argentina, el menú final de políticas suele ser "hecho a medida" de cada país porque el Fondo quiere que haya compromiso político con el programa. El Gobierno de Alberto Fernández y el Fondo de Kristalina Georgieva han forjado un vínculo "constructivo", con sintonía y coincidencias que ahora tratarán de transformar en un nuevo programa.
Dos frentes pueden abrir tironeos frescos: la velocidad y la modalidad del ajuste fiscal –si se consigue a través de más impuestos, o de menos gastos–, y el eventual menú de reformas. Una parte de la discusión volverá a ser, entonces, cómo se verá el presupuesto en los próximos años, cómo gastará y cómo recaudará el Estado. Y otra será si el gobierno de Alberto Fernández está dispuesto a encarar alguna de las reformas que quería hacer Macri: la jubilatoria, la laboral y la impositiva. El menú definitivo también puede omitir por ahora ese tridente, y apuntar a iniciativas menos sensibles y con mayor respaldo social.
Por ahora, el Gobierno no deberá presentar un plan pulido para arrancar las negociaciones. Pero deberá tenerlo listo eventualmente para llevarlo al board del Fondo. El board, bajo el control del G7, nunca le dará la luz verde a un nuevo programa a la Argentina sin una hoja de ruta nítida que marque no solo una salida para la crisis, sino que además ofrezca garantías sobre la devolución final del nuevo préstamo, sobre todo luego del fracaso del plan de Macri. Nada indica, por ahora, que eso sucederá antes de 2021.
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